La primera cowgirl uruguaya en un barco de exportación de ganado en pie

Patricia Santos es la primera uruguaya en viajar a Turquía supervisando la sanidad animal en un barco con ganado vacuno exportado en pie

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20 de agosto de 2021 a las 23:30

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En las últimas semanas Patricia Santos, comunicadora –conduce en radio un programa sobre agropecuaria– y asistente de veterinaria en la Dirección General de Servicios Ganaderos (DGSG) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), arrancó su jornada laboral sobre un barco: viajó en el Bader III con destino a Turquía, en el marco del traslado de 19.911 terneros y novillos Angus, Hereford y cruzas en pie, una exportación de ganado concretada por la firma Gladenur. Así se convirtió en la primera uruguaya en realizar un viaje de este tipo, en el rol de cowgirl, como encargada de controlar la sanidad animal, tarea tradicionalmente realizada por hombres.

Patricia viajó cerca de un mes a bordo del Bader III con destino a Turquía.

Hace tres años y medio, cuando comenzó a trabajar en el control de bienestar animal y documentación de los ganados en el Puerto de Montevideo, los barcos la empezaron “a seducir”, comentó, y empezó a seguir viajes de manera virtual por Marine Traffic. En el año 2020, conversando con el doctor Pedro García, quien le contó su experiencia en un viaje de exportación, le empezó a picar el bichito de querer embarcarse en esa singular aventura.

Habló del tema con el gerente de Gladenur y en principio, por otros proyectos, esa posibilidad quedó stand by, lo que la hizo pensar que el viaje “quedaba para hacerlo en otra vida”. Pero la oportunidad surgió de nuevo este año, por lo que pidió licencia en sus trabajos y aceptó la invitación.

Antes del embarque hizo varias preguntas, por ejemplo qué debía llevar en el bolso, y a diferencia de un viaje de turismo para esta travesía tuvo que llevar ropa que estuviera dispuesta a no usar más tras el viaje, porque pese a que se lave es muy difícil quitarle el olor al ganado, le dijeron. La empresa le dio un mameluco y un par de botas, y sus compañeros le recomendaron llevar algún medicamento para el dolor de cabeza o mareos. Además, debió hacerse un hisopado, como protocolo dada la pandemia de covid-19.

El 17 de junio a la hora 4.30 el Bader III zarpó del Puerto de Montevideo con los vacunos y, además, 3.570.710 kilos de ración a granel; 599.470 kilos de ración en bolsa; 5.640 kilos de ración especial; 59.350 kilos de aserrín y 37.310 kilos de alfalfa.

Costeó Brasil en el Atlántico Sur, a los 12 días pasó al Atlántico Norte y a los 13 días la tripulación vió por primera vez tierra: Cabo Verde (África). Tres días después llegó a Las Palmas, en Islas Canarias (España), donde se hizo la carga de 45.000 toneladas de combustible para seguir el viaje. Dos días después ingresó al Estrecho de Gibraltar: ver España a la izquierda y Marruecos a la derecha fue algo que a Patricia la dejó maravillada, dijo. El siguiente paso fue ingresar al Mar Mediterráneo para llegar al puerto de Iskenderun, en Turquía, destino de la exportación, al que arribó el 13 de agosto sobre la hora 23, para iniciar la descarga de los animales en turnos de seis horas.

La primera 

Patricia siempre se sintió muy cómoda y aún sabiendo que iba a ser la única mujer en una tripulación de 72 hombres eso no le impidió adaptarse.

El grupo de cowboys uruguayos al que se integró se dividió en dos para las tareas: uno para recorrer los pisos y corrales de arriba, y otros los de abajo. El Bader III se divide, desde el maindeck –la rampa por donde suben los animales– en cinco pisos hacia abajo y cuatro hacia arriba. Y en cada uno hay un hospital para atender a los animales.

Todos los días a las 6.30 el desayuno estaba servido, con diferentes platos dependiendo los gustos de los tripulantes , procedentes de diferentes países. Huevos revueltos, mortadelas y frankfruters fritos fueron algunos de los alimentos del menú para paquistaníes que viajaron, que Patricia recordó mientras hablaba con El Observador desde el barco.

