María Inés Hiriart

La residente del Dolce Vita que luchó 27 días contra el covid-19 en el CTI

La mujer fue “la paciente más grave” que atendieron en el Hospital Español

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20 de junio de 2020 a las 05:01

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Su cuerpo está débil. Hace poco volvió a entender lo que pasaba a su alrededor. Está rodeada de cables y tubos, en uno de los hospitales más importantes del sistema de salud público de Montevideo. Frente a ella, una enfermera que le acerca un celular. Y en la pantalla, ve de nuevo a su familia. Se llama Miriam Leira, tiene 59 años y se recuperó del covid-19 luego de pasar 27 días conectada a un respirador y con escasas posibilidades de seguir con vida. 

Según Nicolás Nin, uno de los médicos intensivistas que la trató, fue “la paciente más grave” que atendieron en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Español en lo que va de la pandemia. El 21 de abril ingresó al CTI y tenía los pulmones muy inflamados y el oxígeno muy bajo.

Todo comenzó cuando el coronavirus llegó al residencial Dolce Vita, la casa de salud que registró más de veinte infectados y debió ser intervenida por el Ministerio de Salud Pública (MSP). Una de las noches donde la enfermedad se propagaba con fuerza en ese hogar de ancianos del barrio Belvedere, Leira sentía una fiebre que no la dejaba dormir. Llamaron a la emergencia y se la llevaron al Hospital Español porque era claro: tenía síntomas de covid-19.

Leonardo Carreño
 

Mientras eso ocurría, los residenciales todavía no se habían convertido en la portada de todos los medios. Aún no se habían detectado los grandes brotes y solamente se registraban algunos casos particulares en un par de hogares de ancianos. El secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, todavía no había dado aquella conferencia de prensa el 26 de abril donde dijo que más de un centenar de estos establecimientos estaban en condiciones “por debajo del respeto de los derechos humanos”. 

Una de las razones por la que Leira vive en una residencial es por una enfermedad que nada tiene que ver con la pandemia: sufre esquizofrenia. Según contó su cuñada, Rosario Rodríguez, ha sido “tratada” y su cabeza, ahora, “funciona muy bien”.

Pero eso no fue lo que hizo que el coronavirus actuara con más fuerza en su cuerpo, sino una neumonía que había padecido en el pasado y que ya la había llevado a conectarse a un respirador. La situación era “extremadamente grave”, según Nin. 

Desde el hospital le decían a la familia que la paciente tenía más chances de morir que de sobrevivir. Su sistema respiratorio estaba delicado y no registraba avances con el paso de los días.

“Los médicos me decían que había pocas esperanzas. Ella igual la seguía peleando y los médicos también. Y salió, salió. A nosotros todavía nos parece mentira”, comentó Rodríguez.

También afirmó que no tiene palabras para agradecer al plantel asistencial que le salvó la vida a su cuñada y que le brindó apoyo a la familia en todo momento. En la familia de la paciente todos se tuvieron que hisopar en análisis de diagnóstico con resultados negativos.

Nin, por su parte, lo considera un “triunfo” de todo el equipo del hospital. Y mientras destacó la labor de sus compañeros, contó que se emocionó mucho cuando, por primera vez, Leira volvió a hablar con su familia por videollamada. “Todo esto es muy gratificante. Estamos muy contentos”, dijo el intensivista.

Mientras conversaba con El Observador, Rodríguez recordó desde su casa en Melilla todo lo que pasó en retrospectiva y sepuso a pensar en el angustiante mes que vivieron y que, milagrosamente, tuvo un final feliz.

“Pensar que veíamos al coronavirus tan lejos nuestro. Pero cuando quisimos acordar la teníamos al lado a la enfermedad, la teníamos en la puerta de nuestra casa”, reflexiona. “Pero le ganamos. Miriam es una sobreviviente del covid”, afirma.

En todos los residenciales

En total, en lo que va de la emergencia sanitaria, hubo 61 casos de coronavirus –entre residentes y funcionarios– en nueve casas de salud (ocho de Montevideo y una de Canelones) donde viven y trabajan 304 personas, según datos del MSP a los que accedió El Observador este miércoles.

De esos 61 casos, la mayoría fueron asintomáticos (39) y una minoría padecieron los síntomas (22). En tanto, 11 requirieron ser internados y cuatro fallecieron. 

