Camilo dos Santos

Lacalle Herrera: “La agenda que fijó el gobierno del 90 al 95 es la agenda que tiene el país"

El expresidente reivindicó la obra social de su gobierno y dijo que un aprendizaje del referéndum de 1992 es que hay que “explicar, explicar y explicar”

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31 de julio de 2021 a las 08:54

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Absorbido por una nube de humo de tabaco negro, el expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera toma un largo sorbo de café. La taza tiene más de diez años pero lleva una inscripción que el líder herrerista usa desde hace décadas para ilustrar su obsesión por el futuro: “Más mañana que ayer”. 

Con esas palabras se paró hace pocos días ante el Congreso Nacional del Herrerismo, que lo volvió a elegir presidente, pero Lacalle Herrera –padre del actual presidente Luis Lacalle Pou– dice que ahora no es más que el “tío viejo de la familia” que “puede dar algún consejo”.  A continuación, un resumen de la entrevista que mantuvo con El Observador, en la que habló sobre su último libro, la vigencia del herrerismo y algunas pinceladas de la coyuntura política.

En el último congreso del Herrerismo se autodefinió como una especie de “bisagra” entre generaciones. ¿A qué se refiere?
El rol mío está definido por la circunstancia política y familiar que vivimos. El presidente es Lacalle Pou y yo no tengo actividad política cotidiana. Yo sirvo como símbolo y bisagra. A los 80 años recién cumplidos, trato de juntar en mi memoria y en un trabajo las ideas del herrerismo. Soy como el tío viejo que siempre tiene las historias de la familia y puede dar algún consejo. Nada más.

Presentó recientemente el primero de tres tomos acerca de su peripecia política. ¿Es una manera de canalizar esas ansias de participar del debate público?
Esto no es una memoria ni una biografía. Es un relato que empieza en 1980 con la formación del Consejo Nacional Herrerista. Este primer libro es la historia de cómo ese grupo, súper minoría dentro del partido –Por la Patria y el Movimiento Nacional de Rocha eran el 80%–, en nueve años se convierte en mayoría del partido y en ganador de las elecciones nacionales. Son los pasos que dimos, con paciencia, un poco de picardía política y sentido estratégico, para lograr un resultado que no era habitual en el Partido Nacional. 

Ese Consejo Nacional Herrerista nace junto a la rendija democrática del plebiscito del 80. ¿Cómo fue esa ruptura con otros herreristas que habían estado a favor del régimen, formaban parte del gobierno de facto y reivindicaban el Sí?
El herrerismo de Herrera murió con Herrera. Enseguida, en la elección del 62 ya había dos versiones. Después se fue desgranando y desapareció. Ya en el año 66 está Mario Aguerrondo por un lado, que fue muy minoritario, y Wilson Ferreira, que congregó a unos cuantos herreristas importantes –e incluso tomó, con inteligencia, ideas parecidas a las de Herrera–. Cuando se produce la dictadura algunos personajes importantes del herrerismo acompañan y otros no acompañamos. A nosotros nos dirigía Mario Heber, que encabezó ese “Herrerismo duro de boca”, como le decimos nosotros. Entendimos que era una interpretación, que a la larga se convirtió en la única.

¿Sentían que esas personas no representaban fielmente los principios herreristas?
(Piensa) Decir “yo soy herrerista” era lo fácil; tener actitudes distintas respecto a la situación… era lo que cada uno creía.

Pero usted en el libro señala que en el proceso que llevó a la dictadura hubo “dos minorías soberbias” que tuvieron un accionar “antinacional”: los tupamaros y los golpistas. ¿Ahí incluye a esos dirigentes herreristas que acompañaron el régimen? 
Ellos optaron por acompañar el gobierno de (Juan María) Bordaberry y lo que siguió. Nosotros no. Yo creo que estaba en lo correcto. 

Al describir el legado de Herrera, usted hace hincapié en lo nacional y lo popular como dos elementos centrales. ¿Por qué ve en ello un elemento distintivo del herrerismo?
No opinamos en el sentido monopólico de que lo nacional y popular solo está en el herrerismo. Pero es, por un lado, un movimiento con gran raíz nacional, del Uruguay, defensor de lo que es el país que tanto le costó nacer y tanto le costó vivir; y popular porque la gente acompañó masivamente a Herrera, y nos acompañó a nosotros. Tampoco somos dueños del pueblo y lo popular. Pero son dos caracteres que para mí son distintivos del movimiento. 

