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Leé un adelanto del libro "Un río de Libertad", a 40 años del acto del Obelisco

Para entender la importancia de este hecho histórico, es necesario sumergirse en el contexto en el que ocurrió
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27 de noviembre de 2023 a las 09:15

Adelanto del libro "Un río de Libertad", escrito por María Noel Domínguez, que próximamente estará en las librerías de la mano de Ediciones de Banda Oriental:

El 27 de noviembre de 1983, Uruguay protagonizó un hecho político que moldearía su identidad política futura. Una multitud se congregó alrededor del Obelisco de Montevideo exigiendo la restauración de la democracia. Reunida en torno al monumento que honra la memoria de los constituyentes de 1830, y convocados por personalidades de todos los partidos políticos y diversas organizaciones sociales, la gente convirtió este acto en un hito crucial en la lucha del país por liberarse de la dictadura militar.

Para entender la importancia de este hecho histórico, es necesario sumergirse en el  contexto en el que ocurrió. El país había estado bajo un gobierno dictatorial, liderado por las Fuerzas Armadas,  desde el golpe de Estado de 1973, un período de represión, censura y violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Durante una década, las voces disidentes fueron silenciadas, los partidos políticos prohibidos y la libertad de expresión sofocada. La transición hacia la democracia era un proceso disputado entre las fuerzas democráticas de los partidos y el régimen, y en noviembre de 1983, un año antes de las prometidas elecciones generales, el panorama era incierto.

El fracaso de la reforma constitucional de 1980, impulsada por los militares para consagrar un régimen tutelado, marcó el inicio de un prolongado período de transición política. Durante este tiempo, la tolerancia del régimen hacia la oposición fue ambigua y contradictoria. El triunfo de las opciones opositoras en las elecciones internas de los partidos políticos, en noviembre de 1982, representó otro revés para la dictadura. Sin embargo, fue en 1983 cuando los uruguayos comenzaron a reorganizarse y manifestarse en las calles masivamente, no sin contratiempos y retrocesos.

El incipiente movimiento popular, catalizado por el acto del 1º de mayo convocado por el Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), presionaba en favor del retorno a la democracia. A pesar de los esfuerzos de los militares por imponer sus condiciones en las negociaciones del Parque Hotel, en mayor de 1983, no se logró ningún acuerdo. En junio, la dictadura intensificaría la represión con detenciones y torturas, y en agosto, limitaría la apertura política y restauraría la censura previa.

En medio de ese clima de incertidumbre y tensión, el movimiento contra la dictadura se consolidaba, uniendo a dirigentes de todo el espectro político nacional, que mantuvo contactos durante todo el régimen militar , pero que florecería en el acto del Obelisco.

En el escenario se presentaron figuras destacadas de todos los partidos políticos, incluyendo al Partido Colorado, al Partido Nacional, a la Unión Cívica y al Frente Amplio, que aún estaba proscrito. Esta imagen de unidad y de reencuentro con el liderazgo político democrático era poderosa. Los dirigentes dejaron de lado sus diferencias ideológicas en aras de un objetivo común: la restauración de la democracia.

"¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad! ¡Viva la República! ¡Viva la Democracia!". Las palabras resonantes del actor Alberto Candeau, una figura respetada de la Comedia Nacional, culminaron la proclama, seguidas de la ovación de la multitud. Su grito fue un llamado a la lucha pacífica, que iba a quedar grabado en la memoria colectiva.

No solo fue una manifestación masiva, sino también un acto de valentía y determinación por parte de un pueblo que había soportado una década de opresión. Fue un recordatorio de que la democracia es un derecho fundamental y un valor compartido, por el que los uruguayos estaban dispuestos a luchar.

Después de este acontecimiento, el proceso de democratización se aceleró. Las negociaciones entre los sectores políticos y las Fuerzas Armadas ganaron impulso, y finalmente, en 1984 y aún con proscripciones, se celebraron elecciones. El país estaba en camino hacia la recuperación de su democracia, y el acto del Obelisco había sido un hito crucial en ese viaje.

Cuarenta años después, cuando se mira hacia atrás en la historia de Uruguay, se debe evocar con orgullo y gratitud el coraje y la visión de sus protagonistas; quienes lo organizaron, lo apoyaron y salieron a la calle. Fue un día en que el pueblo uruguayo se unió para reclamar su derecho a vivir en libertad y democracia, y su legado perdura como un recordatorio de la fuerza de un pueblo que nunca se resignó.

Recordado como "Un río de libertad", el acto del Obelisco del 27 de noviembre de 1983 fue una muestra de unidad nacional que sepultó las esperanzas de quienes buscaban prolongar el régimen autoritario.

El 27 de noviembre de 1983 debe seguir inspirando a las generaciones venideras, para que nunca dejen de defender los valores democráticos ni renuncien a vivir en un  Estado de Derecho, en la búsqueda de un mundo más libre, más justo y más equitativo.

