Camilo dos Santos

La humanidad es un cuco en el nido planetario

A nuestra generación le ha tocado asumir la responsabilidad de proteger el planeta y a continuación está la forma de hacerlo

Tiempo de lectura: -'

11 de marzo de 2021 a las 16:03

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Por Martin Wolf

Actualmente, los seres humanos y el ganado que criamos como alimento constituyen el 96% de la masa de todos los mamíferos del planeta. Además, el 70% de todas las aves que hoy en día están vivas son aves de corral, mayormente los pollos que comemos. También se cree que las tasas de extinción son de 100 a 1000 veces más altas que su tasa de extinción de fondo durante las últimas decenas de millones de años. Todo esto representa una pequeña parte de nuestro impacto general en la biosfera del planeta, la suma de todos sus ecosistemas.

La humanidad se ha convertido en un cuco en el nido planetario. Nuestro dramático éxito en aumentar nuestra riqueza y nuestros números ha creado una nueva era, a veces llamada el “Antropoceno”. Esta etiqueta puede que sea una exageración. Pero el hecho de que nuestras actividades están transformando la vida en la Tierra no lo es. La pregunta entonces es la siguiente: si deseamos revertir estas amenazas, ¿qué debemos hacer y a qué debemos renunciar?

Los notables hechos señalados anteriormente provienen del prólogo de David Attenborough a un estudio definitivo de la economía de la biodiversidad conducido por Sir Partha Dasgupta, de la Universidad de Cambridge. Dasgupta ha sostenido que ya no es posible excluir a la naturaleza de nuestro análisis económico. Como su comentario lo ha señalado solemnemente: “Básicamente, los problemas que enfrentamos hoy en día no son diferentes de los que enfrentaron nuestros antepasados: cómo encontrar un equilibrio entre lo que tomamos de la biosfera y lo que dejamos atrás para nuestros descendientes. Pero si bien nuestros antepasados lejanos eran incapaces de afectar el sistema terrestre en su conjunto, nosotros no solo podemos hacer eso; lo estamos haciendo”.

En una fascinante presentación reciente acerca de “Tecnoptimismo, cambio de comportamiento y límites planetarios”, el economista británico Lord Adair Turner abordó de manera directa la cuestión de cuál es la mejor manera de lidiar con los retos. Él señaló dos enfoques alternativos. Uno, que yo llamaría “hacia adelante y hacia arriba”, se basa en la creencia de que el ingenio humano encontrará una manera de resolver los problemas creados por el ingenio humano. El otro, al que llamo “arrepiéntete, porque el fin está cerca”, se basa en la convicción de que debemos abandonar todos nuestras costumbres codiciosas si queremos sobrevivir.

De manera útil, Turner transformó estas actitudes contradictorias en preguntas empíricas: ¿qué funcionará y en qué horizonte temporal? Al responderlas, él distinguió los sistemas físicos de los biológicos. Los primeros son los que nos proporcionan trabajo, calefacción y refrigeración. El gran reto aquí es nuestra dependencia de la radiación solar fosilizada, en forma de combustibles fósiles y sus emisiones de gases de efecto invernadero. Estos últimos nos suministran los alimentos que comemos, así como algunas telas. El sol, el agua, los minerales y la atmósfera son, por supuesto, esenciales para la vida. Pero la transformación de estos elementos en vida involucra la bioquímica, la producción de complejas moléculas por parte de la vida misma.

Según Turner, el informe Haciendo posible la misión: Produciendo una economía de cero emisiones netas, publicado por la Comisión de Transiciones Energéticas (ETC, por sus siglas en inglés) en septiembre de 2020, estableció un camino creíble hacia el logro de cero emisiones netas para 2050. En su esencia se encuentra un cambio hacia la dependencia de la radiación solar y del viento incidentes, en forma de electricidad generada por las energías solar y eólica. Esto se combinará con baterías, con hidrógeno y con otras formas de almacenamiento, así como con un papel para la bioenergía y para la captura de carbono en el mediano plazo. Gracias a la caída del costo de la energía renovable, esta transición es ahora factible y barata. Algunos sectores, como el del hierro y el del acero, serán costosos de transformar. Pero no son lo suficientemente grandes como para cambiar el panorama general.

En resumen, la física de la transición energética es simple. La dificultad se halla en la escasez de tiempo. Necesitamos hacer enormes avances hacia la reducción de emisiones durante la próxima década. Pero no podemos renovar toda nuestra infraestructura en un período tan breve. Por lo tanto, a corto plazo, muchos necesitarán restringir su consumo. Pero, a la larga, veremos que los tecnoptimistas tienen razón en cuanto a la transición energética.

Desafortunadamente, los tecnoptimistas no tienen la razón (todavía) en cuanto a la transición alimentaria. El problema no es la energía que necesitamos para la producción de alimentos, la cual es solo el 6% del uso total de la energía humana no alimentaria. El problema es que la fotosíntesis y la conversión de plantas en carne proveniente de los animales son energéticamente ineficientes. Así que la bioquímica explica por qué la humanidad ha tenido que apoderarse de una parte tan vasta del planeta. Se necesitan grandes áreas de los receptores solares llamados plantas para producir suficiente alimento, y la agricultura también emite enormes cantidades de gases de efecto invernadero.

Turner ha sugerido una combinación de tres soluciones a este enorme problema. La primera es llevar a cabo significativas mejoras en la práctica agrícola. Nosotros estamos, por ejemplo, arruinando tierras y reemplazándolas por nuevas tierras tomadas de otros usos. La ingeniería genética seguramente desempeñará un papel aquí. La segunda es lograr cambios en la dieta, especialmente apartándose de la carne y de los productos lácteos. La tercera es implementar radicales cambios en la tecnología, a la larga transformando la producción de alimentos en un proceso industrial más.

En resumen, nos encontramos en una coyuntura histórica. A nuestra generación le ha tocado asumir la responsabilidad de proteger el planeta en su conjunto. No hay duda de que gran parte de la respuesta debe ser un cambio tecnológico bien dirigido, ya que ningún proceso político concebible, y mucho menos uno democrático, resolverá estos retos revirtiendo dos siglos de un creciente uso de energía. La humanidad no volverá a su existencia premoderna, donde la vida era desagradable, brutal y corta para casi todos. Pero, dada la posición en la que ahora nos encontramos, en términos de nuestro impacto en la biosfera, también tendremos que cambiar nuestro comportamiento, al menos a corto y a mediano plazo.

Si será posible llegar a un consenso e implementar una corrección de rumbo tan radical es, por decirlo diplomáticamente, cuestionable. Hasta ahora, no hemos mostrado casi ninguna capacidad de resolver este enorme reto a la acción colectiva. Pero la necesidad es obvia. No debemos seguir comportándonos como lo hemos estado haciendo. Muchos de nosotros tendremos que cambiar nuestro comportamiento, y los más ricos entre nosotros tendrán que hacer la mayoría de los cambios.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.