¿Y qué los distingue dentro del Partido Nacional?
El doctor Herrera, durante toda su larguísima trayectoria, tuvo esas dos constantes: la defensa del interés nacional y sobre todo rompió una organización interna del partido muy elitista. Él pertenecía a ese nivel dirigencial por nacimiento y hubiera sido una persona importante. Pero hay dos ingredientes que lo cambian: la revolución de 1904 y Estados Unidos. La revolución le dio el contacto con la gente que iba a esas campañas sin nada, en un movimiento muy popular. En Estados Unidos vio el ejercicio democrático, que lo maravilló. Nosotros tenemos un criterio de lo popular como proximidad: el país real, el embarrarse los zapatos. Y la demostración de la visión popular del herrerismo puede trazarse desde las iniciativas obreras de herrera en 1905 hasta el último gobierno del Partido Nacional que me tocó presidir. En todo el siglo XX no hay ninguna obra social que no cuente con el apoyo del herrerismo. 

¿En este gobierno?
Yo no entro en este gobierno. Porque no terminó además.

Camilo dos Santos
"No voy a tener retrato en el salón del Directorio. Eso es para los caudillos y se cerró esa lista. Ahora, en otro salón estoy yo y mi hijo. ¡Eso no es poco!"

Desde la izquierda se ha utilizado frecuentemente la etiqueta de herrerista en tono despectivo. ¿Usted cómo lo toma?
En los últimos días, y debe haber una consigna porque es gente muy organizada, hemos oído declaraciones desde la izquierda, que usan la palabra herrerismo. Para nosotros es un gran elogio. El otro día en la televisión un dirigente sindical de Ancap decía: porque este gobierno que es herrerista... Yamandú Orsi dice: el herrerismo es el que me impide tal cosa. Rafael Michelini hace años decía: esto es el herrerismo que vuelve. Bueno, para nosotros es un reconocimiento que mucho agradecemos. Que nos digan herreristas como algo que para ellos es negativo… Para nosotros es simplemente reconocer que para ciertas fuerzas somos un obstáculo y un rival. Fuerzas que nosotros además consideramos equivocadas y conservadoras. Cuanto más piedras nos tiren, más alto va a ser el monumento que vamos a construir. 

El otro día en el acto del herrerismo reivindicaban “el triunfo de las ideas” y destacaban que las ideas que promovieron hace 30 años, y fueron atacadas por el FA y el Partido Colorado, ahora contaban con grandes apoyos. ¿Cuáles son esas ideas?
Nosotros podemos decir sin falso orgullo que la agenda que fijó el gobierno de 1990 a 1995 es la agenda que tiene el país. Y llevamos a cabo transformaciones todas en beneficio del país y de gran sentido popular. Si algo prueba que esas reformas eran buenas para el país es lo que pasó en el puerto. Ahora lo van a llevar al Parlamento a Luis Alberto Heber, y los que defienden el puerto como está son los que antes dijeron que la ley de puertos era mala. Esto no es para camisetear, pero nos da satisfacción ver que algunas cosas que predicamos a veces un poco solos, se convierten en cosas aceptadas.

En los últimos meses se ha reeditado el debate sobre las corrientes del Partido Nacional. ¿Cómo ve hoy la interna y la correlación de fuerzas entre los distintos polos?
Nosotros somos una versión del partido, particular y distinta. Siempre el partido tuvo esas dos alas. Desde la época de Herrera es nacionalistas independientes y herreristas. Siempre estuvo más o menos el partido desarrollando su vida entre dos visiones que no eran exactas. 

¿Y cuál es esa otra visión?
Bueno, es la que no es herrerista. 

¿Pero esa otra pata se define por oposición al herrerismo? ¿O tiene un elemento distintivo?
Tendrían que ser ellos quienes lo contesten. Creo que coincidimos en el 90% de las cosas. Quizá en algunas visiones e interpretaciones y soluciones de la realidad discrepamos. 

Hay quienes dicen, cortando grueso, que una posible división es entre pragmáticos y principistas. 
A veces sí. Pero acá no hay rayas así de claras. Y no olvidemos que hay un fenómeno institucional atrás. Antes del 96, con ley de lemas, el partido concurría con más de una candidatura y se acumulaban. A partir del 96 es distinto: una primera instancia de partido, y una segunda y última de candidatos. Ahí se tienden a formar agrupamientos a favor de unos y otros. Eso ha ido acercando a las partes. 

Camilo dos Santos

En el libro usted narra como parte de lo que hicieron fue devolverle al partido la vocación de poder. ¿Hoy cómo lo ve?
Esto lo hemos comentado muchas veces con Julio María Sanguinetti: el Partido Colorado se mimetizó con el poder, 93 años. El Partido Nacional se mimetizó con ser la oposición, como para siempre. Entonces en el Partido Nacional se homenajeaba más a Saravia, que es la figura heroica pero que muere y no gana, que la de Oribe que era el hombre de gobierno.

