Los 100 chiquilines que aprendieron en un salón de liceo gigante: el campo

Algunos vieron por primera vez a ciertos animales, otros quedaron impresionados con la textura de la lana, aprendieron cómo funciona una policlínica rural, vieron de qué manera se conservan los alimentos en localidades en las que aún no hay energía eléctrica y cómo se recoge la basura en ese ámbito.

Los Ganaderos Celestes, así los denominaron, fueron estudiantes de tercero de ciclo básico que se involucraron en la actividad “Ganaderos familiares, un tesoro bajo el cielo celeste”, que tuvo como objetivo mostrar la cultura rural y generar conciencia agropecuaria.

La iniciativa la llevó adelante la Facultad de Agronomía (Fagro) de la Universidad de la República (Udelar), con apoyo del proyecto Conciencia Agropecuaria del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en asociación con la Comisión Nacional de Fomento Rural (CNFR).

Estudiantes de carreras universitarias acompañaron a los liceales como tutores y les presentaron opciones de educación terciaria disponibles en sus localidades.

El proyecto se centró en estudiantes que están por culminar el ciclo básico ya que, según explicó a El Observador Virginia Rossi, docente de Fagro y responsable del proyecto, en esa etapa es donde hay mayor deserción en el sistema liceal.

“Durante el proyecto nos encontramos con muchachos que desconocían la realidad rural, viviendo en ciudades del interior”, destacó, y sostuvo que fue una experiencia enriquecedora para los adolescentes que pudieron conocer realidades diferentes a las del ámbito urbano.

Ver un caballo por primera vez

Los alumnos del bachillerato turístico de Paysandú estudiaron la ganadería familiar en torno a los bienes culturales. Junto a estudiantes de la Tecnicatura en Bienes Culturales y la Tecnicatura de la Imagen Fotográfica imaginaron cómo sería trabajar como agentes turísticos en el área protegida de Montes del Queguay, para la que debieron pensar una propuesta de turismo rural. Para cumplir con su tarea conocieron el lugar y predios productivos, para entender los bienes asociados a la ganadería, con el objetivo de transmitir los valores de la zona.

Para uno de los liceales la novedad fue poder ver a un caballo, animal al que nunca se había acercado. Para otros la sorpresa fue la textura de la lana, que no habían tenido la oportunidad de tocar antes. Además de la experiencia campera, los liceales pudieron conocer centros universitarios y descubrieron que pueden estudiar carreras muy afines con su bachillerato.

Poblados sin luz

Los estudiantes de Tacuarembó, junto a tutores de la Tecnicatura  en Desarrollo Regional Sustentable y la carrera de Técnico Operador de Alimentos, abordaron la temática de la alimentación. De esta forma investigaron cómo productores ganaderos del basalto producen sus alimentos y los conservan, en poblados en los que no hay servicio de luz eléctrica.

Viajaron a Salto y allí pudieron conocer una escuela agraria, una escuela rural y una policlínica. Durante esta experiencia aprendieron cómo hacen las compras quienes viven a varios kilómetros de un centro poblado con comercios, cuáles son los platos más consumidos y por qué, y de qué formas se conservan. Además pudieron intercambiar con jóvenes alumnos de la escuela agraria, sobre diferentes experiencias.

El té y el jarabe de yuyos

Por su parte, los liceales oriundos de Salto estudiaron los sistemas de salud de las localidades rurales y con el apoyo de tutores de las licenciaturas en Psicología y Ciencias Sociales pudieron abordar el tema desde varias aristas. Viajaron a Paysandú para conocer la Sociedad Fomento Rural de Santa Blanca y allí se dividió el tema salud rural en tres: asistencial, medicina natural y zona de riesgo.

Los encargados de lo asistencial entrevistaron a un médico que trabaja en Valentín para saber más sobre su tarea y qué implica la medicina en el medio rural.

Quienes trabajaron sobre la medicina natural conversaron con los productores sobre las formas de prevenir o curar enfermedades con base en elementos naturales como yuyos o alimentos.

Quienes lo hicieron acerca de la zona de riesgos investigaron las afecciones que los productores son más propensos a tener por su medio y por los trabajos que realizan, como las zoonosis.

También visitaron escuelas rurales y aprendieron de los niños cosas que no sabían, como el manejo de algunos animales.

Bicis sin tranca y quesería

Por su parte, los adolescentes de Río Negro, quienes trabajaron en torno a la temática de biodiversidad, viajaron a San Javier  y la primera vez que llegaron se sorprendieron al ver que los jóvenes y niños en liceos y escuelas suelen dejar las bicicletas sin trancar en las veredas, porque la localidad es segura para eso.

Conocieron el área protegida Esteros de Farrapos y junto a los guardapaques recorrieron senderos y pudieron ver cómo los productores entran el ganado a pastorear en determinados momentos del año y cómo, de esa manera, el área protegida puede convivir con la ganadería.

También conocieron una quesería y aprendieron sobre la producción. Algunos dijeron estar sorprendidos porque no sabían todo el proceso de elaboración que lleva el alimento.

Por otro lado, pudieron conocer una cultura compuesta por inmigrantes rusos que han conservado sus costumbres y hoy conviven en el pueblo con ellas. “Ahí fue que terminaron de ver que el concepto de biodiversidad no está solo en las especies, sino también en la sociedad”, comentó Rossi.

El final en Guaviyú

Ganaderos Celestes se cerró esta semana en la Escuela Agraria Guaviyú, en Paysandú, donde cada grupo de estudiantes le mostró a los demás los resultados de su trabajo.

Convencida de que este vínculo entre el campo y la ciudad fue una experiencia enriquecedora para los adolescentes, Rossi concluyó: “La apertura de la enseñanza media al mundo del trabajo y a la realidad se tiene que hacer de la mano de la motivación de los chiquilines, no se puede imponer, y este fue un primer paso”.

Conciencia agropecuaria

Con Ganaderos Celestes se buscó generar conciencia agropecuaria, impulsando el valor de la producción ganadera familiar, mientras se favorece el vínculo y el diálogo entre la ciudad y el agro.

La responsable del proyecto, Virginia Risso, comentó a El Observador que el próximo paso será evaluar los resultados y estudiar la posibilidad de replicar esta iniciativa en otras zonas del territorio, con otros estudiantes y considerando otras producciones del agro. Rossi es profesora de Extensión Rural del Departamento de Ciencias Sociales de la Fagro, investigadora en la Estación Experimental “Dr. Mario A Cassinoni”, ingeniera agrónoma y doctora en Estudios Sociales Agrarios.

La clave de Ganaderos Celestes fue que los jóvenes se “apropiaran de la ganadería como un valor del Uruguay, desde lo emotivo y la experiencia”, expresó Risso.