"Empieza con una sensación que no puedo definir. Es la idea de verme a mí mismo en la calle, e inmediatamente saber que uno de los dos se tiene que ir. Que solo hay espacio para uno en este mundo. Y que si es el otro el que sonríe, es que tiene la ventaja”.
Nosotros, la segunda película como director de Jordan Peele, llegó a su cabeza de esa forma: plegada al terror primigenio que produce la posibilidad de la existencia de un doppelgänger. La idea es antigua y pavorosa; es el temor de que, un día a la vuelta de alguna esquina, nos topemos con un rostro de iguales características al nuestro, calcado, siniestramente hermano. Es el shock y la incertidumbre de hallarnos repetidos, un misterio estremecedor que cala hondo por cortar con eso de sabernos únicos. El terror de un espejo que muestra una imagen conocida e inquietante.
Nosotros –que desde el jueves pasado está en cines locales– se siente cercana porque es un mal sueño que cualquiera puede tener. Y por eso, justamente, es que forma parte del buen terror; este género encuentra su pico máximo de calidad cuando logra conectar con las vísceras de quien se sienta en la butaca. Cuando se las remueve y las retuerce. Y Peele, aficionado y conocedor, demuestra que sabe hacerlo y con ello, generar impacto.
Pero Nosotros –al igual que ¡Huye!, su primera película– es buen terror porque Peele también tiene en cuenta un aspecto fundamental que comparten los mejores exponentes del género, algo que lo eleva a otro plano por encima del obvio y necesario entretenimiento: él sabe que los sustos sirven para hablar de otras cosas, que mantienen una carga social inherente. Los miedos, casi siempre, son terrenales y están muy cerca.
Así, este realizador estadounidense de 40 años y que ya tiene un Oscar en su bolsillo por el guion de ¡Huye!, se ha erigido como un nuevo símbolo del terror social o político o coyuntural, da igual cómo lo llamemos. Tiene solo dos películas, un puñado de records importantes, un discurso poderoso, talento y mucha carrera por delante. Es temprano –tempranísimo– para ubicarlo a la par de nombres como George A. Romero, David Cronenberg o John Carpenter, directores que utilizaron los parámetros del horror para decir algo más. Pero, ¿a cuántos años o películas estamos?
Jordan Peele nació en febrero de 1979 en Nueva York. Si hubiese que resumir su carrera en una sola palabra o concepto, pocos emplearían el término “autor de terror” o “director de género”. Muchos –casi todos– lo llamarían comediante.
Peele saltó a la fama con una serie de comedia, Key & Peele, en la que junto a su amigo Keegan-Michael Key daban cuerpo y nombre a una concatenación de pequeñas humoradas con las que consiguieron una popularidad atendible. Así, por años su nombre se vinculó al humor, algo que se acrecentó más por la frecuencia con la que aparecía en el elenco de MADtv, su primer trabajo oficial en el mundo del espectáculo estadounidense. Pero después de algunas participaciones en series como Fargo, Robot Chicken y películas más bien mediocres, como Wanderlust o Keanu, Peele cambió de rumbo: se sentó en la silla del director y empezó a hablar de sus miedos. Y, también, de los miedos de la sociedad en la que estaba inserto.
Y no podía haber empezado con mejor pie, porque ¡Huye! (2017) es un debut extraordinario, cargado de talento, con una historia inteligente que no escatima en metáforas, sorpresivos momentos de humor y varios sustos. Al mismo tiempo, el director aprovecha y se pone a hablar de un tema que lo atañe y lo preocupa en especial: el racismo lacerante de la sociedad. De esta forma, ¡Huye! le hinca el diente a la problemática racial estadounidense de una forma original, fresca y espeluznante. Entre los jumpscares y las actuaciones formidables de su elenco, la denuncia y la crítica a su sociedad febril y odiosa está clara. Y es cruda.
¡Huye! consiguió cuatro nominaciones al Oscar, incluida la de mejor película. Peele se llevó el de mejor guion original y se convirtió en el primer afroamericano en ganarlo. Pero además, la película consiguió que la crítica y el público le prestaran especial atención a su nombre. El éxito en la taquilla –recaudó 176 millones de dólares y costó 4 y medio– auguraba una segunda realización de similares características, y con un desempeño, quizás, aún mejor. Y así sucedió.
Como ¡Huye!, Nosotros desembarcó en los cines como un cataclismo taquillero. Tenía una premisa interesante, una actriz protagónica de renombre –Lupita Nyong'o– y el éxito fresco de su director. Desde su estreno, la película recaudó 70 millones de dólares; es la mejor apertura para una película de terror original. Costó, en total, 20 millones. Apenas lleva cuatro días en cartel.
Pero más allá de los números, Nosotros consigue remover las vísceras del espectador de manera genuina, tanto como lo hacía el debut de Peele. Lo dicho: toma el miedo a los doppelgängers o dobles y los utiliza para apuntalar un mensaje social y político claro. En Nosotros la metáfora es un poco menos sutil, pero aún así es contundente: mientras que en su primera película abordaba el tema del racismo de manera excluyente, en esta el director se acoda a la barra para hablar sobre la desigualdad social, la brecha económica y la disparidad de oportunidades. El Us del título original es “nosotros” en inglés, pero también es United States.
Que todo esto lo haga, además, apelando a un viejo subgénero del horror –el home-invasion, las invasiones caseras– es una muestra más de que Peele conoce bien el trasfondo de lo que hace. Sabe de qué habla cuando habla del terror, y sabe cómo hacerlo.
Con dos películas remarcables en su haber, Peele es la cara renovadora de un género que siempre encuentra sucesores dignos de los maestros que lo forjaron. El entusiasmo general por lo que firme Peele se reforzó con su última película, y seguro que le sumó unos cuantos seguidores más. En el futuro próximo, Peele tiene a su cargo el remake de la serie clásica The Twilight Zone. En el futuro lejano, quizás tenga un lugar entre los mejores nombres del terror. Por lo pronto, está trabajando para lograrlo.
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