Desde el MSP entienden que el número de contagios y la letalidad del virus en estos centros fue baja en comparación con lo que sucedió en Europa, donde más de la mitad de los muertos totales eran ancianos que vivían en residenciales. Las autoridades creen que eso se debió a un rápida detección de los focos y un buen control de parte de los prestadores de salud.

La propia cartera fue en busca de detectar casos en residenciales. Antes de que institucionalmente supieran que habían infectados en estos establecimientos, mandaron un mail a todos los directores técnicos de los hogares de ancianos registrados para que les avisaran en caso de tener un caso sospechoso o confirmado. Y así ocurrió. Al otro día, dos directores técnicos de dos residenciales afectadas se contactaron con la secretaría de Estado. En pocas horas, todos los residentes y funcionarios de esos centros habían sido testeados. Los pacientes fueron aislados y el virus no llegó a propagarse con más fuerza.

Siguen las inspecciones

Cuando el residencial Dolce Vita se metió en abril en el ojo público y la cuñada de Leira vió fotos de los descuidos que se daban puertas adentro, se encontró con una absoluta sorpresa. No porque nunca haya pisado ese establecimiento, sino porque no era lo que estaba acostumbrada a ver cuando cada fin de semana se llevaban a la mujer para almorzar en familia.

Ahora trata de entender qué fue lo que pasó y planteó hipótesis, mientras advirtió que en su familia se sentían “horrible” y “culpables” por haberla llevado a ese lugar. 

Cuando sus familiares entraban a verla ingresaban por la puerta del frente,  iban al dormitorio y al estar, nada más. La cocina, por ejemplo, era desconocida para Rodríguez. En el último tiempo Leira insistía a su familia que la comida del residencial “era una porquería”.
Pero eso ya es cosa del pasado. Luego de que Leira venció al covid-19 y se comprobó que era incapaz de generar nuevos contagios, la trasladaron a otra casa de salud que, según Rodríguez, está “nuevita”. 

El Dolce Vita, por su parte, continúa siendo inspeccionado por el MSP. Aunque el brote ya fue controlado y no hay nuevos casos en este establecimiento, un médico y una enfermera van a visitar el lugar una vez por semana para corroborar que el centro esté en buenas condiciones sanitarias.

Leonardo Carreño

El Observador se contactó con la encargada del residencial pero prefirió no dar declaraciones. 

A fines de abril, tras la quinta visita realizada por el equipo técnico del gobierno luego de constatar el primer foco infeccioso, la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) constató negligencias que denunció ante la Dirección General de Salud, y se labró un acta. “Los pacientes sospechosos siguen en contacto estricto con los positivos. Una funcionaria positiva se encontraba alimentando a una paciente sospechosa en el área de la cocina”, señaló en su momento el informe, al que accedió El Observador

Desde el MSP también elaboraron un plan para que a cada residencial se le asigne un prestador de salud que se encargue de todos los pacientes que viven allí. Según contaron fuentes de la cartera, en una de las casas de salud había 15 diferentes prestadores representados en distintos pacientes y eso generaba una mayor circulación de personal de salud por los establecimientos y un menor control de la situación global.

Hospital Español: tres en CTI, tres recuperados
El Hospital Español, centro de referencia en la atención de pacientes con coronavirus del sistema público de Montevideo, mantiene resultados positivos en su unidad de cuidados intensivos: los tres pacientes que ingresaron en estado delicado se recuperaron.
“Los tres que tuvimos en el CTI han salido vivos, ahora están en la casa, y para nosotros eso es un enorme triunfo. Venimos con una racha muy buena. Ojalá no vengan más pacientes, y si vienen, ojalá podamos sacarlos a todos adelante”, dijo a El Observador uno de los médicos intensivistas que trabaja en el centro, Nicolás Nin.
Mientras atienden al paciente, intentan que la familia mantenga el contacto más estrecho posible. “A la familia de Miriam las hice entrar muchas veces, con protección y a través de un vidrio, por lo menos para que la pueden ver”, cuenta Nin. Eso ocurría los días lunes, miércoles, sábado y domingo. Los martes, jueves y viernes el grupo asistencial se encargaba de realizar una videollamada entre la paciente (luego de que se recuperó) y la familia, con un celular que la Fundación Telefónica donó al centro de salud.  
“Una de las cosas que aprendimos de Europa es que la gente se moría sola, sin que la viera nadie, y acá dijimos: a nosotros no nos puede pasar”, contó el médico.
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