A la hora 7 arrancaba la primera jornada: una recorrida para levantar a los animales y revisar  patas y ojos.

Fueron varias las cosas que aprendió y también los desafíos a los que se enfrentó. Sacar sola a un animal de un corral, teniendo en cuenta que el promedio de peso de los ganados era de 270 kilos, fue todo un logro. Y si necesitaba ayuda, sus compañeros estaban ahí para dar una mano, como cuando uno de ellos le consiguió un chifle de rescate para que no tuviera que gritar –ella no sabe chiflar– para llamar a los ganados.

Sobre las 10.30 las tareas terminaban y a las 11.30 se servía el almuerzo. La sobremesa era una siesta, para recuperar energías y volver a las 14 a trabajar, hasta las 17.

En la segunda recorrida no se levantaban a los animales, pero sí se hacían “movimientos de tamaño”: dependiendo el tamaño del ganado se los cambiaba de lugar para una mejor competitividad al comer. Una de las cosas que le llamó la atención es que a las 17.30 la cena ya estaba servida, hasta las 18.30. Los uruguayos tras la cena tomaban mate, jugaban al truco o miraban películas.

Perdió la noción del tiempo

En el mar, recordó Patricia, perdió la noción del tiempo, fue difícil seguirle el ritmo a qué día era, aunque desde que partió de Montevideo sabía que el sábado 2 de agosto debía comunicarse con Uruguay, porque ese día su hermana menor cumplía años, y así lo hizo. En el barco había conexión a Internet y un teléfono.

Con los compañeros que no eran uruguayos habló un poco en inglés, un idioma que no domina del todo, confesó, pero en el Bader III encontró un “idioma universal, el de la mirada, los gestos, la empatía y el don de gente”, destacó.

Agradecer por un sueño

En este viaje, los paisajes la encantaron, los diferentes tonos en el color del agua, el cielo por las noches, las costas, los delfines que divisó cuando pasaron por el Estrecho de Gibraltar, “todo fue una maravilla y una novedad”, comentó.

El equipo uruguayo volvió en avión, práctica habitual en los viajes de exportación, pero Patricia continuó su viaje por Turquía,  siguiendo con el disfrute de una experiencia “única”.

Antes de volver a Uruguay hay una cosa de la que está segura: tiene mucho para agradecer a las personas que la ayudaron a cumplir este sueño, como al gerente de Gladenur, a sus jefes y colegas de trabajo, a su audiencia en la radio, y a su madre, hermana y amigos.

Su entorno fue más que importante en esta aventura, resaltó, y en todo momento se sintió apoyada.

Con emoción, contó que el recuerdo de su padre la acompañó durante el viaje, especialmente cuando le pidió una foto al Segundo Oficial al mando y al Tercer Oficial, y el capitán la esperó usando el uniforme y le pidió que le colocara las charreteras, algo que supo hacer varias veces por su padre, que fue policía.

En el Bader III Patricia vivió “días espectaculares”, porque más que un viaje para ella fue un sueño cumplido y “la experiencia fue espectacular, a nivel laboral y personal”.

Un equipo internacional

En el Bader III Patricia viajó a Turquía integrando una tripulación con 72 hombres.

El equipo de cowboys uruguayos con los que trabajó lo integraron: Juan Manuel de los Santos, de Colonia Palma; Diego González, de Rocha; Leonardo Villagran, de Sarandí Grande; y Emiliano Arguiña, de 25 de mayo. El encargado del grupo fue el doctor Juan Pablo Nieto, de Cardona. El promedio de edad del equipo fue 30 años y algunos integrantes ya han hecho de 15 a 20 viajes.

En la tripulación había 39 paquistaníes, 21 filipinos, cuatro egipcios y ocho jordanos.

“Mis compañeros formaron un grupo espectacular, desde el día uno me hicieron sentir una más y me dijeron que no me autoexcluyera por ser mujer”, comentó.

 

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