La guerra en Sudán no tiene perspectivas de acabar y la tregua del viernes 9 no prosperó. El país se dirige hacia una hambruna en el marco de choques étnicos, viejas rivalidades entre jefes y facciones militares así como ambiciones de poder que se entrecruzan mientras los muertos registrados superan los 800 y hay muchos tirados por las calles de la capital, Darfur, y en otras ciudades.
"Estamos en peligro de encaminarnos a una hambruna", dijo a la agencia alemana DW la cofundadora del centro sudanés de investigación Estanad, Muzan Alnee quien advierte que “los recursos alimentarios del país empiezan a escasear debido a que no se han sembrado los campos como consecuencia del conflicto que azota al país” desde mediados de abril.
Desde hace dos meses persisten violentos enfrentamientos entre las fuerzas armadas sudanesas, lideradas por el general Abdel Fattah al Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), bajo el comando del general Mohamed Hamdan Dagalo, más conocido como Hemeti.
La imposibilidad de mediación en las ambiciones de poder de esos dos jefes parece ser, para los observadores de organismos internacionales, un escollo difícil de zanjar. Por otra parte, el general al Burhab es renuente a que las FAR a integrarse en el ejército regular.
Los enfrentamientos siguen y las breves treguas no dan perspectivas en un país donde la economía está prácticamente paralizada. La inflación resulta ascendente y el sistema financiero está colapsado. En numerosos barrios de Darfur hay escasez de agua, comida, electricidad, medicinas y personal de salud exacerbaron la situación al punto de volverse insostenible para la población.
Según el Ministerio de Salud de Sudán, los combates han provocado 800 muertos y al menos 6.000 heridos hasta la fecha. Sin embargo, es probable que haya que multiplicar esa cifra debido a que muchas bajas sencillamente no se reportan. Innumerables cuerpos siguen sin recoger y sin contar en las calles.
"Nuestro barrio es como una ciudad fantasma", comenta a DW el investigador de la Universidad Nacional de Sudán, Yasir Zeidan, quien logró salir del país en barco vía Puerto Sudán y ahora vive en el exilio en Arabia Saudita.
Zeidan dice que un vecino suyo decidió quedarse y esta semana le dijo por teléfono que "los paramilitares saquearon todo el barrio" y también "irrumpieron" en su casa para saquearla. “Los soldados buscaban dinero u oro, además de llaves de vehículos. Tomaron automóviles para transportar armas y hombres", explica. Su propio automóvil fue alcanzado por una bala, pero sigue estacionado fuera de su casa.
La investigadora del centro de estudios alemán GIGA, Hager Ali, dice que “en los últimos dos meses, la lucha por el poder se volvió desesperante. Los combates en Jartum no se van a decidir solo por las armas y no hay espacio para una victoria decisiva", le dijo a DW.
Por su parte, Theodore Murphy, director del Programa para África del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores sostiene que "esta guerra se ha convertido en una guerra de desgaste, donde el resultado se determinará por el apoyo que reciban los bandos".
"Ese apoyo puede ser externo, en forma de dinero y armas por parte de socios regionales, pero también puede ser interno", dice Murphy. Los conflictos étnicos a su vez "dan nuevos bríos a conflictos locales por motivos étnicos preexistentes, como ocurre en Darfur".
Las diferencias étnicas en la región occidental de Darfur son marcadas. Una parte de la población se identifica como árabe y la otra como africana. Eso alimenta un choque violento entre facciones.
Entre 2003 y 2005, esas diferencias fueron la base de crímenes de lesa humanidad donde las víctimas fatales entre la población civil pudo haber llegado hasta 200.000, aunque los registros no son precisos.
Por esos asesinatos, la Corte Penal Internacional con sede en La Haya, condenó en ausencia contra el entonces presidente Omar al Bashir y su milicia Janjaweed.
La Janjaweed es la que se convirtió en las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), una de las dos facciones en pugna en la actualidad.
"En el conflicto actual, cuando se le pidió al grupo africano que se pusiera del lado del rival de las FAR, el ejército sudanés lo hizo como una forma de vengarse de la violencia ejercida por los árabes de Darfur", explica Murphy.
Darfur se ha convertido en la segunda zona donde más combates se han registrado, después de Jartum. "Llevar la lucha a Darfur le da a las FAR la ventaja de combatir en casa, porque sus tácticas de merodear, saquear y quemar estructuras funciona mejor allí que en un entorno como el de Jartum, donde las fuerzas regulares tienen una ligera ventaja", dice la investigadora alemana Hager Ali.
En su opinión, los paramilitares están especializados como tropa móvil terrestre y para ellos el campo de batalla de Jartum es desconocido. Muchos ni siquiera habían estado en la capital antes del conflicto.
El viernes 9 de junio se alcanzó el octavo acuerdo de cese al fuego entre las partes. Se extendió por solo 24 horas, aunque esta vez al menos sí se detuvieron los combates en ese lapso. Mientras, uno de los negociadores clave, el enviado de la ONU, Volker Perthes, fue declarado persona no grata por el general Al Burhan, el jefe del Ejército, la facción opuesta a las FAR.
(Con información de agencias)