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La vigencia de la cría en razas laneras y su rol dinamizador

Gianni Bianchi Olascoaga: al rubro y al país le sentaría mucho mejor sistemas que arraiguen gente, que obliguen a la capacitación permanente, que den trabajo y que aumenten la producción de carne y también de lana, porque no son antagónicas
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12 de noviembre de 2018 a las 16:14

Por Gianni Bianchi Olascoaga, especial para El Observador (*)

Basta que los precios de la fibra muestren valores atractivos (con un claro diferencial a favor de las lanas finas), para que se vislumbre (y en algunos casos se aliente) un cambio en la composición del stock de los productores que crían Merino Australiano.

Existe en el escenario actual (y pasado inmediato), de precios muy altos para lanas de 20 micras o menos, casi la convicción que la situación actual es cuasi irreversible. La “necesidad” de lanas finas producto de la demanda por prendas livianas, de toque más suave y estilo más informal, en cierta medida parecería respaldar dicha convicción.

Sin embargo y a pesar de que las economías de los principales países consumidores de lana están bien en general, China –que es el principal consumidor de lana para vestimenta del mundo y también el principal exportador de top– es un mercado extremadamente volátil.

Si a eso se le agrega que el consumo de prendas de lana por parte de Estados Unidos (segundo consumidor mundial) ha disminuido, parece bastante aventurado determinar cambios –que son de más largo plazo– en la producción primaria.

Vale la pena recordar que hace apenas tres años en Uruguay las lanas medias tenían una muy buena demanda y colocación, sea para textiles de uso en tapicería de automóviles de alta gama, interior de aviones, sea para interiores (frazadas, cortinas).

No se quiere decir de ninguna manera que las lanas finas no son una opción más que  interesante, pero desde mi punto de vista eso no determina por si sólo un cambio en la orientación productiva, ni siquiera en productores que exploten la raza Merino Australiano.

Fotografías 1 y 2: Producción de lana fina en base a capones y disminuyendo las ovejas. Baja inversión, mínimos cuidados, escasísima demanda tecnológica. Sistemas que –de desarrollarse– consolidarían la magra producción del rubro. Sustentables solo a escala importante y como rubro complementario.

Fotografías 3 y 4: La otra cara de la moneda: sistemas de producción de lana fina en base a  categorías que además de lana fina producen corderos, sea con comida extra-predial o mejoramientos forrajeros. Se mantienen las ovejas, aumenta la producción de carne de calidad y también de lana fina.

Este año el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) publicó una serie técnica donde –entre otras cosas– se muestran los resultados de una simulación en dos empresas ganaderas y criadoras de Merino del Basalto diferentes estrategias referentes a la composición del stock (venta del borrego tras la primer esquila, venta después del segundo vellón o venta después del tercer vellón) y paralelamente cambios en el porcentaje de señalada (60%, 70% y 80%. En dicho trabajo, escrito por De Barbieri y otros colegas, se concluye que la mejor alternativa sería la de retener un año más el borrego que esos productores venden tras la esquila del primer vellón y venderlo tras su segunda esquila.

Vale la pena señalar que las diferencias en términos económicos comparando las diferentes opciones de venta del macho –dentro de cada escenario de señalada planteado– fue de apenas US$ 13 extra/ha.

Los autores señalan que el impacto en la señalada solo contribuye al incremento de la carne equivalente y agregan que, en situaciones donde no se pueda mejorar el desempeño reproductivo, mantener capones sería una alternativa válida.

En realidad y más allá de valorar el trabajo de los colegas, creo que en cualquier escenario es posible mejorar la señalada, sobre todo cuando se parte de guarismos decididamente malos. Pero, además, el impacto que se obtuvo en el citado trabajo es claramente marginal, con el agregado para nada menor –que los autores mencionan– que necesariamente hay que disminuir la oveja de cría para no incrementar el stock.

