Guido Manini Ríos en 2019, cuando todavía era comandante en jefe del Ejército. Archivo

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Las acusaciones de Manini Ríos y el “caso Gavazzo”

Las acusaciones de Manini Ríos y el “caso Gavazzo”: escribe Leonardo Haberkorn
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15 de noviembre de 2023 a las 05:00

Cuatro años y medio después de la nota que permitió conocer las declaraciones de José Gavazzo y Jorge Silveira ante un tribunal de Honor con escandalosas revelaciones sobre el destino de dos desaparecidos, Roberto Gomensoro Josman y Eduardo Pérez Silveira, el senador Guido Manini Ríos vuelve a intentar desacreditar aquel trabajo.

Lo hace en una entrevista incluida en el libro que sobre su persona acaba de publicar el exdiputado Fernando Amado.

Es un tema menor al lado de su aceptación de que, siendo comandante en jefe del Ejército, trabajó para crear su partido político, Cabildo Abierto, en abierta violación de la Constitución.

Pero entiendo que debo responder por dos motivos. Primero, en honor a la verdad. Segundo, por el tono de prepotencia de Manini, al que parece que viene mal acostumbrándose.

Los dichos de Manini corresponden a una entrevista que Amado fecha el 6 de octubre de 2023, o sea casi cuando el libro estaba por entrar a la imprenta. Allí dice en referencia a la nota que publiqué el 30 de marzo de 2019 en El Observador con el título de “Gavazzo admitió que arrojó el cuerpo de Roberto Gomensoro al río Negro”:

“Yo al final tengo que pensar que hubo cierta intencionalidad de que Cabildo naciera en esa polémica… con Gavazzo… Honestamente, y conociendo al personaje aparte de la nota, claramente fue la intención de que Cabildo naciera ya con ese signo de estar involucrado con cosas oscuras de la dictadura… ¡Y así fue! ¡Lo lograron!”

El razonamiento de Manini es absurdo. Pretende creer que yo sabía que él estaba pensando ser candidato a presidente y que publiqué las actas solo para dañar su proyecto.

La realidad está muy alejada de eso.

El 12 de marzo de 2019, la Presidencia divulgó el fallo del Tribunal de Honor a Gavazzo y Silveira. Se comunicó que ambos incurrieron en una “falta gravísima”. Se “entendió que existió falta contra el honor, porque los militares juzgados, teniendo conocimiento de la condena con prisión del coronel en situación de retiro Juan Carlos Gómez (quien estuvo privado de libertad durante tres años y medio) por el fallecimiento de Roberto Gomensoro en el Grupo de Artillería N°1, cuyo cuerpo apareciera en aguas del río Negro, no le comunicaron a la Justicia penal ordinaria que el condenado era inocente”.

Al mismo tiempo, el presidente Tabaré Vázquez cesó al general Manini Ríos como comandante en jefe porque, junto a las actas del Tribunal, presentó un documento con muy fuertes críticas al Poder Judicial.

La mayor parte de los medios concentraron su mirada en la noticia del cese de Manini, pero yo puse mi atención en el tribunal de honor y su fallo. Lo hice así por un motivo obvio. Yo había publicado en 2016 un libro titulado “Gavazzo. Sin Piedad” que justamente hacía foco en las muertes de Gomensoro y Pérez Silveira. Conocía ambos casos en profundidad, sabía que todas las pruebas apuntaban hacia Gavazzo y, al leer el fallo, entendí que había gato encerrado.

Ese mismo día le dije a mi editora en El Observador, que en aquel momento era Carina Novarese, que el fallo divulgado por la Presidencia ocultaba algo.

Si los seis generales que habían integrado el Tribunal de Honor (tres en primera instancia y tres en segunda) habían dictaminado que Gavazzo y Silveira habían incurrido en una falta grave al permitir que Gómez estuviera preso siendo inocente, era evidente que al menos uno de ellos tenía que haber admitido su participación en los crímenes. ¿De otro modo podían concluir en forma tan categórica que ellos sabían que Gómez era inocente?

Novarese entendió mi razonamiento y me dijo que lo escribiera. Le respondí que, dado que todo se basaba en la investigación de mi libro, prefería no hacerlo yo. Le dije: “Alguno de los que lo leyó se dará cuenta y lo dirá”.

Quedamos en eso, pero los días pasaban y nadie lo decía. Después de una semana de silencio, decidí dejarme de remilgos y escribirlo yo mismo. La nota se publicó el 18 de marzo de 2019 en El Observador. Algunos de sus pasajes decían:

“El fallo del Tribunal de Honor que el Ejército hizo a José Gavazzo y a Jorge ‘Pajarito’ Silveira tiene una contradicción en la que nadie parece haber reparado. (…) El Tribunal de Honor sostuvo que no está probado que Gavazzo y Silveira sean culpables de 28 homicidios, tal como determinó el juez Luis Charles en 2009. Sin embargo, sí halló que ambos incurrieron en una “falta gravísima”. Se “entendió que existió falta contra el honor, porque los militares juzgados, teniendo conocimiento de la condena con prisión del coronel en situación de retiro Juan Carlos Gómez (quien estuvo privado de libertad durante tres años y medio) por el fallecimiento de Roberto Gomensoro en el Grupo de Artillería N°1, cuyo cuerpo apareciera en aguas del río Negro, no le comunicaron a la Justicia penal ordinaria que el condenado era inocente. Lo que nadie se ha preguntado es cómo Gavazzo y Silveira sabían con tanta certeza que Gómez era inocente”.

