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La política de la esperanza contra la política del miedo

Diez maneras de desarrollar una alternativa a la seducción del hombre fuerte

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02 de mayo de 2019 a las 14:37

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Martin Wolf

Los políticos carismáticos persuaden a las personas desilusionadas para que los apoyen. Algunos de esos políticos son aspirantes a déspotas. Otros son sinvergüenzas. Sin embargo, su seducción es tentadora. Entonces, ¿cómo debieran responder los políticos centroderechistas y centroizquierdistas, y quienes los apoyan?

Ellos deben reconocer que les espera una enorme pelea. Una crisis financiera masiva, con un amargo regusto, socavó la confianza en casi todas las élites. Además, como escribió Jonathan Swift: "La falsedad vuela, y la verdad viene cojeando detrás de ella". ¿Qué habría pensado Swift de nuestros medios? Sin embargo, la democracia liberal sobrevivió los grandes desafíos de los años de entreguerras y la Guerra Fría. Como Torben Iversen y David Soskice discuten en su libro "Democracy and Prosperity" (Democracia y prosperidad), el factor estabilizador es una prosperidad ampliamente compartida. Sin eso, todo está perdido, particularmente cuando la creencia en la democracia ha menguado.

Entonces, ¿cómo se renovará la esperanza?

En primer lugar, el liderazgo importa. La política democrática no sólo se trata de comprar votos. Se trata de persuadir a la gente. Donald Trump puede ser un político inexperto. También puede ser una persona extremadamente detestada. Pero él sabe cómo motivar a sus partidarios, porque sabe cómo contar una buena historia. Un político sin una historia perderá. Los grandes políticos son siempre contadores de historias, desde Pericles de Atenas hasta Franklin D. Roosevelt.

En segundo lugar, la aptitud importa. Importa mucho menos, al menos a corto plazo, en el caso de los demagogos de derecha o de izquierda. La suya es una política de oposición, incluso cuando están en el poder. Ser competente es menos requerido. Pero los políticos centristas deben saber -y demostrar que saben- lo que están haciendo. Eso es particularmente importante después de que los líderes de este tipo cometieron garrafales errores, el más importante habiendo sido la creencia de que los mercados financieros son estables y que los involucrados saben lo que están haciendo. Tales errores resultaron desastrosos.

En tercer lugar, la ciudadanía importa. Una democracia es una comunidad de ciudadanos. El sentido de lo que se le debe a -y de lo que se espera de- los ciudadanos representa la base de las democracias exitosas. Sin la idea de que los ciudadanos son lo primero, no puede existir una comunidad nacional. En las democracias modernas, el Estado benefactor es una expresión práctica de la ciudadanía. Pero también lo son las políticas que brindan a todos los ciudadanos la oportunidad de participar en -y de beneficiarse de- la vida económica. Los extranjeros también pueden participar útilmente. Pero la inmigración siempre debe ser manejada si ha de ser juzgada como justa y políticamente aceptable.

En cuarto lugar, la inclusión importa. Es sorprendente que en una medida bien conocida, el "coeficiente de Gini", la desigualdad de los ingresos del mercado no sea, de hecho, particularmente alta en EEUU. Pero la desigualdad de los ingresos disponibles (después de impuestos y de gastos) es relativamente mucho mayor. Este resultado, entonces, es una elección en materia de política.

En quinto lugar, la reforma económica importa. Como sostienen Paul Collier, en "The Future of Capitalism" (El futuro del capitalismo), y Colin Mayer, en "Prosperity" (Prosperidad), necesitamos una reforma de los impuestos y de las corporaciones si queremos crear una sociedad que sea económicamente exitosa y más inclusiva. De particular importancia es gravar las rentas y promover una mayor competencia. Como argumentan Jonathan Tepper y Denise Hearn, en "The Myth of Capitalism" (El mito del capitalismo), la disminución de la competencia representa una significativa preocupación. Esto no justifica una economía socialista; sabemos que no funciona. Pero justifica mejores mercados.

En sexto lugar, los asuntos locales importan. Curiosamente, éste es un tema del libro de Collier y de un nuevo libro, "The Third Pillar" (El tercer pilar), de Raghuram Rajan, el exgobernador del Banco de la Reserva de India. Ambos hablan de las comunidades. La delegación de decisiones, aunque también les brinda a las comunidades los medios para revitalizarse, debe ser parte de una buena nueva política.

En séptimo lugar, los servicios públicos son importantes, incluso si a las personas no les gusta pagar los impuestos necesarios para garantizarlos. Lo que más se requiere varía según los países. Pero la idea libertaria de un Estado mínimo que deja todo esto a la merced del libre mercado no sólo es inviable, sino incompatible con la democracia. Los políticos centristas cuentan con poderosos argumentos a su favor cuando defienden los servicios públicos de los que dependen las personas.

En octavo lugar, la globalización gestionada y la cooperación global también importan. Ningún país es una isla. Dependemos de ideas, recursos, personas, bienes y servicios de otros países. Esto es cierto incluso en el caso de los países extremadamente grandes. Los argumentos económicos, políticos y morales para establecer reglas estables y predecibles que gobiernen estas interacciones son aún más poderosos actualmente que durante y poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando fueron unidos por vez primera en un nuevo sistema global. La soberanía nacional sí importa. Pero no es todo lo que importa. Esto es aún más cierto para la gestión de los bienes comunes globales. La cooperación entre naciones no es opcional; es absolutamente esencial.

En noveno lugar, mirar hacia el futuro importa. Vivimos en un mundo de enormes trastornos a largo plazo, especialmente el cambio climático, la inteligencia artificial y el ascenso de Asia. Los buenos gobiernos deben considerar qué significan estas cosas para sus pueblos y para el mundo. Si las democracias no pueden ejercer este tipo de visión progresiva, habrán fracasado. Definitivamente, el partido-Estado chino con seguridad argumentará precisamente eso.

Por último, la complejidad importa. El gran humorista estadounidense, HL Mencken, dijo: "Para cada problema complejo, existe una respuesta que es clara, simple e incorrecta". Eso es lo que ofrecen los demagogos carismáticos. El asesoramiento de un experto puede fácilmente estar equivocado. Pero los tecnócratas tienen una reputación que perder. Una política que se basa en la ira popular y en el capricho despótico seguramente fracasará. La única pregunta es cómo. La respuesta correcta debe estar en una política que base la esperanza en el realismo. Ése es el único tipo de política democrática que vale la pena construir. ¿Tendrá éxito en el mundo de hoy? Posiblemente no. Pero tratar de hacer lo correcto es la única manera de darle al mundo la mejor oportunidad de obtener buenos resultados.

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