¿Cree que en este siglo puede consolidarse una hegemonía del Partido Nacional por sobre el Colorado? 
No hay nada permanente en esta vida, y menos en el ejercicio de libertad de los ciudadanos. No hay duda que hay una cantidad de electores que se mueven horizontalmente y que no son ni blancos ni colorados. Yo no voy a votar nunca otra cosa que no sea mi partido. Otros pueden decir lo mismo dentro del Frente. Pero los que deciden la elección son los que se mueven.

En el libro se insinúan algunas críticas a Julio María Sanguinetti. ¿Cómo ha quedado su relación con él?
Muy bien. A ver, todos los que venimos de la lucha tenemos alguna mancha y nos hemos inferido alguna herida al otro. A la altura de la vida que estamos los dos, uno mira con benevolencia el pasado. Yo estoy convencido de lo que hice, y él está convencido de lo que hizo. ¿Qué ganamos ahora con resucitar el pasado? La función, en dos partidos muy distintos, es ayudar a la gente joven, transmitir, fomentar nuevas figuras. El Partido Colorado seguramente recuperará su fuerza, y es importante que eso pase. En el Uruguay hay dos entidades que están destinadas a acordar siempre, que son el Partido Nacional y el Partido Colorado. Como lo han hecho durante toda la vida. Desde finales de la guerra grande hasta anteayer, el acuerdo entre blancos y colorados fue pautando la Constitución del 17, la del 34, la del 42. Tenemos un ADN parecido, no igual. 

Camilo dos Santos

¿Cómo observa el funcionamiento de la coalición multicolor?
Primero, es distinto porque las anteriores eran postelectorales. Lacalle Pou tuvo para mí la inteligencia de manejar este concepto desde las internas, y hacia la elección de octubre mostraba el común denominador entre los programas. Es la primera coalición que se plebiscita antes del balotaje. Lo más parecido antes había sido la elección de Jorge Batlle, pero esta vez fue hecha desde el principio. Por eso nadie se puede llamar a sorpresa. La Ley de Urgente Consideración (LUC) se anunció centenares de veces y se cumplió. 

Usted en su gobierno tiene el mojón negativo del referéndum de empresas públicas. ¿Hay algún aprendizaje de cara al referéndum contra la LUC?
Yo creo que la ley de nuestro gobierno, hasta el día de hoy, si uno para a la gente, no sabe bien lo que contenía. Hasta el día de hoy eso no nos extendimos en explicarlo. 

¿Y de eso hay algún aprendizaje?
Ah, yo creo que la comunicación y la explicación y los medios es esencial. Yo le llamaba pasar el algodón antes de dar la inyección. Creo que en este momento  hiperinformativo, más que nunca hay que explicar, explicar, y explicar. Y en un país tan chico como el nuestro, uno casi que puede ir a ver a cada uno. Es algo que hay que tener en cuenta. 

En el referéndum del 92 había dos estrategias posibles: o discutir la ley y los artículos, o asumirlo como un plebiscito contra el gobierno y discutirlo en esos términos. ¿Cuál termina prevaleciendo?
Ahí prevaleció eso otro: 72 a 28. Fue tremendo el resultado. En ese momento tampoco había coalición. Quedaba el apoyo de Pacheco Areco nomás. Sabíamos que ingresábamos en un campo muy arraigado en el país. Pero nuestro fundamento no era ideológico. La idea de la libertad económica, que está detrás de esto. Que el ciudadano sea más libre porque pueda elegir. Si mañana puede elegir entre dos estaciones de servicio, el combustible de distinto precio, va a ser a beneficio del señor que va a cargar nafta, como pasa en la mayoría del mundo. Tenemos esa idea de la libertad de todo lo que pueda ser motivo de mercados. Me parece que es una idea popular y progresista.

¿Progresista en qué sentido?
Es que en nuestro países hay ideas que sin darse cuenta son conservadoras. No se toca, no se toca. No se puede hacer nada. El tema con las empresas públicas es el instrumento. No es ni la soberanía, ni nada de eso. ¿El instrumento sirve a los fines populares? No, entonces cambiémoslo. 

Camilo dos Santos

En el libro cuenta que le planteó al general Medina que escribiera sus memorias del Pacto del Club Naval, aunque fuera para abrirlas 30 años después. ¿Cómo fue ese dialogo? 
 
El Pacto del Club Naval fue más lo sobreentendido que lo que pactó. Eso que el general Líber Seregni dijo como "subyacente o sobrevolando". Como Medina había participado, le dije: "Mire, escriba. Si tiene que decir cosas muy impactantes métalo en un sobre y que se abra en 20 o 30 años". Ya lo estaríamos leyendo. 
 
