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La reconstrucción del TPP sin acero y aluminio

El TPP 11 llega en momentos en que progresivamente Trump deja de lado su retórica proteccionista y confirma con hechos parte de sus promesas de campaña
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16 de marzo de 2018 a las 10:48
Por Ignacio Bartesaghi *


Dos hechos de sumo impacto marcaron recientemente el escenario económico global. En momentos en que se firmaba en Santiago de Chile el Tratado Integral Progresista de Asociación Transpacífico (Cptpp) o también conocido como TPP 11, Estados Unidos confirmaba la suba de los aranceles al acero y aluminio, lo que desató una serie de reclamos que pusieron al mundo al borde de una guerra comercial.
El cierre del tratado confirma que sus miembros (que entre otros incluye a potencias como Japón, Canadá, México o Vietnam) no se vieron paralizados por la salida de Estados Unidos del TPP. Por el contrario, desde un primer momento mostraron su interés y convencimiento por el libre comercio, renegociando y mejorando de forma muy pragmática aquellas cláusulas defendidas por la primera potencia mundial en el acuerdo original y aumentado el acceso en algunos productos antes excluidos.
Este acuerdo es hoy el más moderno en cuanto a sus disposiciones, incorporando nada menos que 30 capítulos de última generación en temas tales como comercio electrónico, asuntos laborales, competitividad, desarrollo, cooperación, pymes, medioambiente, facilitación del comercio o entrada temporal de personas de negocios, entre otros.

En cuanto a sus impactos, si bien debe reconocerse la drástica caída de su importancia global tras la salida de Estados Unidos, cabe recordar que los 11 países explican nada menos que el 14% del PIB mundial y 15% del comercio global, con un mercado conformado por 500 millones de personas. Grandes economías como Japón, México, Canadá y Vietnam logran mejoras considerables en acceso en sectores como el agroalimentario, textil, calzado, automotriz, dispositivos médicos o servicios.
El acuerdo presenta especial importancia geopolítica para Canadá y México que enfrentan los embates de la administración Trump en la compleja renegociación del Nafta, incertidumbre que los lleva a avanzar cuanto antes, en una mayor diversificación comercial. También para Japón se trata de un avance sustancial en su política comercial, ya que el mencionado país fue uno de los más afectados por la salida de Estados Unidos del TPP original.

Incluso los miembros más activos en el cierre de acuerdos comerciales como Singapur, Nueva Zelanda, Chile o Perú logran ganancias. Se trata de mejoras en acceso en algunos rubros que estaban excluidos en tratados anteriores, la importancia de la acumulación de origen en la conformación de las cadenas globales de valor o los impactos positivos derivados de las mejoras en las regulaciones, incorporando elevados estándares que implementan un solo espacio de negocios entre las 11 economías, lo que impulsa la profundización de los intercambios comerciales y la captación de inversiones.
La firma del nuevo acuerdo fue muy bien recibida a nivel internacional, especialmente por la señal de apertura que gran parte de los países pretende dar a la administración Trump. Este es el caso de China, que felicitó la firma del nuevo tratado mostrando su interés en seguir adelante con las negociaciones de su propio megabloque conocido por las siglas RCEP, el que de cerrarse, se transformaría en el tratado de mayor impacto mundial (los miembros explican más del 40% del comercio mundial con un mercado de 3.000 millones de personas).

El TPP 11 llega en momentos en que progresivamente Trump deja de lado su retórica proteccionista y confirma con hechos parte de sus promesas de campaña. Una de sus primeras medidas fue el abandono del TPP y el inicio del proceso de renegociación del Nafta. Seguidamente atacó a la OMC, lo que llevó a cabo bloqueando cualquier avance en la Conferencia Ministerial de Buenos Aires y afectando el normal funcionamiento del Sistema de Solución de Diferencias de la organización multilateral de comercio. En paralelo terminó cumpliendo con su amenaza de subir los aranceles, lo que concretó con la aplicación de salvaguardas a los paneles solares y máquinas lavadoras, para posteriormente aumentar las tarifas de importación al acero y aluminio, en este caso alegando razones de seguridad nacional.

Las iniciativas planteadas a sus socios regionales en el marco de la renegociación del Nafta no son muy halagüeñas, si se tiene en cuenta la propuesta de eliminar el mecanismo de solución de disputas, la posibilidad de revisar el acuerdo cada cierto tiempo o el nivel de intromisión en las políticas nacionales pretendido por el gobierno de Estados Unidos. Esta realidad llevó a un aumento de la preocupación de la comunidad internacional, pero especialmente de los principales socios comerciales de Estados Unidos como China y la Unión Europea. En el plano interno, la administración Trump pierde en los últimos días a dos de sus principales asesores en asuntos económicos e internacionales.

Además del impacto internacional de las medidas impuestas por el gobierno de Estados Unidos, es evidente que parte importante de las mismas no tienen sustento económico y terminarán afectando al propio país que las aplica. Si bien las trabas arancelarias podrían tener un efecto positivo en el corto plazo, ya sea en el aumento del empleo de algunas industrias o en una relocalización parcial de las inversiones, estos fenómenos no mitigarán los impactos negativos de mediano y largo plazo por la pérdida de competitividad de las empresas estadounidenses, las que tendrán que adquirir insumos a mayor precio o que deberán enfrentar restricciones arancelarias crecientes aplicadas en el marco de las represalias comerciales. A todos esos efectos se le suma la pérdida que sufre el consumidor por el aumento del precio en los bienes de consumo.

Es en este escenario internacional que se ha reconstruido el TPP 11, un tratado que garantiza la plena vigencia de esta categoría de acuerdos y que sigue amenazando a aquellas economías que no forman parte de este fenómeno.


* Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la misma Universidad. Doctor en Relaciones Internacionales e integrante del Sistema Nacional de Investigadores.

Twitter: @i_bartesaghi

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