Las pérdidas siguen aumento con especial impacto en la producción de cereales, frutas y hortalizas; pero también en la ganadería.

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Las catástrofes causaron pérdidas de US$ 3,8 billones en las últimas tres décadas

Es la primera evaluación global de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura de las interrupciones graves en la producción
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16 de octubre de 2023 a las 12:58

Bajo el lema “el agua es vida” y la consigna “no dejar a nadie atrás”, en el marco del Día Mundial de la Alimentación, que recuerda la creación de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el organismo advirtió que en las últimas tres décadas se perdió una producción agrícola y ganadera por valor de unos US$ 3,8 billones debido a catástrofes.

El informe presentado en Roma bajo el título “Repercusiones de las catástrofes en la agricultura y la seguridad alimentaria”, la primera estimación global de este tipo, señala que el monto equivale a una pérdida promedio de US$ 123.000 al año; o bien el 5% del Producto Bruto Interno (PBI) agrícola mundial anual.

El documento, sin embargo, puntualiza que la cifra podría ser mayor si se dispusiera de datos sistemáticos sobre las pérdidas en los subsectores de la pesca, la acuicultura y la actividad forestal; al tiempo que señala la “urgente necesidad de mejorar los datos y la información de los efectos de las catástrofes en todos los subsectores de la agricultura a fin de crear sistemas de datos que puedan servir de base para la adopción de medidas eficaces”.

Los expertos de la FAO, que esta semana recibirán en Roma, la sede del organismo, a líderes mundiales, ONG’s, especialistas y representantes de los pueblos originarios, enfatizan que la agricultura “es uno de los sectores más expuestos y vulnerables en el contexto del riesgo de catástrofes, dada su gran dependencia de los recursos naturales y las condiciones climáticas”.

“Los recurrentes desastres pueden menoscabar los logros en materia de seguridad alimentaria y minar la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios”, señala Qu Dongyu, director general de la FAO, en el prólogo del informe; que además de lanzar una alerta expone las oportunidades para abordar proactivamente los riesgos en la agricultura y propone formas de integrar ese riesgo a las prácticas y políticas agrícolas.

En el informe revela que, durante los últimos 30 años, las catástrofes –definidas como “interrupciones graves en el funcionamiento de una comunidad o sociedad”–, provocaron las mayores pérdidas relativas en los países de ingresos bajos y medianos bajos, donde alcanzaron el 15% de su PBI agrícola total. Además, señala que tuvieron “una repercusión significativa en los pequeños Estados insulares” con una pérdida de casi el 7% de su PBI agrícola.

En el informe también destaca que las pérdidas están aumentando. Los cereales acumularon un total estimado en 69 millones de toneladas anuales durante los últimos tres decenios, lo que corresponde a la producción total de cereales en Francia en 2021. Le siguen las frutas, las hortalizas y los cultivos azucareros, con pérdidas cercanas a una media de 40 millones de toneladas anuales en cada rubro, siendo en los dos primeros casos equivalentes a la producción de Japón y Vietnam en 2021.

“Las carnes, los productos lácteos y los huevos mostraron una pérdida media estimada de 16 millones de toneladas al año, lo que corresponde a la producción total de estos productos en México e India en 2021”, precisa el documento.

Los pasivos, no obstante, ocultan una variabilidad considerable entre las diferentes regiones, subregiones y grupos de países. Asia, por ejemplo, registró la mayor proporción de las pérdidas económicas totales. África, Europa y América también mostraron pérdidas de una magnitud similar. Sin embargo, en Asia representaron el 4% del valor añadido agrícola; mientras que en África correspondieron a casi el 8%, variabilidad aún mayor entre distintas subregiones.

El informe, basado en investigaciones de otros organismos de la ONU, especifica que el número de catástrofes aumentó de 100 a 400 anuales en todo el mundo en los últimos 20 años. “No sólo están aumentando su frecuencia, intensidad y complejidad, sino que está previsto que se agraven sus efectos, habida cuenta del cambio climático, que acrecienta las vulnerabilidades sociales y ecológicas”, explica el documento.

Los expertos de la FAO destacan que, cuando se plantean amenazas, estas pueden tener efectos en cascada en múltiples sistemas y sectores. En este sentido enumera como factores subyacentes de riesgo el cambio climático, la pobreza y la desigualdad, el crecimiento demográfico, las emergencias sanitarias provocadas por pandemias, prácticas como el uso y la gestión insostenibles de la tierra, los conflictos armados y la degradación ambiental.

“La magnitud de las pérdidas y los daños ocasionados por un desastre depende de la velocidad y la escala espacial a la que interactúa un peligro con la vulnerabilidad y los riesgos preexistentes, junto con el valor de los activos o los medios de vida expuestos”, puntualiza el documento.

El texto pone como ejemplo las graves inundaciones derivadas de las precipitaciones monzónicas anormales registradas en la provincia meridional de Sindh, en el Pakistán, “un caso ilustrativo de cómo la combinación de peligros repentinos y de evolución lenta provocó desplazamientos, lo que afectó negativamente a los sistemas agroalimentarios y aumentó la inseguridad alimentaria”.

“Es fundamental llevar a cabo intervenciones proactivas y oportunas en respuesta a los peligros previstos con miras a fomentar la resiliencia mediante la prevención y reducción de los riesgos en la agricultura”, propone la FAO. Del informe se desprende que, por cada dólar invertido en medidas preventivas, las familias rurales pueden ganar hasta US$ 7 en beneficios y evitar pérdidas agrícolas.

El informe concluye enfatizando tres prioridades: la mejora de los datos y la información sobre las repercusiones de los desastres en todos los subsectores; la elaboración de enfoques multisectoriales para la reducción de riesgos de catástrofes con peligros múltiples y su integración en las políticas y los programas en todos los niveles; y el aumento de las inversiones en el fomento de la resiliencia que aporten beneficios a la reducción del riesgo y mejoren la producción y los medios de vida agrícolas.

 

(Con información de la FAO)

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