Martínez, Lilián Anchorena y Renée de León, las Chicas guau
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > ENTREVISTA

Laura Martínez: de su debut inesperado a las canciones de Cacho Bochinche, un repaso por sus cuatro décadas en televisión

La conductora repasa su trayectoria en programas históricos como Cacho Bochinche y su actualidad entre la televisión de Maldonado y lo espiritual
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30 de septiembre de 2023 a las 05:02

Laura Martínez entró a la televisión sin buscarlo y se terminó quedando más de 40 años. La modelo publicitaria, que fue elegida para bailar al final del histórico programa Telecataplúm antes de cumplir 18 años, lo tomó como un camino más de trabajo y aprendizaje, sin imaginarse que terminaría siendo parte de programas insignia de la televisión nacional, como Plop!, El Show del Mediodía o Cacho Bochinche.  

Tras una etapa en Canal 10, Martínez sigue su carrera mediática en la televisión de Maldonado, departamento en el que vive. Allá está al frente del ciclo de entrevistas Laura Contigo (Canal 11), que ya lleva ocho años, además del programa Punta es night, que debutó el verano pasado y que regresará la próxima temporada, donde comparte la conducción con Patricio Giménez, hermano de la diva argentina Susana.

En paralelo se dedica a la otra gran pasión de su vida: la docencia. Embarcada en un camino de autodescubrimiento espiritual desde hace ya varios años, y que está vinculado al repentino final de uno de sus ciclos más conocidos, Martínez es instructora de Tai Chi y Chi Kung, que enseña tanto a adultos como a grupos de niños con discapacidades.

De todas formas, la docencia no es una novedad para la conductora, actriz y bailarina, que durante décadas se dedicó a formar a generación tras generación de “Chin-chin”, el grupo de danza de Cacho Bochinche. Un proceso que Martínez recuerda con particular cariño, y al que atesora como un destaque de una carrera que hace algunos días fue homenajeada, en un evento en el que se reconocieron sus más de cuatro décadas de trabajo mediático. Una y otra vez reitera lo conmovedor del evento.

Martínez junto al grupo al que enseña en Maldonado

Un trabajo que, de nuevo, empezó de casualidad. Porque la televisión no era un objetivo para Martínez. “Yo estaba en una agencia de publicidad que se llamaba Soluciones, con la autorización de mis padres, y hacía comerciales en televisión, promociones. Nunca tuve la altura para ser modelo de pasarela, pero sí publicitaria”, recordó.

“Entonces llamaron del canal para pedir dos chicas, y Jorge Denevi y Jorge Scheck me eligieron a mí y a otra chica de esa agencia. Precisaban una chica linda que bailara al final de Telecataplúm, y tenía que hacer un chiste, que nunca me lo aprendía”, contó Martínez. “Un tiempo después, Cacho (de la Cruz) vuelve de Buenos Aires, donde estaba haciendo Polémica en el bar, y me llaman para hacer El mago. Ahí lo conocí”.

En 1983 empezó su etapa en El show del mediodía, como una de las Chicas Guau, junto a Lilián Anchorena y Renée de León. Era la menor de las tres bailarinas, que fueron, por ejemplo, las primeras mujeres en aparecer en mallas de danza en la televisión criolla.

Con la distancia del tiempo, Martínez cree que hubo algo de precursor en esas cuestiones. Pero en aquel momento ni lo pensaba. “Yo era muy chica, recién había cumplido 18. No era muy consciente. Quizás yo era muy inmadura como para darme cuenta, pero lo veo ahora en la lejanía y es posible”.

Ella era la que tenía más formación en danza, en comparación a sus colegas, pero las demás venían del Carnaval, eran vedetes, por lo que sabían bailar con tacos o botas. “Yo trastabillaba, porque venía de otro lugar en comparación a Lilián y Renée, que eran excelentes compañeras de trabajo”, afirmó.

Antes de llegar a los medios, Martínez había estudiado ballet cásico, danza moderna  y contemporánea. Después, le tocó a ella enseñar a bailar, y contó con su propia academia, Swing, que era la escuela oficial de las Chin-chin, el grupo que marcó generaciones y se convirtió en una aspiración para decenas de niñas uruguayas, que fantaseaban con bailar en la tele bajo el mando de Laura.

“Me dicen que les marqué la infancia, o que querían ser Chin-chin. Me han dicho ‘yo esperaba el programa para ver o a Ultratón o las chicas bailando, o a ti bailando’”. La voz se le quiebra levemente cuando lo dice. Por si quedan dudas, agrega: “Me emociona mucho cuando pasa eso”.

Cacho Bochinche atravesó generaciones y dejó una influencia patente en los adultos de hoy. Y parte de esa influencia le correspondió a Laura, que además del trabajo de conducción del ciclo y de estar al frente del grupo de baile, también se dedicaba a interpretar un repertorio musical capaz de gatillar las fibras nostálgicas de los que tuvieron esos casetes o discos.

“Las canciones las elegía principalmente Cacho, eran canciones muy conocidas como La gallina turuleca, Hola Don Pepito. A mí me encantaban, pero yo quería que tuvieran un contenido un poco más fuerte, que a mí me llegara más. Entonces trabajé con otras dos personas, una psicóloga, Nibia Pizzo, y con otra chica que ahora es autora de libros, Vivian Casasco, y se hicieron canciones que me marcaron”, explicó la comunicadora.

