Eduardo Espina

Eduardo Espina

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La perfección que todavía no llega

La tecnología y los avances en las formas de entrenamiento han hecho creer que las máquinas están a punto de ser infalibles, pero dicha percepción es inexacta
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20 de enero de 2020 a las 05:01

Los niños estaban en el patio de la escuela jugando con la acostumbrada normalidad, algunos al fútbol, otros al béisbol, a cualquiera de los juegos que los niños juegan a la hora del recreo. Era martes a mediodía. De pronto comenzaron a sentir que un líquido les caía en la cabeza y que las ropas se les humedecían y salpicaban. Muy rápido sus cuerpos comenzaron a tener el olor de una estación de servicio.

Miraron al cielo angelino, a esa hora sin nubes, pero no vieron nada. Ya la causa del problema había desaparecido. Cualquier intento de avistamiento fue en vano, pero estaba claro que los extraterrestres no les habían lanzado bombas de agua con olor a nafta desde el espacio. Era otra la causa. Recién pudieron saber la verdad varios minutos después de que el Boeing 777 de Delta Airlines vaciara su tanque sobre una amplia área de la ciudad de Los Ángeles, la cual incluyó la escuela primaria Park Avenue, situada a unos 20 kilómetros del aeropuerto.

El vuelo 89 de la aerolínea basada en Atlanta, con 167 pasajeros a bordo, había salido minutos antes desde el aeropuerto internacional de Los Ángeles rumbo a Shanghái, China. Hubo un desperfecto mecánico de gravedad, detectado a los pocos minutos de estar en el aire –del cual no ha informado lo suficiente–, por lo que el capitán decidió dar la vuelta en forma inmediata.Todavía no se dieron detalles sobre la conversación con la torre de control, por lo que se desconoce por qué el piloto decidió lanzar el combustible sobre la ciudad y no sobre el océano Pacifico.

¿Hubo falta de comunicación con la torre de control, o el problema encima del avión era tan grave que los pilotos no tuvieron ninguna otra opción que volver inmediatamente volando a baja altura?  La segunda opción parece ser la más probable. Mientras los estudiantes de la primaria se preguntaban qué estaba pasando, los pasajeros pasaron un épico momento de pánico del cual nunca van a olvidarse.

Al día siguiente, en la otra costa, también hubo drama en las alturas. “Papá, el avión se está prendiendo fuego”, dijo el niño a su padre. Este miró por la ventana y lo que vio lo estremeció. De la turbina derecha salían grandes llamaradas de fuego. No fue el único desencadenante del pánico colectivo. También los ruidos y el movimiento. El avión se sacudió con violencia y en su interior se oyeron explosiones, como si la nave se fuera a partir al medio. El Boeing 757 de United Airlines habia salido a las 19 horas del aeropuerto de Newark, en las afueras de Nueva York, con destino a Los Ángeles, con dos horas de retraso de Newark.

Un desperfecto técnico en una de las turbinas obligó al piloto a acelerar el regreso al aeropuerto, generando una de las peores experiencias para todos los ocupantes de la nave, incluida la tripulación. Un pasajero escribió en su cuenta de Twitter a poco de aterrizar: “La experiencia más aterradora de mi vida”.

Otro pasajero resumió la situación vivida encima de la nave, la cual había salido con dos horas de retraso pues los mecánicos debieron reparar un desperfecto: “El piloto informó de lo que estaba pasando, pero nadie pudo escuchar nada pues todos estaban gritando como locos, creyendo que el avión se venía abajo. También a las azafatas vi nerviosas”.

En ambas situaciones, los pilotos tuvieron una impecable labor, trabajando en la forma correcta bajo tremenda presión. Su buen desempeño permitió que las naves retornaran a salvo al aeropuerto, evitando dos tragedias que podrían haber sido voluminosas. El factor humano corrió a favor.

En la misma semana de ocurridos ambos incidentes, el consorcio europeo Airbus dio a conocer fotos del vuelo de prueba del modelo A350-1000 XWB realizado el mes pasado. Lo diferente del mismo fue que el avión realizó el despegue de forma autónoma, sin ninguna intervención del piloto.

El éxito que tuvo la prueba,realizada en el aeropuerto francés de Toulouse-Blagnac, puede considerarse el paso previo para crear una aeronave totalmente autónoma, que en un futuro cercano podría volar sin presencia de pilotos en la cabina, algo que por mucho tiempo se consideró imposible.

El año 2017 quedó en los anales pues no se registró ningún accidente aéreo de aviones comerciales con víctimas mortales. A partir de este dato, pronto todos creímos que la tecnología había dado un gigantesco paso adelante, al menos en relación a modelos de aviones comerciales de última generación. Sin embargo, la historia posterior que llega hasta el presente, con varios grandes accidentes con fatalidades, se encargó de demostrar que aún falta mucho para que dicha infalibilidad tecnológica sea alcanzada.  A la perfección librada de errores, todavía no le ha llegado su turno.

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