Campeón de Salto 2022 como técnico de Ceibal

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La vuelta en la cara de Peñarol, la roja sin tocar la pelota y la vida extrema en Juárez y Tamaulipas: la historia de Pepe García

A fines de 2001 Hugo De León lo pidió para volver a Nacional, pero el club mexicano le impidió el sueño de retirarse en los tricolores
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15 de julio de 2023 a las 10:04

José Pepe García, un puntero izquierdo de los que jugaban con el número 11 a la vieja usanza, llegó desde Salto a Nacional en 1988, el año de los últimos títulos internacionales del club tricolor.

Al mes y poco debutó en Primera división y vio la final de la Copa Libertadores atrás de un arco junto a su suegro. Vivió frente a Peñarol dos hechos antagónicos: una de las felicidades más grandes de su recorrido por el fútbol y también uno de los momentos más tristes. Después construyó su carrera en México, donde pasó por varios clubes y vivió en ciudades extremas como Juárez y Tamaulipas.

José con sus hijos Fabricio, Mauricio y Richard

En 2010 embarcó todos los muebles y junto a su familia regresaron a Salto. García dirigió el año pasado a Ceibal y se coronó campeón, tiene un negocio de artículos de limpieza y sueña con volver a vincularse a Nacional.

Lo quería Liverpool, pero los colores hicieron fuerza

Los primeros pasos en el fútbol los dio en el Colegio de los Padres Salesianos de Salto, donde cursó la Primaria. Cuando pasó a estudiar en UTU, empezó a jugar en el Dublin Central, club al que defendió desde 1983 a 1987.

Durante el año 1987 la selección de Salto jugó un partido amistoso con Liverpool de Montevideo que había ascendido a Primera división. Empataron 3-3 y los tres goles de Salto los marcó José García.

Baby futbol en el Colegio Salesiano

En la cena posterior al partido un dirigente negriazul, el técnico Julio César Antúnez y el golero Hugo Quevedo, que era de Salto, se acercaron a García. "Me preguntaron si me gustaría ir a Liverpool y les dije que si, que mi sueño era jugar a nivel profesional". Arreglaron con la gente de Dublin, que era su equipo y quedaron que el año siguiente, después del Litoral, se incorporaba al conjunto de Belvedere, pero no se firmó nada.

Pero antes de terminar el campeonato apareció Nacional en escena. "Un día me dijeron que andaban mirándome; a pesar de que yo era hincha de Nacional, no lo podía creer. Hasta que apareció en casa el escribano May, un dirigente del club, y no lo dudé. Le dije que le habíamos dado la palabra a Liverpool pero no se firmó nada. Si arreglan con Dublin, yo encantado de la vida".

Así fue que a mediados de febrero de 1988, José Pepe García se incorporó a Nacional, pese a la palabra dada a Liverpool: "Hace como cuatro meses, por intermedio de un amigo, Rodolfo Patrón, que estaba en comunicación con el Tola (Antúnez), tuve la oportunidad de saludarlo y él se acordó enseguida de esa anécdota. Le agradecí por tomarse la molestia de invitarme, pero los colores tiraron", dijo el expuntero izquierdo.

Con su padre en Dublin Central

No fue su primera experiencia en Montevideo, ya que unos años había tenido otra: "En el 83 nos llevaron a mi y a un golero a Huracán Buceo. Estuvimos 10 días, nos quedábamos en el Castillo que había en la rambla (Castillo Brena, entonces sede del club) y entrenábamos en el Parque Huracán. Entre que extrañé y lo que me ofrecían económicamente no me convenía, regresé a Salto", recordó.

Llegó a Nacional el año que el club logró sus últimos títulos internacionales más importantes: la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental. "Tuve suerte porque Nacional le dio prioridad a la Copa Libertadores y con los suplentes del primer equipo y los mejores de Tercera jugábamos por los torneos locales. Debuté en Primera división al mes y medio de haber llegado, más rápido de lo que esperaba".

El técnico era Roberto Fleitas, pero el equipo que jugaba por el torneo local era dirigido por su ayudante Saúl Rivero.

No le costó tanto la adaptación al Nacional y a Montevideo porque al mismo tiempo llegaron Sergio Maristán y el Puro Beninca de Paysandú y también Milton Gómez, de Young. "Al ser del Interior hicimos más afinidad. También estaban Leo Percovich, el Gaby Silvera, una linda banda".

La final de la Copa Libertadores 1998 desde atrás del arco

García no vivió en el Parque Central como todos los jugadores que llegaban desde el Interior porque se hospedó en la casa de un tío. Además, como ya estaba casado y tenía un hijo, a los dos o tres meses el club le facilitó una casa, ubicada en Juan José de Amézaga entre General Flores y San Martín.