Antecedentes

Después del golpe de Estado del 27 de junio de 1973, la dictadura impuso prohibiciones sobre las actividades partidarias e ilegalizó las organizaciones sindicales. Junto con los encarcelamientos, proscripciones, torturas, asesinatos y desapariciones, el país vivió una época en la que las organizaciones políticas y sociales no tenían ninguna posibilidad de expresar su descontento.

En 1980, el régimen militar propuso una reforma constitucional con la intención de legitimar su gobierno, pero el resultado fue contrario a sus expectativas.

El plebiscito, celebrado el 30 de noviembre de ese año, tenía como objetivo modificar la Constitución. El anteproyecto presentado por el Poder Ejecutivo llevaba el título de "Principios, bases y condiciones del nuevo texto constitucional" y fue elaborado por la Comisión de Asuntos Políticos de las Fuerzas Armadas (Comaspo), sin la participación de los partidos políticos.

Durante ese tiempo, se llevó a cabo una intensa propaganda a favor del "Sí" a la reforma constitucional en todos los medios de comunicación, mientras que el debate sobre el proyecto fue prácticamente imposible debido a la suspensión de las libertades individuales, en particular el derecho de reunión y la libertad de expresión.

Dentro del Partido Colorado, el sector batllista, opositor al régimen, se pronunció en contra del proyecto, mientras que una parte del pachequismo lo apoyaba, incluido su líder Jorge Pacheco Areco, que ocupaba el cargo de embajador en Washington. Algunos sectores herreristas y seguidores del líder blando Alberto Gallinal también respaldaron la propuesta. Toda la izquierda, que en las últimas elecciones democráticas se había agrupado en el Frente Amplio, se opuso.

Aunque no hubo disposiciones oficiales que prohibieran la propaganda a favor del "No" en los medios de comunicación, esta fue muy escasa.

El domingo 30 de noviembre, se llevó a cabo el plebiscito de manera ordenada. Los militares estaban convencidos de que ganarían, por lo que permitieron que se televisara el recuento de votos. Pocos días antes de la votación, la empresa Gallup había pronosticado un 60% de intención de voto a favor del "Sí".

Las papeletas del "Sí" estaban impresas en color celeste y las del "No" en color amarillo. Para sorpresa de todos, el resultado fue una contundente victoria del "No" a la propuesta constitucional, que habría significado la institucionalización del militarismo y su control sobre el sistema político. El "Sí" obtuvo el 42,51% de los votos válidos, mientras que el "No" alcanzó el 56,83%.

El resultado del plebiscito tuvo un impacto significativo en la Junta de Generales, generando dos posturas divergentes: aquellos que creían en la necesidad de entregar el poder y aquellos que optaron por continuar y romper el pacto de que ningún general asumiría la presidencia. Prevaleció la segunda postura, liderada por el general Gregorio Álvarez, quien asumió la presidencia el 1º de setiembre de 1981.

Este plebiscito marcó también el inicio de las negociaciones entre el gobierno militar y algunos partidos políticos para el restablecimiento de la democracia. Un paso importante en la transición se dio con las elecciones internas de los partidos políticos habilitados (el Frente Amplio permaneció ilegalizado) el 28 de noviembre de 1982, en las que triunfaron los sectores democráticos de los partidos históricos sobre aquellos que apoyaban al régimen y su estrategia de redemocratización tutelada.

En 1983, se inició un diálogo entre los sectores políticos y las Fuerzas Armadas, y las movilizaciones comenzaron a intensificarse. En mayo tuvo lugar la primera reunión en el Parque Hotel, en la que participaron representantes de la Comaspo (Comisión de Asuntos Públicos), presidida por el general Julio César Rapela.

En el mes de agosto, los partidos políticos habilitados formaron una alianza conocida como la "Intersectorial". Su objetivo era coordinar movilizaciones y acciones de protesta para exigir una apertura democrática en el país. Más tarde, se uniría también el Frente Amplio, a pesar de estar ilegalizado, junto con algunas organizaciones sociales. Fue la "Intersectorial" quien convocó al Acto del Obelisco

En cuanto a las manifestaciones populares, el acto convocado por el Plenario Intersindical de Trabajadores en la explanada del Palacio Legislativo el 1 de mayo de ese año marcó el inicio, seguido por la Semana de la Primavera, organizada por la Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública (ASCEEP), que culminó el 25 de setiembre, con una gran marcha por las avenidas 18 de Julio y Bulevar Artigas de Montevideo.

El Acto del Obelisco se realizó en medio de la suspensión del diálogo con las Fuerzas Armadas, la clausura de medios de comunicación opositores y el encarcelamiento y tortura de militantes políticos. 

La concentración fue precedida por meses de preparación y la redacción de una proclama conjunta. Aunque inicialmente se programó un acto público para el 6 de agosto, la autorización fue negada. Sin embargo, tras una declaración emitida el 8 de octubre por los partidos políticos tradicionales, se establecieron condiciones mínimas para reanudar las conversaciones con las Fuerzas Armadas.

Después de varios meses sin obtener respuesta por parte del gobierno, Jorge Batlle propuso la realización de un gran acto conjunto de masas para exigir elecciones libres el último domingo de noviembre de 1984.

