Leonardo Carreño

Lacalle y el desafío de tener buena nota desde el primer mes de clase

Es el presidente no frentista con aprobación más alta al inicio del gobierno

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19 de septiembre de 2020 a las 05:00

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Cuando era estudiante muchos maestros y profesores ponían “buena nota” gradualmente. Casi nunca un sobresaliente a principios de año, aunque el alumno hubiera hecho todo sobresaliente, porque consideraban que así le daban incentivos para seguir mejorando. Nunca adherí a esa filosofía como docente, porque lo que está bien en marzo puede estar igual de bien en diciembre. Y lo que está mal, también. De hecho creo que es mucho más difícil mantener una buena nota que subiendo gradualmente las calificaciones.

En una situación de este tipo está el presidente Luis Lacalle Pou. En su primer mes de gobierno, y contrario a lo que hacían prever los números de las elecciones (le ganó a Martínez por un ajustadísimo 1,5% de los votos emitidos) su nivel de popularidad ya era alto. Una encuesta de Equipos Consultores estimó a fines de marzo que 65% de los uruguayos aprobaba su gestión. Lacalle Pou es el mandatario no frenteamplista que tuvo la aprobación más alta al comienzo de su gobierno. Quien había tenido la más baja (18%) fue su padre, Luis Lacalle Herrera, hace 30 años. 

La pandemia fue un mazazo que nadie podía prever. La gestión que hizo este gobierno, con el presidente en un primerísimo primer plano –sobre todo en esos meses en los que los uruguayos volvieron a reunirse en torno a la televisión para esperar sus conferencias de prensa– explica buena parte de esta popularidad que sigue arriba. “La forma en que el presidente y el gobierno se han desempeñado y han reaccionado frente a la llegada del coronavirus, también ha concitado un fuerte apoyo de los ciudadanos”, decía el estudio de Equipos de marzo.

¿Pero es la pandemia y su gestión la única variable que explica esta popularidad que le viene tan bien a un presidente que debe comandar a un país en situación de crisis y con el respaldo de una coalición dispar, que ha demostrado que puede dar dolores de cabeza? En marzo y los días que le siguieron no hay duda que la luna de miel que suele acompañar a los nuevos gobiernos, en este caso fue altamente “pandémica”. Entonces el 74% de los uruguayos dijo que aprobaba las decisiones tomadas por el presidente durante la crisis.

“El cambio en la opinión pública de la imagen de Lacalle Pou prepresidente a Lacalle Pou presidente es uno de los más fuertes que hemos visto en las mediciones de opinión pública. De un liderazgo con una base de apoyo importante pero también con gran polarización, pasamos a una brecha de popularidad positiva muy amplia”, opinó Roberto Porzecanski, sociólogo y director de Opción. 

El papel que jugó el Frente Amplio en su rol de oposición, luego de 15 años de gobiernos cómodos y hasta con mayorías amplias, también tuvo que ver. Si bien algunos dirigentes adoptaron una posición constructiva y de diálogo, la mayoría prefirió los grises a la hora de apoyar al gobierno en un momento crítico en el que se debían tomar decisiones imposibles, sobre todo porque nadie, ni aquí ni en el resto del mundo, tenía las respuestas correctas. La crítica que no construye no siempre es bien decodificada por el ciudadano poco partidizado.

En estos días la oposición criticó duramente que el presidente haya decidido moverse por el país para entregar ambulancias o anunciar un proyecto hotelero en medio de una campaña municipal alicaída. La discusión excede esta columna, porque hay mucho para comparar, incluyendo los consejos de ministros de “gobierno de cercanía” que decidió hacer el entonces presidente Tabaré Vázquez apenas asumió su segundo mandato. El 23 de marzo de 2015 llevó a todo su gabinete a Maldonado para inaugurar esta movida, que repitió el 19 de abril en Cerro Largo. En mayo hubo elecciones departamentales. Más allá de cuentas pasadas y chicanas presentes, el presidente transita en estos días por una cuerda floja. De su equilibrio para transitar este término medio dependerá ya no solo su popularidad sino la viabilidad de las acciones de gobierno que proponga.

En estos días se discute sobre viajes costosos y acompañados de un jerarca del gobierno pasado, sobre la UAM, sobre la injerencia en campaña, sobre auditorías y gastos de empresas públicas. Un poco más atrás, sobre un desafuero que no fue y sobre un honor que se acerca al horror. A Uruguay todavía no le ha caído del todo el peso que tendrá esta crisis en una economía que ya venía con agujeros, sobre todo en el abultado déficit fiscal. El paro general de esta semana, que para el PIT-CNT y a simple vista en la calle tuvo buen nivel de adherencia, es una señal de alerta de que ya no todo es pandemia ni loas a la forma en que el gobierno la ha manejado. No hay período de discusión presupuestal que no haya generado movidas de este tipo, ni siquiera los del Frente Amplio, así que no sorprende que los sindicatos hayan comenzado su danza. 

Aunque cada mañana nos preguntemos cómo llegamos hasta aquí, estamos en setiembre y la popularidad del presidente no bajó. No se puede hablar de consolidación de un estado de situación en el que lo único certero es la incertidumbre, pero es un hecho que el presidente ha encontrado una veta con la que a la mayoría de los uruguayos dice estar de acuerdo. Este estilo está compuesto de empatía, de ejecutividad, de decisiones explicadas con claridad –salvo excepciones–, de cintura política a la hora de negociar con sus aliados cada tanto rebeldes y, también, de una picardía bien llevada.

Pero la política no funciona como las calificaciones escolares de los estudiantes aplicados que cada mes pueden ir subiendo las notas de la mano de un mejor rendimiento. Lo que hoy está allá arriba, mañana puede estar acá abajo, en lo que tarda un chasquido de dedos. Para que caigan los índices de popularidad basta un pequeño o gran escándalo, una actitud negativa que se haga viral o incluso una campaña concertada que incluya verdades, medias verdades y alguna mentira estratégicamente posicionada. Lacalle Pou es joven pero veterano en las maniobras políticas, así que lo tiene claro. Cuando a mediados de julio le preguntaron por las mediciones de popularidad dijo exactamente eso: “Hoy estás arriba, mañana estás en el medio y pasado estás abajo. Me tiene sin cuidado”. 

Claro que no lo tiene sin cuidado. Contar con la simpatía de tus compatriotas, incluso de miles que no te votaron, es un capital político invaluable siempre y más aun en épocas de vacas flacas, en las que las decisiones tendrán pesados costos económicos, sociales y políticos. 

En algún momento de ese marzo confuso de 2020 Lacalle Pou dijo que era el presidente del covid-19. Lo que parece una obviedad no lo es tanto. El presidente uruguayo podrá ser recordado por esta circunstancia histórica, solamente. O podrá pasar a la historia por ser quien, a pesar de la pandemia, logró hilar un gobierno y un país que comenzó a encontrar coincidencias y avances incluso en tiempos difíciles. La luna de miel, extendida y todo, siempre tiene fecha de caducidad. El resto es gobierno.

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