"Por eso me hice hincha del aguatero", recalcó.

Con la camiseta de Nacional

Recordó que la final de la Copa Libertadores 1988 frente a Newell's Old Boys en el Estadio Centenario la vio atrás del arco de la Colombes: "Fue a Montevideo una excursión de Salto, donde estaba mi suegro, y lo acompañé". Si bien había debutado en Primera, García no integraba la lista de Buena Fe.

Recuerda que al otro día de la final Intercontinental contra el PSV Eindhoven, en diciembre, tenía que jugar un partido por el torneo local y que esa madrugada fue "una locura; sufrimiento y locura".

Al año siguiente integró el plantel que ganó la Recopa Sudamericana frente a Racing argentino y viajó a Buenos Aires. "Con la llegada del Pichón Núñez como técnico en el 89, Nacional le dio prioridad a los jóvenes y pasé a formar parte del primer equipo. Yo había llegado a préstamo y a fines de 1988 compraron mi pase a Dublin".

Con el dinero recibido, el club de Salto remodeló su sede social. Era una institución humilde, con una hinchada familiar y un baluarte como el presidente Miguel Arrestia: "Él y su señora me llevaron a Montevideo en su auto particular cuando fui a Nacional. Una persona que hasta el día de hoy se extraña, era todo. Después quedó Miguel su hijo y hoy hay otra gente".

De aquellos tiempos gloriosos en el equipo tricolor, García sigue vinculado "con Tony Gómez, con el Chango, con el Hugo, con el Vasco, con el Indio Morán, con el Pelado Peña", entre otros.

A partir de la temporada 1989 ya era el 11 de Nacional. Ese año se integró un tal Julio César Dely Valdés. "Un fenómeno. Nunca pensamos que un panameño que venía de jugar en una divisional de ascenso de Argentina lograra lo que logró, pero condiciones le sobraban. A veces hay que tener suerte y caer en el lugar correcto y Julio cayó en el lugar correcto y se ganó el cariño de los jugadores y de los hinchas de Nacional", recordó.

Con Hugo Sánchez en Atlante

Si bien antes ganó el Competencia y una Liguilla en el fútbol de entrecasa, el primer Campeonato Uruguayo lo consiguió en 1992, un título que Nacional no conseguía desde 1983. "Dar la vuelta olímpica en la cara de Peñarol fue para mi una de las alegrías más grandes que tuve, la disfruté y quedó como recuerdo", manifestó.

Nacional fue campeón tras vencer 1-0 a Peñarol con un inolvidable gol de Julio Dely Valdés en el Centenario.

Ese mismo año, Luis Cubilla lo convocó a la selección uruguaya y jugó tres partidos amistosos: contra Brasil, Polonia y Alemania.

"Nos robaste un penal"

Sin embargo, el año siguiente fue traumático para Pepe García. Especialmente después del clásico de la sexta fecha del Uruguayo que se jugó en mayo, cuando lo expulsaron sin haber tocado la pelota.

Así lo recuerda hoy: "En ese partido fui suplente y calentábamos en el vestuario. Cada tanto te asomabas a la ventanilla y veías el partido. Habían cobrado un penal dudoso contra el Manteca Martínez y Peñarol se puso 1-0 adelante. Con la adrenalina de ir perdiendo, entré a darme manija y para colmo yo era medio calentito en ese sentido, siempre tenía discusiones con los árbitros y los contrarios. En ese momento me llama Miguel Piazza que era el técnico. Nacional atacaba para el arco de la Ámsterdam y cuando entré pasé por atrás del árbitro (Jorge Nieves) y le dije, ‘mirá que nos robaste un penal’. Se dio vuelta y me sacó la roja. Entré por la América y salí por la Olímpica".

Junto a sus padres festejando el título de San Luis

García y Wilson Núñez habían ingresado a los 65 minutos por Edinson Suárez y Fabián O'Neil.

Luego de ese incidente Piazza lo bajó al plantel de Tercera división cobrando la mitad del sueldo. Permaneció así varias semanas, hasta que "a O'Neil, que era el único zurdo que tenía Nacional, lo citaron a la selección, entonces no les quedó otra que subirme otra vez".

Jugó unos partidos y la hinchada lo recibió con silbidos: "Soy consciente que me mandé la tal macana, pero son fracciones de segundos y quedan como experiencia".

A mitad de año surgió la posibilidad de irse a Mandiyú de Corrientes y no lo dudó: "Sabía que con Piazza no iba a tener muchas oportunidades".

