Un momento de la entrevista de González Oro a Lacalle en el hotel Le Bibló de Carrasco

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Entrevista de González Oro a Lacalle: el secreto de un matrimonio duradero y qué pondría en su epitafio

El expresidente inauguró Posdata, el ciclo de entrevistas que repasará la vida y trayectoria de personalidades de la política, la cultura y la televisión
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27 de noviembre de 2022 a las 05:00

Con el expresidente Luis Alberto Lacalle como primer invitado comenzó el ciclo de entrevistas Posdata, conducido por el periodista argentino Óscar González Oro para El Observador, y que cada semana tendrá a una figura de la política, la cultura o los medios de ambas orillas del Río de la Plata, en una conversación íntima que se planteará como un repaso a sus vidas y sus trayectorias.

El exmandatario uruguayo, que gobernó entre 1990 y 1995, puso a rodar Posdata con una charla en la que reflexionó sobre su mandato y las obras que pudo (o no) hacer durante ese período, sobre cómo es ostentar la presidencia, pero también sobre su longevo matrimonio con Julia Pou, y la influencia de su abuelo, el histórico político Luis Alberto de Herrera.

Entre lo personal y lo político, este es un resumen de esa conversación.

¿Cuando mirás para atrás en tu vida, que ves?
Veo una vida monotemática (risas). Dedicada solamente a una cosa, desde muy joven, que son la actividad y el servicio público, en el que la familia de mi madre, los Herrera, son antiguos. El primer Herrera vino al Río de la Plata en 1749 y con Lacalle Pou en este momento son cinco generaciones de servicio público. Me crié en un ambiente donde los temas del país eran temas muy comunes y se respetaban las tradiciones patrias y las tradiciones partidarias, entonces un buen día yo resolví dejar todo lo demás. Resolví dejar de lado mi profesión de abogado. 

¿Cuándo te agarra el bichito de empezar la campaña para ser presidente?
Yo ingresé en una actividad que medía el avance o no en virtud de que había un solo objetivo muy difícil, sobre todo si sos blanco, porque estuvimos 93 años fuera del gobierno, entonces querer ser presidente, y presidente blanco, era ser muy exquisito. Después que pasa la dictadura ingreso al Senado con mi propio movimiento, con un relativo éxito, ahí ya empecé a decir por qué no. Pero vivía Wilson Ferreira, que era la figura que abarcaba al 80% del partido. Nosotros éramos el 20%, los herreristas. Pero yo me decidí, aún antes de la muerte de Wilson, largar mi candidatura. Y un buen día, pobre Wilson, después de una enfermedad fulminante, se muere y ahí quedó el partido con el principal cargo vacante. Y bueno, ahí nosotros inventamos una campaña muy inteligente, no tuvimos agencia, el eslogan lo inventé yo: “creer para crecer”. Y el hecho es que nos fue muy bien. 

Sos elegido, ¿qué pasa por tu cabeza en el minuto que sabés que sos presidente de la República?
El momento exacto es cuando Jorge Batlle me llama por teléfono. Yo tenía pánico, porque cuando fui electo diputado, lo supe el último día. Algún amigo me había hecho festejar antes de tiempo, me había dicho que ya estaba, entonces en casa festejamos y resulta que los votos todavía no estaban del todo contados, y yo dije "¡qué papelón!". No quería que se repitiera justo cuando iba por el premio mayor. Entonces me llama Batlle, me dice "Luis Alberto, un abrazo", todas esas cosas lindas de nuestro país. Y cuando colgué pegué un alarido, me acuerdo que toqué el techo del escritorio donde estaba, y Julita, mi mujer, me dijo "y a partir de ese momento no sonreíste demasiado". Porque ahí uno se encuentra con la responsabilidad.

¿Cómo se hace para sostener un matrimonio de 51 años como el tuyo?
Creo que en la asociación matrimonial, para describirla incluso gráficamente, lo que hay es amor. Y adentro de ese amor está la atracción física, la atracción intelectual, la compañía, y a medida que unas porciones van disminuyendo, aumenta lo que es compañía. Que es la palabra más linda, compañero, compañera. Acompañar. En nuestro caso, cuando cumplimos 20 años de casados, yo hice una de esas preguntas que es mejor no hacer. "¿Por qué te casaste conmigo”. Y Julita me dijo una cosa muy linda, "porque siempre supiste donde ibas, y para una mujer es muy atractivo un hombre que sabe donde va". 

¿Tu abuelo, Luis Alberto de Herrera, te marcó?
Mucho, porque mis padres se separaron cuando yo tenía 9 años y mi padre se fue a vivir a Europa. Entonces un poco la figura masculina fue Herrera. Recién me empecé a dar cuenta que era algo más que un abuelo cuando hicimos parte de la campaña de la elección del 58, que fue la primera que ganó el Partido Nacional en un siglo, y yo hice parte de la campaña con él y fue algo bíblico. 

¿Qué era el abuelo para vos?
Era el caudillo primero que nada. El hombre dueño de los resortes de la multitud. Nunca más se vio eso. Él mismo tenía 85 años, sabía que era la última vez que iba a hacer campaña, y la gente también. Hubo momentos de una comunión muy linda, entre la oratoria de él, recordando. Era un personaje bíblico, no querían escuchar a nadie, querían verlo, tocarlo. Y él con esa sonrisa que tenía, tan simpática. 

Ayer leí que Serrat redactó su epitafio. ¿El tuyo cual es?
Conoció, amó y sirvió a su país. Creo que es lo que describe lo que he sentido en mi vida, si lo cumplí o no es otra gente la que lo tiene que decir. Pero lo del amor nadie lo puede discutir. Y que intenté servir a mi país, y que lo conocí, me parece que no miente. 

¿Fuiste feliz?
Creo que si, en la medida en que Dios me ha dado salud, me ha dado amor de mis padres, de mi hermana, de mi mujer, mis hijos, mis siete nietos. En materia de mis aspiraciones llegué al primer puesto. Que es un logro muy raro y más en Uruguay perteneciendo al partido que pertenezco, entonces creo que las tristezas y las cruces que lo han cambiado a uno forman parte de ese combo que se llama la vida en el que no creo que haya felicidad absoluta, que no existe en este mundo. El balance es agradecer por la vida que he tenido. 

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