¿Y le hizo esa sugerencia a Sanguinetti?
 
No, no. Sanguinetti ya escribió su libro además. 
 
¿Cree que hay algo que no se haya dicho aún sobre esa instancia?
 
Todo me dice que nadie da todo a cambio de nada. 
 
¿El Partido Nacional fue demasiado intransigente en la negociación a la salida de la dictadura?
 
Había dos puntos de apoyo distintos. Wilson cuando se fue del país facilitó mucho la tarea de sus enemigos. Él en el exterior tuvo que mantener sus posiciones radicales. Los que estábamos acá, y yo no era de los principales, teníamos una noción de todos los días. Wilson tenía otra visión y tenía que tener otra visión. Sanguinetti por lo menos tuvo la inteligencia y la franqueza de decirle "va a pasar esto, esto y esto".
 
Se refiere a la charla que tuvieron en Bolivia...
 
Ahí (Sanguinetti) saneó su posición. Yo entiendo la posición de cada uno. Todos teníamos una visión cercana de la realidad en la que estábamos. Si una persona que ha vivido en una casa vuelve de noche a su casa, sabe dónde está el comedor, garaje, el baño. Pero si movieron los muebles, a oscuras se va a pegar un porrazo. Esa es la visión más gráfica de lo que pasaba. Para mí Wilson tenía una percepción no afinada de lo que estaba pasando. 
 
Usted es muy cuidadoso al hablar de Wilson...
 
Muy...
 
... pero han tenido varias discrepancias, especialmente hasta ese momento del retorno. ¿Cómo define esa relación?
 
Los caudillos son tremendos, y necesariamente tienen que ser duros. Y nosotros no nos dejábamos agarrar. Siempre tuvimos una relación tensa pero muy cordial, desde que él volvió. Cuando él estaba en el extranjero tuvimos alguna... Yo iba a hablar con él y había cosas que no le gustaban. A mí me gustaba ser independiente y habíamos pagado esa independencia con votos. Siempre tuvimos nuestro caminito. Pero los jefes son complicados. Ya no hay más de estos, ¿no?

¿Usted se considera caudillo?
Yo nunca fui caudillo, ni me siento tampoco. No me crece el pelo por ese lado. Por suerte. Fui un dirigente de cierta importancia y fui presidente. No voy a tener retrato en el salón del Directorio. Eso es para los caudillos y se cerró esa lista. Ahora, en otro salón estoy yo y mi hijo. ¡Eso no es poco! 

Camilo dos Santos

¿Es cierto que su madre le decía que usted tuvo la chance de estar donde Herrera no pudo? 
Me decía sí, pobre. “¿Te das cuenta que vas a llegar a donde no llegó?” Herrera fue siete veces candidato y nunca ganó. Yo gané la primera. Le dije que yo llegaba por él y con él. Por eso lo primero que hice fue ir al cementerio. 

¿Cómo se concilia esa idea de popular en Herrera con el hecho de no haber ganado una elección? O en su caso con no haber logrado retener el gobierno?
Lo popular no quiere decir mayoritario. No puedo negar que es popular el Frente Amplio, el Partido Nacional, el Partido Colorado. Apoyo popular tienen todos, pero no es solo lo mayoritario. El pueblo no se divide en dos: lo popular y lo no popular. Todos los que han sido los pleitos del PN, el herrerismo fue mayoría y mayoría popular. 

En toda su carrera hay un vínculo peculiar con la muerte: el episodio del vino, el fallecimiento de Mario Heber que lo deja como líder del Consejo Nacional Herrerista, la muerte de Wilson Ferreira antes de las elecciones de 1989... ¿Cómo enfrenta la idea de la muerte a sus 80 años?
Tengo una noción muy cristiana de la vida. Sé que la muerte es la alternativa que vamos a enfrentar todos. La providencia a mí me ha rescatado muchas veces, de estar en el borde. Ahora con los 80 la tengo ahí, más cerca. Va a venir a verme algún día. Quisiera tener tiempo de escribir, pero eso lo disponen allá arriba. Ahora me voy a misa 19:30.

Se emocionó mucho cuando Lacalle Pou, la noche del balotaje le dedicó la frase de Herrera: “las nubes pasan, el azul queda”. En todos estos años, ¿cuáles han sido sus nubes, y cuál ha sido su azul? 
Las nubes han sido de todo tipo: desde tormentas de verano y de tormentas grandes. Pero con la conciencia tranquila, uno sabe que el azul queda. Son parte de la vida. La felicidad ha sido ejercer las virtudes que uno tiene, que son muchas o pocas, en el camino que uno eligió. En nuestra profesión hay una manera de llegar al grado superior: presidente de la República. 

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