Allá se encontró con una banda de uruguayos: el Indio Morán, Samanta Rodríguez, el Puro Beninca, Umpiérrez y Herrera, un chico de Sudamérica. "A los uruguayos y paraguayos los amaban en Corrientes porque sabían que daban todo por el club".

Debutó contra Estudiantes, convirtió un gol y le hicieron un penal. Después le hizo dos goles a River Plate, equipo dirigido por Daniel Passarella, en el Monumental. "Ese día estaba Ricardo Lavolpe mirando el partido porque buscaba jugadores para el Atlante y me vio ahí. Después me hizo un seguimiento y terminó llevándome".

Se fue entonces al fútbol mexicano. En Atlante jugaba Wilson Graniolatti y había un masajista uruguayo radicado desde hacía muchos años. "Wilson me arropó y fue más fácil la adaptación, porque el cambio a vivir en México no fue fácil. Era una locura, el estrés, los autos, era otro mundo. Me costó adaptarme a la altura, sufría mucho los entrenamientos, terminaba muerto, fueron tres o cuatro meses interminables, pero había que adaptarse sí o sí".

José García en México

Después de un año regresó a Argentina para jugar en Deportivo Español por un arreglo entre los clubes, pero el club argentino comenzó a tener problemas económicos, no cumplía con los pagos y le pidieron que regresara al Atlante.

El intenso trajinar por clubes mexicanos

"Mi pase pertenecía a Atlante  y me mandaron al Necaxa, que junto al América era los tres clubes de Televisa. Con la dirección técnica de Lapuente. Fueron seis meses y perdimos la final con Santos Laguna".

Terminó la vinculación en Necaxa y lo llamaron Andrés Fassi y Jesús Martínez de Pachuca, que en ese momento estaba en Primera y tenía una filial en Segunda, Atlético Hidalgo que era dirigido por Carlos Trucco. Era el técnico, el arquero y dos por tres viajaba porque también era el arquero de la selección de Bolivia. "Un excelente ser humano, todo el mundo lo quiere. Hicimos un lindo torneo. Después Pachuca descendió y vendieron la franquicia donde estaba jugando yo, por lo que me invitaron a quedarme en Pachuca. Ahí llegó Carlos María Morales y tuvimos la suerte de ascender, fue el último ascenso de Pachuca porque después no descendió más".

Era dirigido por el argentino Ratón Ayala, que sobre el final se enfermó y terminó dirigiendo Andrés Fassi. "Yo seguía perteneciendo a Televisa y volví al Atlante y ellos me enviaron al Irapuato, que era filial de ellos en la B. Jugué seis meses y después del Atlante me llamó de vuelta para vuelva a la capital, con Mejía Barón de entrenador".

Premio Citlali al mejor jugador del torneo año 1998

Jugó seis meses y lo mandaron al Irapuato. Allí convivió dos semanas con Martín Rodríguez, contratado por el Atlante. "Me fui a Irapuato. Al tiempo Martín tiene problemas en Atlante, el entrenador no lo quiere y lo invité para ir a Irapuato. Le gustó y logramos el ascenso, ganamos los dos torneos, después de varios años. Hicimos una linda amistad que se mantiene hasta hoy".

En esos tiempos, su carrera era un constante ir y venir. "En México te mandaban para acá, para allá. En aquel tiempo firmabas y si no querías te dejaban de lado, ellos perdían plata pero vos no jugabas más al fútbol. Yo la llevaba light, mientras tuviera trabajo, no tenía problemas con nadie. Me había adaptado a la forma de México y de los directivos".

Tanto es así que no tuvo problemas en nacionalizarse mexicano. En Pachuca nació Richard, su tercer hijo, y el club le pidió para nacionalizarse y liberar un cupo de extranjero. Fue fácil, ya que cumplía con dos requisitos: 5 años de antigüedad en México y un familiar directo nacido en el país.

En el 2000 lo contrató Tigrillos de Ciudad Juárez, donde jugó seis meses junto a Mario Barilko. Una ciudad complicada para vivir. "En ese momento pasaban matando a las mujeres que trabajan en las maquiladoras, que son las fábricas. Había un loquito que las esperaba cuando salían de trabajar de noche y las asesinaba. Hay una serie sobre eso. Yo nunca tuve problemas, porque es como todo, hay que evitar andar de noche o en lugares peligrosos".

Llegó a esa ciudad en enero: "¡Qué manera de sufrir el frío! Ahí es la frontera con El Paso en el Río Bravo y caía aguanieve todos los días. Además, nosotros entrenábamos en un descampado como a 10km de la ciudad, fue insoportable".