Y es precisamente en esa categoría donde el impacto en mejorar 20 puntos porcentuales la señalada tendría un aporte muy importante; de ahí que no se hayan registrado incrementos significativos con la mejora reproductiva simulada.

Se comparte que la producción de lana fina es una opción atractiva para empresas que cuentan con limitadas alternativas de diversificación, debido a las limitantes productivas de muchos suelos del Basalto, pero eso no necesariamente es sinónimo de prolongar el tiempo de venta de las categorías solteras para extraerle más vellones.

Si bien implica menor costo de producción porque simplifica la atención, el manejo y la sanidad, determina una menor proporción de ovejas en la empresa que atendidas adecuadamente y con asesoramiento técnico permitirían incrementos significativos en términos físicos y económicos, sin por ello renunciar a la producción de lana fina.

El año pasado una delegación de Central Lanera Uruguaya (CLU), junto a productores y técnicos del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), visitó Oceanía y tras el informe del ingeniero agrónomo Rivero y otros técnicos del SUL, una de las cosas que más me llamó la atención es que las ovejas Merino Australiano de 19-21 micras de diámetro presentaban pesos vivos de 80 kg, 8 kg de lana vellón, 90-120% de señalada y producían corderos pesados con edades de 4 a 5 meses.

Obviamente que estos coeficientes implican manejo, alimentación y asesoramiento técnico. Pero no hay que olvidar que esa misma raza en Uruguay apenas presenta pesos vivos que no alcanzan la mitad de los señalados en el informe de los colegas y sólo producen 3,5 kg de lana, señalan 0,6 corderos/año y venden mayoritariamente borregos 2 dientes.

Claro que mejorar implica mayor atención (sinónimo de personal bien remunerado y capacitado), inversión en comida (igual extra predial, las limitantes del suelo no deben obligar a renunciar de darle de comer bien a las ovejas), sanidad y presencia técnica. Pero si al menos se logrará un incremento de 30 puntos porcentuales de los valores históricos en peso, lana, reproducción y crecimiento de los corderos, el esfuerzo sería altamente recompensado. La mejora repercutiría también en la recría y si se considera que el 70% de los ovinos están en el norte y ahí claramente predomina el Merino, el impacto alcanzaría al rebaño nacional.

La producción de corderos en el país es cada vez menor (porque el stock aún sigue bajando y los indicadores reproductivos no han variado), aunque paradojalmente la carne ovina –y sobre todo la de categorías jóvenes– es un “commodity caro” y dentro de las variaciones en su cotización resulta más estable frente a los precios de la lana. A pesar de que por efecto de stocks la brecha entre lanas finas y gruesas esté aumentando y la demanda por aquellas se considere firme.

Un sistema que apunte a explotar categorías solteras no demanda casi cuidado (basta con 3-4 tomas al año y concentrarlos en los potreros más pobres) y menos, asesoramiento técnico. No son sistemas generadores de demandas tecnológicas, ni siquiera constituyen insumo para la investigación nacional y desde mi punto de vista consolidan el estancamiento productivo, aunque por razones obvias se recurra a esquilas que valoricen la lana.

Quizás por haber trabajado casi 30 años en la investigación me seduzcan sistemas que impliquen desafíos, que nos obliguen a pensar cómo mejorar de manera sustentable. Pero también estoy convencido que al rubro y al país le sentaría mucho mejor sistemas que arraiguen gente, que obliguen a la capacitación permanente del personal que está a diario con las ovejas, que den trabajo a los agrónomos y veterinarios que lamentablemente hacen muy poco ejercicio liberal en ganadería y que aumenten la producción de carne (y también de lana, porque no son antagónicas) de forma significativa. De lograrlo nos acercaríamos un poco al país que un año y otro también visitan numerosas delegaciones para ver lo bien que se produce lana y carne ovina en Australia.

(*) Ing. Agr. y Dr., asesor en producción ovina ([email protected])

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