Tiempo de lectura: -'

16 de mayo de 2020 a las 05:00

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Si hay algo que ha demostrado Google, al menos en Uruguay, es que es a prueba de ideologías. Uno de los principales dueños del mundo –no solo de la tecnología del mundo, sino del mundo– es socio activo de gobiernos uruguayos tan diferentes como los pasados del Frente Amplio y el actual encabezado por el Partido Nacional y sustentado por la coalición multicolor.

El gobierno del presidente Luis Lacalle Pou ya firmó un acuerdo con Google y Apple que podría llegar a convertirnos en uno de los primeros países en los que se probará un sistema que desarrollaron en conjunto para alertar a las personas que estuvieron en contacto cercano y reciente con algún individuo que haya sido diagnosticado como positivo por covid-19. En las próximas dos semanas se espera que la app del MSP –Coronavirus UY, que ya está activa– sume este sistema. En el proceso, el gobierno deberá decidir si realmente lo usa, pero todo indica que hacia allí se encamina, según fuentes cercanas al desarrollo tecnológico y la decisión final.

Lo de la ideología viene a cuento porque en estos días de urgencias reales (la pandemia) y urgencias inventadas (los enfrentamientos políticos) no han surgido voces disonantes con respecto a esta movida que en otros tiempos hubiera merecido duros calificativos de “imperialistas” de parte de la izquierda y otros tantos admonitorios de la privacidad.

Diego Battiste

En 2015, cuando el Plan Ceibal anunció que comenzaría a trabajar con Google Education, hubo muchas protestas de políticos, académicos e intelectuales preocupados por la privacidad. Google Education es un conjunto de apps que incluye almacenamiento en la nube gratuito y que puede ser usado tanto por estudiantes como docentes. Hubo algún griterío, alguna carta de protesta, algunas explicaciones del por entonces presidente de Ceibal, Miguel Brechner. Y Google Education se sigue usando hasta hoy en todo el ecosistema Ceibal, además de en muchos centros privados de educación.

Para entonces Uruguay ya tenía una relación fluida con Google, que era socio real de este pequeño país en lo que luego se convirtió en el primer cable propio de internet que une a la banda oriental con Boca Ratón, Estados Unidos, y de ahí con el resto del planeta. ¿Recuerdan cuando algunos políticos –opositores y no tanto– pusieron el grito en el cielo por esta asociación con Google?

Ahora parece que nadie protesta y no me malentiendan, en este contexto tal vez sea una ganancia. Sin embargo, la ausencia de debate político productivo –que no es lo mismo que las salidas a los medios para marcar la cancha– deja en el terreno de cada uno de nosotros la decisión segura, clara, informada, de qué hacemos con nuestra “privacidad virtual”, si es que esta combinación de términos es posible. Esta variable es personal y, si bien debe ser parte de la responsabilidad del Estado velar por ella, es en estos tiempos de grandes hermanos tecnológicos tarea de cada uno de nosotros la de mantenernos tan cerca o tan lejos como decidamos de tantas tecnologías que saben más de nosotros que nosotros mismos.

Si finalmente se comienza a usar esa app, cada uruguayo o residente en este país tendrá la opción voluntaria de decidir si quiere ser o no monitoreada por ella. Pero también la persona covid-19 positiva podrá decidir si quiere que esto se sepa en el contexto del sistema, si bien no se conocerá su nombre ni ningún detalle personal. Tanto el presidente Lacalle Pou como el ministro de Industria, Omar Paganini, fueron claros a la hora de referirse a esta esfera de la privacidad, una que a los seres humanos parece preocuparnos cada tanto nomás, cuando el tema se hace muy público o cuando salta algún escandalete, pero que está presente durante cada segundo de nuestra vidas, casi siempre indetectable pero bien presente.

Los técnicos uruguayos ya analizaron el sistema propuesto por Apple y Google y concluyeron que la información que se transfiere entre los usuarios es "anónima" y no se intercambian datos personales. Incluso así, las autoridades aún no dieron el ok, porque esperarán el resultado final del desarrollo local que realiza el mismo grupo de empresas que hizo honorariamente la app del covid-19 del MSP, descargada por unas 200.000 personas.

La ironía de la comodidad humana en la que vivimos inmersos es que nos preocupamos erráticamente por la privacidad pero dejamos que nos rastreen cada minuto de nuestras vidas desde decenas de aplicaciones made in USA, China o el Congo. Casi nadie se toma el trabajo de investigar qué datos te pide esa app, que términos y condiciones establece o qué podrá hacer con esos datos, en un futuro o en el mismo presente a la hora de compartirlos con otras empresas. Nos hemos dado varios golpes al respecto, pero no escarmentamos. Sin embargo, es frecuente que muchos pongan el grito en el cielo cuando salen iniciativas como la de este nuevo sistema.

En Uruguay las autoridades explicaron con claridad cómo funcionará, y que será voluntario. Nadie podrá decir que no estábamos informados. Pero todos podríamos desde ahora hacernos un poco más responsables de lo que queremos o no queremos hacer. Personalmente soy partidaria de decirle que sí a este sistema porque nos favorece a todos tener un poco más de información y seguridad en una situación de incertidumbre total. De hecho, el objetivo de esta movida es intentar controlar una segunda ola de contagios y poder aflojar las medidas de confinamiento.

Claro que siempre hay lugar para las teorías conspirativas y para las metidas de pata muy reales que se han mandado estas y otras empresas tecnológicas, a la hora de respetar mínimamente sus acuerdos de privacidad con los millones de personas que confían, consciente o inconscientemente, en sus servicios. En este caso cada uruguayo deberá decidir si da dedito para arriba al sistema, igual que la mayoría se lo ha dado a Gmail y otros proveedores de correo; a los mapas que saben por dónde nos movemos, a qué hora y con qué frecuencia; a las redes sociales que conocen nuestros gustos más íntimos y un etcétera demasiado largo para seguir.

El sí de ahora al nuevo sistema puede ser un sí solidario para con toda la sociedad. Es verdad también, como dijo Paganini esta semana, que no hay nada en el mundo virtual 100% seguro ni imposible de hackear. Si sos covid-19 positivo y algo sale mal en este esquema, aunque sea estadísticamente improbable, podrías convertirte en una víctima del miedo colectivo.

También es cierto que podrías ser un pequeño héroe anónimo, igual que algunos uruguayos que fueron infectados por el virus y decidieron donar su sangre para que los investigadores puedan conocer más sobre la inmunidad o ausencia de ella que se genera en el organismo humano. Estos uruguayos también forman parte de una pequeña base de datos que se maneja en alguna repartición universitaria o estatal.

La privacidad es, como el tiempo, un bien que parece intangible pero que se cobra siempre muchas víctimas. Es hora de que nos hagamos responsables de ella y es hora de que, por todos los medios y con todas las herramientas, ayudemos a cada persona a entender los alcances de decirle que sí o que no a una app para bailotear o hacer playback de algún artista de moda.

Como en un banco, la privacidad es una cuenta corriente que hay que mantener equilibrada. Lo que firmaste hoy cambiará mañana, y al igual que controlás tus débitos y créditos, deberías hacer lo mismo con tu cuenta corriente de privacidad.

Mientras tanto, regocijémonos con una buena noticia: en algo parece estar de acuerdo todo el sistema político. No pasa seguido.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.