Luego de Tigrillos regresó a San Luis y recuerda una anécdota que le dejó un sabor amargo. "La gente de San Luis, que estaba en Segunda y pertenecía a Televisa, me invitó a formar parte del equipo. Yo había arreglado todo para jugar y teníamos que iniciar el torneo un viernes a las 19:15. Pero un martes, tres días antes, me llamó Manuel Ucha que era gerente de Nacional, una excelente persona, porque el Hugo De León me había pedido para Nacional. Me puse como loco. 'Dejame hablar con la gente del club de acá, por mi no hay problema porque sueño con terminar mi carrera en Nacional', le dije. Hablé con el presidente de San Luis y me respondió: 'Estás loco Pepe, si te dejo ir la gente me mata, sos la figura del cuadro, el 10, dónde consigo otro jugador a tres días del torneo'. Quedé con las ganas, con esa espinita. Pero las cosas por algo pasan. Volvimos a lograr otro ascenso", reseñó.

Durante su pasaje por el fútbol mexicano, García ascendió con Pachuca en 1998, Irapuato en el 1999 y con San Luis en 2002.

Tras subir con San Luis llegó Wilson Graniolatti como entrenador y Martín Rodríguez como compañero, pero al final el equipo perdió la categoría.

Lo contrató entonces Correcaminos de Tamaulipas, a la postre el club donde se retiró: "La ciudad era bastante peligrosa por el narcotráfico y aparte  era un infierno el calor. Entrenábamos a las 7 de la mañana o a las 9 de la noche, porque después de las 9 de la mañana no podías andar en la calle porque te derretías. Los que han jugado en ciudad Victoria lo saben bien. No nos adaptamos con la familia. Había ido por un año, pero a los seis meses yo no estaba jugando mucho y les di las gracias. Busqué la posibilidad de jugar en otro equipo, no se dio y me retiré".

Su familia lo acompañó a todos lados y sufrió tantos cambios. "La familia es la que más sufre. ¡Cuántas mudanzas hice, cuántos colegios recorrieron mis hijos, cuántos amigos dejaron porque el padre se iba! No es fácil la vida del futbolista y su familia. Tenés muchos privilegios, pero es muy sacrificada. Tanto yo como mi señora nos fuimos muy jóvenes de al lado de nuestros padres, los chicos no disfrutaron tanto de sus abuelos. Los niños venían a Uruguay 15 o 20 días de vacaciones y no querían volver por la libertad que tenían acá; allá no pueden jugar a la pelota en la calle, tenían que estar encerrados. Vivir en barrios privados con seguridad para salir y entrar".

Colgó los zapatos y se quedó viviendo en San Luis, dirigiendo al equipo de Reserva, ya que había sacado el título de entrenador en la Universidad del Valle.

Luego, invitado por Carlos Trucco dirigió las Fuerzas Básicas de Pachuca; fue auxiliar del Ratón Ayala en Pachuca; dirigió al Irapuato en Segunda y por último en Nuevo Laredo, en la frontera con Estados Unidos.

El definitivo regreso a Salto

Hasta que en 2010, con su esposa y el hijo más chico (los dos grandes ya habían vuelto) subieron todos los muebles en un barco y regresaron a Uruguay. Derecho a Salto.

"Embarqué las cosas en setiembre y llegaron cerca de noviembre. Después tuvimos que cargar todo en un camión en Montevideo, hasta Salto. Por suerte no faltó nada, todo sano".

En Salto volvió a jugar al fútbol defendiendo la camiseta de Nacional en 2013. Luego dirigió a Salto Nuevo, retornó a trabajar en México por seis meses y se afincó definitivamente en su ciudad natal.

La familia completa

Dirigió a Ferrocarril, en 2018 estuvo al frente de la Sub 18 de Ceibal y el año pasado fue campeón con el primer equipo.

Al mismo tiempo, despunta el vicio jugando al fútbol los fines de semana con los veteranos y desde hace unos años tiene un negocio de productos de limpieza: "La voy llevando con eso", dice.

De Nacional de Montevideo nunca lo llamaron, pero no pierde la esperanza de volver a vincularse al club de sus amores. "Nunca golpee puertas, nunca me invitaron tampoco. Me gustaría tener un nexo con Nacional, la gente aún me recuerda. Podría ser visor de Nacional en Salto, acá es impresionante la cantidad de chiquilines con futuro que hay. No entiendo cómo un club como Nacional, teniendo tantos exjugadores del Interior, no aprovecha para que sean visores del club y recomienden jugadores", manifestó.

Cuando dirige a veces se le escapan palabras como "balón" o "portería" y los jugadores se lo quedan mirando. Rastros de tantos años en México. Sin embargo hoy, el padre de Fabricio, Mauricio y Richard, disfruta de la tranquilidad de su tierra.

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