Inés Guimaraens

La gobernabilidad en dos dimensiones

Para que un gobierno pueda funcionar es preciso que cuente, en primer lugar, con gobernabilidad política

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04 de septiembre de 2019 a las 05:03

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La campaña electoral entra en su recta final. Quedan menos de dos meses para la elección de octubre que determinará el ranking entre los partidos y configurará el nuevo  mapa parlamentario. Hasta ahora los partidos han venido discutiendo mucho sobre continuidades y cambios en las principales políticas públicas. En algunos temas los candidatos han ido realmente lejos en sus explicaciones, y atreviéndose a compartir detalles de sus propuestas. Luis Lacalle Pou y Ernesto Talvi, por ejemplo, han explicado con cuidado cómo piensan bajar el gasto público para tender tan rápido como sea posible al equilibrio fiscal. Daniel Martínez, por su parte, acaba de anunciar cuánto piensa invertir, en caso de acceder a la presidencia, en programas de reconversión laboral para los trabajadores. Todo esto es muy bueno. Es extraordinariamente importante, en términos de calidad de la democracia, que durante las campañas electorales los partidos expliciten sus propuestas para que la ciudadanía pueda elegir de acuerdo a sus preferencias, primero, y contrastar promesas y realizaciones, después.

El qué va quedando claro. El cómo, en cambio, menos de lo conveniente. En este sentido es necesario distinguir dos dimensiones. Para que un gobierno pueda funcionar es preciso que cuente, en primer lugar, con gobernabilidad política. Lo ideal, en términos de eficacia y eficiencia, es que el presidente electo cuente con mayoría parlamentaria. Desde luego, es posible gobernar también sin una coalición mayoritaria, como Julio María Sanguinetti durante su primera presidencia, pero los costos de transacción son más altos. Además de gobernabilidad política, en países como el nuestro, es decir, con grupos de presión organizados y muy activos, se requiere gobernabilidad social. Gobernar con los sindicatos en pie de guerra es posible, pero muy difícil. Otra vez, la primera presidencia de Sanguinetti ofrece evidencia elocuente. Pese a los esfuerzos de Hugo Fernández Faingold desde el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, los sindicatos estuvieron extraordinariamente movilizados. Dicho sea de paso: la combinación de presidente en minoría y sindicatos altamente movilizados fue letal para el Partido Colorado, que perdió la elección de 1989.

Analicemos las dos dimensiones de la gobernabilidad empezando por la oposición. Colorados y nacionalistas vienen hablando desde hace tiempo de construir un gobierno de coalición. Pero la ciudadanía sabe poco sobre esto todavía. Tanto Lacalle Pou como Talvi parecen dispuestos a pactar, en caso de ser necesario para construir mayoría parlamentaria en ambas cámaras, con Guido Manini Ríos. El referente de Cabildo Abierto, por su parte, solamente ha manifestado que no será un obstáculo para la gobernabilidad. Pero no sabemos qué exigencias plantearía ni en términos de políticas públicas (v.g. presupuesto para las FFAA) o de cargos (¿cargos en el gabinete ministerial?) en caso de que los votos de sus legisladores fueran imprescindibles. El Partido Independiente se va inclinando cada vez más claramente hacia un acuerdo con colorados y blancos. Pero tampoco se conocen los términos de su eventual apoyo. Finalmente, en materia de programas, hay obvias coincidencias en muchos aspectos entre los dos partidos fundacionales. Pero hay diferencias no triviales, por ejemplo, en sus propuestas en educación y seguridad.

En el caso del Frente Amplio las interrogantes sobre la dimensión estrictamente política de la gobernabilidad son sensiblemente mayores que en el escenario de un eventual triunfo de la oposición. Todo indica que el FA será nuevamente el partido más votado en octubre pero que esta vez no alcanzará a obtener la mayoría parlamentaria. Es muy importante que Daniel Martínez explique, por tanto, de qué modo espera poder gobernar en caso de ser electo. No tendría un escenario sencillo. Ninguno de los demás partidos se muestra dispuesto a construir una coalición con el Frente Amplio. Seguramente, llegado el caso, intentaría recorrer el camino de los pactos multipartidarios ensayados, en otras condiciones políticas, por algunos presidentes en la historia reciente. Pero, en Uruguay, con una lógica gobierno-oposición tan marcada, no es fácil construir acuerdos de este tipo. Y es más difícil todavía implementarlos.

Mientras que la oposición, pese a los matices señalados, puede ofrecer -a priori- mejores condiciones de gobernabilidad política, la reelección del partido de gobierno es el escenario menos problemático en términos de gobernabilidad social. Los sindicatos no le han hecho la vida sencilla a ninguno de los gobernantes frenteamplistas. Las mediciones del Índice de Conflictividad Global elaborado por la Universidad Católica muestran una tendencia creciente a lo largo de los tres mandatos del Frente Amplio. Sin embargo, no hay que conocer demasiado sobre la historia política uruguaya para concluir que, si gana la oposición, y si construye una mayoría parlamentaria sólida, serán los sindicatos (y no los legisladores frenteamplistas) quienes ofrezcan la resistencia más intensa a las políticas del nuevo gobierno. La resistencia sindical ya se viene anunciando, y no es casualidad. El PIT-CNT acaba de hacer un paro general “en defensa de la negociación colectiva”…

Simplificando: si Daniel Martínez es electo presidente la gobernabilidad ya no dependerá de los acuerdos dentro del Frente Amplio sino, en gran medida, del comportamiento de los líderes de los partidos de oposición; si Lacalle Pou o Talvi ganaran la elección, la gobernabilidad pasaría a depender fundamentalmente de las decisiones de los dirigentes sindicales. Ninguno de los dos escenarios es sencillo. Es muy importante que de aquí a noviembre, se instale una discusión pública sobre este tema. El país tiene desafíos muy importantes. La macroeconomía está bajo presión (el déficit fiscal es una amenaza). La microeconomía también (la empresa privada se siente ahogada). Educación y seguridad requieren cambios importantes, gane quien gane. La elite dirigente, política y sindical, deberá estar a la altura de la circunstancias.

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