"Arriba de un bote no hay excusas. Es ir y ver quién entrenó más y quién es el mejor”, se apura a resumir en una frase la forma en que construye su exitosa carrera el remero Bruno Cetraro, quien en los Juegos Odesur de Asunción 2022 que culminan este sábado se consagró como el mejor deportista uruguayo, con cuatro medallas de oro (una individual y tres en competencias en equipo).
Oriundo de Montevideo Rowing, a sus 24 años y con una década más por delante de actividad en la elite, con siete medallas se transformó en el cuarto deportista más ganador de la historia de los Odesur para Uruguay.
Detrás del nadador Carlos Scanavino (primero con ocho oros, cuatro platas, un bronce y 13 en total), del levantador de pesas Germán Tozdjián (6, 1, 2, 9) y de la atleta Claudia Acerenza (4, 5, 0, 9), Cetraro, con cuatro medallas de oro de los últimos juegos y tres de bronce de Cochabamba 2018, completa una tabla selecta.
Cetraro se forjó bajo la conducción técnica del argentino Osvaldo Borchi y de la gestión del presidente Fernando Ucha.
¿Cuál es el secreto? “Confiar en que se puede, trabajar muy duro. Que no se consigue todo en un día, porque un día plantás la semilla, la regás, la regás hasta que en un momento salen los frutos. En la vida y en el deporte pasa lo mismo. Puede venir una tormenta o sequía, pero hay que enfrentar todo para que el fruto se sienta mejor.”
Desde sus comienzos imaginó andar por este camino, le contó a Referí.
“Mis sueños desde chiquito fueron ser campeón del mundo y medallista olímpico, y trabajo para eso. Luego, el resto va llegando solo, los récords y la historia vienen con eso, pero es fundamental que siempre estén presentes los sueños, y que durante el camino podamos disfrutar”.
Fue clave en la vida deportiva de Cetraro la llegada del argentino Borchi. ¿Cuál es la frase que más lo identifica de su entrenador? “La que más me gusta es la de ‘no somos un paisito’. Porque no lo somos y, además, me siento reflejado en esa frase a nivel personal. Siempre me dijeron que por mi estatura no iba a llegar a nada, sin embargo, me hice valer por mí mismo.”
En Asunción fue campeón en singles, en las dos versiones del doble y en el cuádruple.
“La carrera deportiva te va poniendo obstáculos que podés superar y en mi caso lo logré al confiar en mí, sacando el máximo, porque todos somos iguales cuando subimos al bote.”
La primera medalla la ganó con 13 años, en canoíta, en el Campeonato Uruguayo en 2012, en Salto. Después perdió la cuenta, dice, mientras comienza a contar las 18 que se llevó al pecho entre 2021 y 2022 en el Preolímpico, Sudamericano, Copa del Mundo y en los Odesur.
Su carrera deportiva también se alimentó de momentos difíciles.
“A veces es necesario tocar fondo para tomar impulso. ¿Si toqué fondo? Sí, muchas veces. En 2016, cuando quedé afuera del clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Río me quise alejar del deporte. Estuve afuera durante tres meses, y luego volví con más fuerza. Este año también me pasó que en algún momento sentí que tocaba fondo. Y vos te preguntarás cuándo, porque fue un buen año. Ocurrió entre la primera y segunda Copa del Mundo, cuando no alcancé lo que buscaba. Entreno y quiero todo, pero no lo conseguía y me frustraba. Fue entonces cuando empecé a trabajar la parte emocional”.
La vida de Cetraro no tiene pausas. Pasó todo el año en Europa. Llegó el lunes a Montevideo desde Asunción. Disfrutó una semana con su familia y el lunes se embarca nuevamente a Sevilla, donde está radicado desde 2021. Entrena en Náutico Sevilla que le brinda las instalaciones del club y un bote. Con las becas que recibe cubre el resto. Por sus medallas en los Odesur recibirá $ 210.000 como premio de la Secretaría Nacional del Deporte y el Comité Olímpico Uruguayo.
“Lo que obtengo lo invierto 100% en el deporte, para entrenar en España, para viajar y competir dentro de España”, apunta.
Mientras tanto espera lleno de sueños los Juegos Olímpicos de París 2024.
“Es el gran objetivo, vamos por una medalla olímpica. En 2023 tenemos el Mundial al que intentaremos clasificar con el doble peso ligero por primera vez”, concluye.
Año 2015. Montevideo Rowing. La curiosidad le ganó al juvenil Bruno Cetraro y le pidió a los dirigentes para llevarse una parte de un bote roto.
“Agarramos una sierra con un compañero y lo cortamos. Cada uno se quedó con una parte y como podía se lo llevó para su casa. En mi caso no me quedó otra que traerlo en el 427. Lo tapé con dos bolsas, subí al ómnibus sin nada de vergüenza, aunque fuera más grande que yo, pagué un boleto y acá está. Después conseguí un carro viejo y un hincapié, y lo armé. Es un lindo recuerdo”, explica el remero que tiene su lugar especial en la barbacoa de la casa de sus padres.
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