Leonardo Carreño

Las expectativas del gobierno y un resultado con matices

A pesar de la inconfundible victoria que expresan los votos, en el oficialismo había quienes esperaban más y eso incidió en la mesura post referéndum

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02 de abril de 2022 a las 05:02

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El oficialismo ganó la contienda electoral del pasado domingo y los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración no se habrán de derogar. Así lo expresaron los votos. En los números, la coalición multicolor que integra el gobierno obtuvo una victoria inconfundible. No hay dos lecturas sobre ello. 

Pero con el paso de las horas hubo actores de ese bloque oficialista que encendieron una señal de alerta que relativiza el triunfo. Algunos lo hicieron en voz alta, como el senador de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, mientras que otros lo comentaron por lo bajo, incluso dentro del Partido Nacional. La razón de ese llamado a recibir los resultados con mesura es un contraste entre las metas y expectativas altas que el oficialismo se había trazado de cara a la elección del 27 de marzo y los porcentajes de votación que finalmente se terminaron registrando.

Aún cuando ninguna encuesta de intención de voto lo proyectara en la previa, muchos dirigentes de la coalición de gobierno se levantaron el domingo de mañana con la creencia de que podrían obtener una victoria que dejara un margen de hasta unos cinco puntos entre el No y el Sí. Lo que pretendían, desde el punto de vista político, era tratar de aprovechar y reflejar en las urnas los varios momentos de desconcierto que el Frente Amplio ha tenido como oposición durante estos dos años.

Y aunque los especialistas dicen que no es posible extrapolar el resultado de una encuesta de opinión que mide aprobación al gobierno a un referéndum de una compleja ley, en el oficialismo creían pararse sobre una base firme: la popularidad del presidente y del gobierno (que ronda el 50%), una desaprobación que no pasa del 25% y un cuarto de la población que no aprueba ni desaprueba. De forma que captar algunas de esas voluntades del "medio" y transformarlos en votos por el No era una posibilidad que rondaba en la cabeza de algunos a quienes el olfato les dijo que podían obtener una victoria más contundente. Un optimismo que en realidad las encuestas que dieron una foto del referéndum en los días previos no abonaban de forma tan contundente. Lo que marcaban, de hecho, era un escenario de paridad con ventaja hacia el No. Pero con la apertura suficiente para hablar de incertidumbre. 

Para algunos en la coalición, eso explica, en parte, la mesura con la que le habló al país el presidente Luis Lacalle Pou sobre la medianoche del domingo. Nadie podrá decir que el presidente lucía particularmente exultante y, mucho menos, que celebró la victoria del voto celeste frente a las cámaras, luego de que en las últimas semanas la campaña lo hubiera arrastrado a él mismo hacia un espacio de protagonismo evidente.

Por un lado, es cierto que Lacalle Pou habló como el presidente de todos los uruguayos luego de una elección que debatía el rumbo de su gobierno y que la institucionalidad republicana del Uruguay lo obligaba a asumir una posición moderada luego que se conocieran los resultados de la expresión popular. Así incluso lo deslizó en su diálogo con otros referentes del gobierno en la noche de la elección.

Pero tampoco en ese ámbito a puertas cerradas, en donde en otras ocasiones a lo largo de sus dos años en el gobierno sí se había animado a hablar de diferencias significativas entre los dos bloques, el mandatario mostró demasiada efusividad por el resultado, según contaron participantes de la reunión.

Por supuesto, también hubo quienes dijeron, en entre ellos el expresidente colorado Julio María Sanguinetti, que la votación les dio para mantener el respaldo popular obtenido el último domingo de noviembre de 2019. Y que eso no es poca cosa. Para Sanguinetti el referéndum fue “una tercera vuelta que ratificó al gobierno”, según escribió en su columna publicada este viernes en Correo de los Viernes.

Lo interesante de este tipo de argumentos es la pregunta de qué hubiera ocurrido, entonces, en el escenario contrafáctico de una victoria del Sí. ¿El gobierno hubiera perdido legitimidad? 

En cualquier caso, visto como una victoria relativa o una derrota parcial, el oficialismo tiene ahora una ley firme y algunas conclusiones para sacar de cara al próximo ejercicio electoral, que los uruguayos empezarán a conocer, como siempre, mucho ante de los deseado y pensado. 

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