Congreso del Partido Comunista de China. (Archivo)

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La Iglesia Católica en China: perseguida de modo implacable por el régimen comunista

El Partido Comunista de China (PCC), dirigido por Mao Zedong, tomó el poder en China continental en 1949, tras una larga guerra civil
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16 de abril de 2023 a las 16:25

En 1949 la Iglesia Católica tenía en China unos cuatro millones de miembros, distribuidos en más de 100 diócesis, atendidas por unos 5.500 sacerdotes (2.500 chinos y 3.000 misioneros extranjeros). El régimen comunista empezó la represión de las actividades religiosas en 1950. Clausuró las iglesias en las zonas rurales, se adueñó de las universidades católicas y los hospitales católicos, expulsó a los obispos y misioneros extranjeros, etc. La persecución no se limitó al clero y las congregaciones religiosas, sino que afectó también a las organizaciones de apostolado seglar, como la Acción Católica y la Legión de María. 

En 1950 el régimen anunció su intención de crear una iglesia católica nacional separada de Roma, regida por el principio de “las tres autonomías”: auto-gobierno, auto-financiación y auto-propagación. La creación de esa iglesia cismática se concretó en 1957, mediante la fundación de la Asociación Patriótica Católica China (APCC). Dicha Asociación está controlada por el PCC y apoya al régimen comunista. Como todas las organizaciones religiosas toleradas en China, la APCC está sometida a un control muy estricto de parte de un organismo público, hoy llamado Administración Nacional de los Asuntos Religiosos. 

Los clérigos católicos fueron presionados para unirse a la APCC. Los que no lo hicieron sufrieron diversos castigos: tortura, prisión, desaparición, ejecución, etc. En 1958 el Vaticano excomulgó a los obispos afiliados a la APCC. Hacia 1960 los católicos chinos fieles a Roma parecían haber casi desaparecido, pero en realidad habían pasado a la clandestinidad, practicando su fe en privado y reuniéndose en secreto para celebrar el culto divino.

La Revolución Cultural (1966-1976) impulsada por Mao intensificó aún más la persecución, procurando la supresión de toda actividad cristiana visible. A fines de 1967 no se celebraba el culto cristiano en casi ningún templo o edificio eclesiástico en toda China y casi no quedaba ninguna parroquia u organización católica que funcionara como tal. 

En la década de 1980, en la época de la apertura y las reformas económicas de Deng Xiaoping, la persecución contra todos los creyentes se redujo. Los católicos aprovecharon para reforzarse y en algunas diócesis se establecieron vínculos entre la Iglesia legítima (la clandestina) y la Iglesia “oficial” o “patriótica” (cismática). La diplomacia vaticana siempre ha buscado la reconciliación de la Iglesia china cismática con Roma, y por lo tanto de las dos iglesias en China. En 2007 el Papa Benedicto XVI reiteró que la finalidad declarada de la APCC es inconciliable con la doctrina católica y que el Colegio de los Obispos Católicos de China (controlado por el PCC) es ilegítimo. 

La cantidad actual de católicos en China es desconocida, pero se estima en unos 12 millones, sumando los miembros de la Iglesia clandestina y los de la Iglesia patriótica en el continente y los católicos de Hong Kong y Macao, zonas donde, de momento, la Iglesia tiene mayor libertad.

Todos los aspectos de la vida social en China son controlados por el PCC. En 2014 el régimen chino reiteró que los miembros del partido comunista no deben ni pueden creer en ninguna religión y que el ateísmo del Estado es un principio inamovible del sistema comunista.

En los últimos años, bajo el liderazgo de Xi Jinping, las autoridades chinas volvieron a intensificar la represión contra las comunidades cristianas, retirando las cruces de los campanarios, cerrando y destruyendo iglesias, prohibiendo la asistencia de niños y adolescentes a misa y a catequesis, etc. El culto a la personalidad de Xi, que alcanza proporciones increíbles, llega hasta las mismas iglesias, donde símbolos cristianos son reemplazados por cuadros o frases de Xi.

En 2018 se firmó un acuerdo provisional secreto por dos años entre la Santa Sede y la República Popular de China sobre el nombramiento de obispos. Dicho acuerdo fue renovado en 2020 y 2022, por dos años en cada ocasión, pese al recrudecimiento de la persecución del gobierno chino a la Iglesia Católica y a todas las demás religiones y a su esfuerzo para la “sinización” (léase sometimiento al PCC) de las religiones. 

Ha trascendido que el acuerdo establece que la APCC propone candidatos para el episcopado y la Santa Sede los evalúa, pudiendo vetarlos o aprobarlos. Luego los candidatos aprobados son ordenados obispos. El Cardenal chino Joseph Zen, ex arzobispo de Hong Kong, se opuso enérgicamente a ese acuerdo, calificándolo como una traición a los católicos chinos, pero su opinión fue desestimada por el Papa Francisco. El acuerdo contradice claramente el canon 377 parágrafo 5 del Código de Derecho Canónico de 1983. No obstante, su aplicación ha permitido el nombramiento de seis nuevos obispos, restando 36 diócesis vacantes. 

Recientemente la dictadura comunista violó su acuerdo con el Vaticano nombrando por su cuenta a un nuevo obispo de Shanghai, sin aprobación del Papa. El obispo legítimo de Shanghai (Mons. Thaddeus Ma Daqin) está bajo arresto domiciliario desde 2012 por haber renunciado a la APCC. El gobierno le impide gobernar su diócesis.

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