Esta idea surgió durante una reunión en la casa de Juan Pivel Devoto, a la que asistieron  Carlos Julio Pereira, Fernando Oliú y Gonzalo Aguirre por el Partido Nacional, y Julio María Sanguinetti, Jorge Batlle y Enrique Tarigo por el Partido Colorado. Posteriormente, se contactó a la Unión Cívica para que se sumara a la convocatoria y a la organización.

En la siguiente reunión, celebrada en el apartamento del líder cívico Juan Vicente Chiarino, y en la que estaban también Humberto Ciganda y Julio Daverede como anfitriones, se decidió que el acto se realizaría junto al Obelisco de los Constituyentes el día 27 de noviembre, fecha que coincidía con el último domingo de ese mes del año siguiente, día en el que tradicionalmente se celebraban las elecciones nacionales. 

También se extendió una invitación al Frente Amplio, que aún estaba proscrito, para que participara. El contacto con la Mesa Política del Frente Amplio se realizó a través del Partido Demócrata Cristiano, y la respuesta afirmativa se obtuvo de inmediato. De esta manera, se publicitó la convocatoria al acto con la participación de todos los partidos políticos uruguayos, sin exclusiones.

Así lo recuerda Julio María Sanguinetti: “En cuanto a la proclama, se acordó que sería redactada por Gonzalo Aguirre y Enrique Tarigo. Aproximadamente una semana antes del acto, los dirigentes colorados, blancos y cívicos recibieron a los representantes del Frente Amplio, José Pedro Cardoso y Juan Pablo Terra, para ultimar los detalles de la proclama y del acto. Se decidió utilizar el texto de Gonzalo Aguirre como base, al que se le incorporaron varios párrafos escritos por Enrique Tarigo.

La elección de quién leería la proclama se resolvió cuando Juan Pivel Devoto propuso el nombre del destacado actor de la Comedia Nacional, Alberto Candeau, lo que fue aceptado por todos los organizadores. La consigna que convocaba al acto era: "Todos juntos por libertad, trabajo y democracia".

Gonzalo Aguirre y la redacción del discurso

Gonzalo Aguirre fue quien inicialmente escribió el texto que luego pasó por la revisión de Enrique Tarigo y otras personalidades. Al cumplirse el 20mo. aniversario del acto, en el año 2003, Aguirre participó de una edición especial del programa En Perspectiva, que conduce el periodista Emiliano Cotelo, y recordaba: “Los partidos estábamos un poco desorientados después de la ruptura inevitable de las conversaciones del Parque Hotel, del invierno de aquel 1983. Los militares prácticamente planteaban otra vez lo que el pueblo había rechazado en el plebiscito de 1980. Entonces tuvimos que levantarnos y decir que eso no iba más”.

Aguirre reconocía que la oposición no veía con claridad cómo se iba a salir de aquella coyuntura, hasta que un día de esa primavera, en la casa del profesor Juan Pivel Devoto, donde nos solían reunirse, y con la presencia de Carlos Julio Pereyra, Fernando Oliú, Pivel, Jorge Batlle, Julio María Sanguinetti, Enrique Tarigo y el mismo Aguirre, a Batlle se le ocurrió hacer un gran acto cuando fuera la fecha de las elecciones el año siguiente.

“Todos dijimos que sí pero creímos que los militares nos iban a decir que no. Y realmente fue una sorpresa. Yo no sé si creyeron que el acto iba a fracasar. Un día habría que preguntarles a los militares por qué lo permitieron”.

La proclama se resolvió el domingo anterior al acto, en una reunión nocturna en los altos de la casa del profesor Pivel Devoto, que oficiaba de cuartel central de los convocantes, en base a dos textos: uno escrito por Tarigo y otro por Aguirre. Ambos fueron leídos en voz alta y se acordó trabajar en torno al que había escrito Gonzalo Aguirre. “La verdad que tiene más tono de proclama, es más enfático, convoca más a la emoción, que el mío”, reconoció Tarigo, a lo que Aguirre acotó: “en su texto hay conceptos que faltan en el mío, que están muy bien; ¿por qué no los ensamblamos?”. 

La tarea la realizó Aguirre, y el resultado fue un documento único, con trece párrafos redactados por el dirigente nacionalista y cinco por Enrique Tarigo. Una vez concluido el texto, Pvel Devoto comentó: “no se le notan los puntos de sutura o que hayan intervenido dos plumas distintas”.

El ambiente comenzó a caldearse varios días antes. Tan pronto como Pivel y el dirigente colorado Edison Rijo salieron de Jefatura el martes 22 de noviembre, anunciando que el gobierno finalmente había otorgado la autorización correspondiente, empezó el llamado a participar. 

Durante los días siguientes, comenzó a notarse que aquella no sería una convocatoria más, como las que se realizaban desde 1980. La Asociación Uruguaya de Fútbol ajustó el horario previsto inicialmente para el partido Peñarol-Danubio en el Estadio Centenario, y las empresas de ómnibus decidieron reforzar sus líneas.

Por primera vez, casi todos los medios de comunicación informaron abiertamente sobre la convocatoria opositora.

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