Martínez señala especialmente la canción Ecología, parte del disco Pajarito amarillo. “Hace 30 años era algo que acá estaba en pañales la idea del cuidado del planeta. Pero quería que fueran canciones infantiles pero con aprendizaje. Fue hablar desde algo más profundo. Si bien sabía que las canciones infantiles tienen que ser dinámicas, muy divertidas, pegadizas, desde los comienzos quería que dejaran algo de enseñanzas y de aprendizaje”, dijo y señaló otras composiciones como Solo un niño da cariño.

“Cacho me permitió hacerlas, y siempre estaré agradecida a Paola Bianco, que con su madre cantaban los coros y llegaban a las notas altas que yo no podía”, agregó.

Martínez junto a uno de los grupos de Chin chin

Laura apuntó que además del trabajo frente a cámaras, su rol en la infraestructura de Cacho Bochinche también implicaba una actividad en la sombra, invisible. El trabajo de formación de bailarinas que, aclara, siempre se hacía en paralelo con la familia. Para ser Chin-chin no había solo que saber bailar. De hecho, la técnica se puede aprender y adquirir. “Yo me interesaba mucho que vinieran de familias con buenos cimientos, eso era lo fundamental. Había siete, ocho grupos de Chin-Chin, y yo tenía que convivir con cada mamá y cada papá. No era solo lo que se ve, ellas bailando y haciendo una coreografía de forma prolija, sino lo que había atrás. Yo les pedía en broma el carné y ellas me lo llevaban”, explicó.

“Era una forma de enseñarles que es precioso que sean artistas, que tengan esa vocación, ese potencial, pero además en la vida tenemos que ser disciplinados. Entonces yo siempre disfruté mucho ese trabajo. Las tengo grabadas a cada una en mi corazón”, dice sobre las bailarinas, algunas de las cuales estuvieron en el homenaje de hace algunos días.

¿Seguís en contacto con ellas?

Con la mayoría sí. Empezaban chiquitas y después fui a los cumpleaños de 15, y ya después a los casamientos. Crecieron conmigo.

¿El trabajo con niños siempre te interesó?

Sí, por eso no solo de enseñar lo técnico, sino también formarlas como mujercitas. Formarlas en valores, junto a las familias. Eso siempre me fascinó, trabajar desde lo integral. El último grupo, por ejemplo, iba conmigo a la escuela Horizonte en Montevideo, para el Día del Niño hacíamos un show, éramos voluntarias para las fiestas en fin de año. Siempre se mostraron interesadas en esa parte, no solamente por la danza. Y yo estoy contenta de haberles puesto esa semillita del voluntariado, de ayudar siempre a quien más lo precise.

***

Ese interés por los niños fue más allá de la docencia, ya que también atravesaba su tarea como conductora televisiva. Era tal el cariño por la actividad que el final de Cacho Bochinche, en 2010, dejó una cuenta pendiente para Martínez, una espina clavada y una frustración que marcó un quiebre en su vida.

“Me habían propuesto hacer otro programa infantil, armamos un equipo y trabajamos. Yo estaba muy ilusionada en seguir con la barra bochinchera, y estaba con todas las fichas ahí. No me podía despegar de esa faceta que fue la que más me gustó hacer, que era trabajar con niños. Y fue duro, porque el proyecto no se llegó a hacer. Quedé muy malherida. Era mi mundo estar en televisión, en un programa de niños, formar a las niñas, esa era mi mayor satisfacción.

¿Dirías que ese fue tu momento más complicado a nivel profesional?

Sí, fue el momento más complicado, donde no actué bien porque fue por impulso, fue por dolor. Puse todo mi esfuerzo para ese proyecto. Aunque yo no iba a ser, digamos, la figura principal, sino que había buscado personas jóvenes que tuvieran ese rol, lo mío era un rol distinto, desde un área particular, porque yo ya era grande (risas).

El cimbronazo fue lo que la llevó a volcarse a la autoayuda y a lo espiritual, un proceso que también la llevó a dejar de vivir en Montevideo, aunque vuelve a la capital todas las semanas para estar con su madre y con su hijo, que estudia para ser concertista de piano.

Pero la conductora dice que encontró su camino. Fuera de la ciudad se metió con el Tai Chi y el Chi Kung, donde logró combinar lo corporal, faceta que atraviesa su vida profesional desde la infancia a través de la danza, con lo espiritual.

Martínez practicando tai chi

“Se fusiona lo interno, lo físico y la mente”, detalló. “Y realmente entendés que somos parte de la naturaleza, somos una unidad, somos todos una misma cosa. Que nosotros no lo sepamos ver y lo separemos es otra cosa, pero si uno se conecta con la naturaleza, el cambio es notorio para nuestra salud. Doy clases en el castillo Pittamiglio y ahora también en Maldonado, para niños con discapacidades, con TEA y parálisis cerebral. Eso fue un cimbronazo para mí y un desafío. He sido voluntaria de tantas instituciones y colaborado en asociaciones y fundaciones que realmente me llena, me completa. No podemos abarcarlo todo, pero si dejás un poquito, aunque sea, y entre todos dejamos algo, es mucho”, aseguró.

Y agrega: “Empecé hace aproximadamente 15 años a estudiar control mental, reprogramación mental y todo lo que sea autodescubrirme. Y he seguido también el camino de la meditación, y de la autoayuda, para lograr encontrarnos en nuestro mundo interior, aceptarnos y evolucionar. Estamos siempre viviendo en una vorágine. Entonces, cuanto más entremos adentro nuestro y nos aceptemos o veamos lo que hay que cambiar, eso después se refleja en el exterior. Pero el conocimiento interno es lo fundamental y es lo más difícil”.

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