Luego yo recordaba todas las pruebas ya acumuladas en contra Gavazzo y que en mi libro incluso se implicaba en la desaparición de Pérez Silveira. Remataba: “Es asombroso que un Tribunal de Honor del Ejército considere que es una falta al honor no haber advertido a la justicia que Gómez era inocente del crimen de Tito (Gomensoro), pero no diga nada respecto a su detención, tortura, muerte y desaparición”.

Yo imaginé que tras la publicación de esa nota, algún integrante de los tribunal de honor o incluso el propio Manini se comunicaría conmigo. Pero eso no ocurrió. Los días pasaron y nadie parecía prestarle atención al tema.

Entonces decidí escribir otra nota, esta vez enfocándola en el propio Manini Ríos. Meses atrás, en una entrevista, me había dicho que había sentido vergüenza al enterarse de crímenes infames de la dictadura como los de Julio Castro, María Claudia García de Gelman y el segundo vuelo. Pero, escribí, su actuación en el tribunal de honor parecía ir en sentido opuesto a aquellas anteriores declaraciones.

Se publicó el 24 de marzo de 2019 en el portal Ecos y decía que chocaba en forma especial “que el comandante Manini eligiera hacer su manifiesto contra el Poder Judicial como apostilla de un insólito y grotesco Tribunal de Honor realizado ni más ni menos que a José Nino Gavazzo y Jorge Silveira, condenados por la Justicia por 28 homicidios”.

Tras esa segunda nota, una fuente que tenía acceso a las ocultas actas del tribunal me contactó. Me dijo que había leído mis dos artículos, el de El Observador y el de Ecos. Y que yo estaba bien rumbeado. Que tenía razón. Que Gavazzo había admitido el crimen. Que habían pasado meses y no había denuncia en la justicia y tampoco en la opinión pública. Que Manini sabía todo y no decía nada.

Le respondí que no escribiría nada de eso sin leer yo mismo las actas. Y me permitió leerlas. Sin fotos. Solo tomando apuntes con una birome y una libretita.

Al otro día, el 30 de marzo, se publicó la nota.

Esa es la historia. Yo no sabía que Manini estaba trabajando desde la comandancia para crear su propio partido político y ser presidente.

Si lo hubiera sabido, lo habría informado sin vueltas. Porque era noticia y porque usar la comandancia el Ejército para hacer política partidaria –como Manini ahora confiesa con desparpajo- es contrario a la Constitución y es un escándalo, como él mismo admite.

La verdad es que no tenía idea y la ilación de las tres notas demuestra por donde fue mi trabajo desde un primer momento. Me llevó muchos años de investigación hacer “Gavazzo. Sin Piedad” y eso fue eso lo que me puso sobre la pista correcta en este caso.

Manini sí tiene razón cuando lamenta que Cabildo nació manchado por el escándalo Gavazzo. Pero eso es su exclusiva responsabilidad, no mía. Porque todo ocurrió según un plan “fríamente calculado” por él mismo desde setiembre de 2018, según le cuenta a Amado. Quería usar el tribunal de honor para adjuntarle un escrito virulento contra el Poder Judicial, provocar que el presidente Vázquez lo echara, y así lanzar su partido político como una especie de mártir militar.

Que Gavazzo admitiera que tiró el cuerpo de un prisionero al río Negro, que le tiró una granada de gas a otro detenido en un espacio cerrado lo que derivó en una supuesta internación e inmediata desaparición y que Silveira acusara de ambas muertes a Gavazzo, a Manini no le movió un pelo.

Los generales se lo informaron. Pero él siguió adelante con su plan. No alteró una décima su cronograma, que ahora sabemos era político.

Con enorme frivolidad, Manini le dice a Amado que el asunto no era de mayor importancia porque Gavazzo ya estaba preso y Gomensoro ya estaba muerto.

Es evidente que no alcanza a comprender cosas tan importantes como el valor de la verdad histórica y significado de la justicia.

El plan le salió casi perfecto. Vázquez lo echó. En forma “espontánea” hubo gente que le fue a pedir que aceptara ser candidato. Una gran farsa. El partido ya estaba listo. Siendo comandante hasta había elegido hasta la bandera, le cuenta a Amado.

Pero no tomó en cuenta que los detalles que él pasó por alto eran importantes para mucha gente y no todos callarían.

Pensando que todos somos como él, Manini me adjudica haber complotado con otros. “Lo lograron”, dice. Se equivoca. Hice mi trabajo solo. A la fuente que me permitió ver las actas nunca la había visto antes en mi vida.

Parecería que Manini buscara adjudicarle a los demás las cosas que él hace. Tal como le cuenta a Amado, fue él quien trabajó a escondidas desde la comandancia del Ejército para ser candidato. Luego dijo que no se ampararía en sus fueros y ¿qué hizo? Se amparó en sus fueros.

No todos somos así.

Yo no miento. Y hago periodismo, no otra cosa.

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