Los bancos centrales ante una mayor inflación

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12 de diciembre de 2021 a las 05:00

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En los últimos meses, la mayoría de los países industriales, con excepción de China y Japón, están enfrentando un aumento de la inflación, como consecuencia de varias causas que se manifestaron de improviso a la salida de la pandemia. Entre las más importantes hay que citar a los mayores costos de la energía, el fuerte aumento de la demanda de los consumidores frente a un rezago relativo de la oferta de bienes y los estrangulamientos en algunas cadenas de producción y de transporte.  Desde el inicio de este proceso, ha sido tema de discusión su carácter transitorio o permanente. Quienes se afilian a la primera posición confían en que el desencuentro temporal entre el aumento de la demanda y las dificultades de la oferta habrá de irse solucionando en los próximos meses. En cambio, quienes destacan el carácter más prolongado del proceso se detienen en el traslado de los precios a los salarios y la escasez de algunas calificaciones de la mano de obra. En todo caso, aún entre los primeros, hay cada vez una mayor aceptación de que el impacto inflacionario de estos meses habrá de prolongarse más allá de la previsión inicial.  

Frente a esta realidad, y dejando de lado a la incertidumbre relacionada con la nueva variante del virus, los dos principales bancos centrales del mundo están reaccionando de distinta manera. La Reserva Federal de Estados Unidos ya ha comenzado a dar sus primeras señales restrictivas de política monetaria mientras que el Banco Central Europeo mantiene una posición expectante, sin cambios en la política expansiva que viene desde el inicio de la pandemia.  En estos últimos meses, la economía y el empleo de Estados Unidos han vuelto a los niveles previos a la pandemia, gracias a los sucesivos programas de estímulo fiscal aplicados desde entonces. Por ello, hace algunas semanas la Reserva Federal decidió iniciar el progresivo desmantelamiento de su programa de expansión monetaria de compra mensual de U$S 120.000 millones de valores. Así, desde el mes pasado se está rebajando la compra mensual en U$S 15.000 millones, con vistas a terminar el proceso a mediados del año que viene. 

Pero ahora, ante la evidencia de una suba de precios superior a la inicialmente prevista, hace unos días el presidente de la FED Jay Powell anunció que se irá hacia una rebaja más rápida en la compra mensual de valores. La inflación está ahora en su nivel más alto de los últimos treinta años y pese a mantener la confiando en que ella  habrá de disminuir a lo largo del año que viene, ya se admite que el calificativo de transitorio dejó de ser aplicable.    

Es por tanto posible que ya en la próxima semana se decida un programa más acelerado de rebaja para la compra mensual de valores. Más importante aún es que ello daría una señal para adelantar la suba de la tasa de interés en el correr del año que viene, con anterioridad a los avisos previos que la situaban en el 2023.  Al otro lado del Atlántico, y a diferencia de las decisiones de la FED, todo indica que por ahora el BCE no habrá de reaccionar ante el aumento de la inflación, a la espera de una moderación en los próximos meses. Es una posición en la que incide de forma importante la inercia que viene del pasado reciente, cuando la política estuvo muy concentrada en evitar un proceso de deflación de precios. Por ello, en coincidencia con el FMI, el BCE habrá de mantener sin cambios la política monetaria en ejecución, consistente en la compra mensual de valores de E 20.000 y una tasa de interés del 0 %. 

En la zona euro, la inflación fue del 0.9 % anual en promedio en el período 2014 – 2019 pero ahora ha subido al 4.1 %, el mayor registro de los últimos trece años. En particular, en estos meses hubo una incidencia muy fuerte del precio de la energía, que está subiendo a un ritmo del orden del 15 % anual. 

A su vez, la economía se está recuperando de forma satisfactoria, al punto que ya está en los niveles previos a la pandemia. De aquí que por ahora la prioridad del BCE es la de asegurar la continuidad de este proceso, aun teniendo en cuenta el alza reciente de los precios.    

Por su parte, el Banco de Inglaterra está en una posición intermedia entre ambos extremos, porque si bien por ahora no ha cambiado la política monetaria en aplicación, ya ha dado algunas señales que apuntan hacia una posición más restrictiva para los próximos meses. 

La economía ya volvió a los niveles previos a la pandemia, con resultados muy positivos en el mercado de trabajo. En cambio, la inflación ha venido aumentando y es ahora de un 4.2 % anual, el nivel más alto de los últimos diez años. De aquí la idea prevaleciente en la opinión especializada de que pronto habrán de ser anunciadas las primeras restricciones en la política monetaria.  

Más en general, el aumento de la inflación también golpea a las economías en desarrollo, no sólo porque se repite el efecto de la suba de los precios de la energía y los problemas de varias cadenas de producción y de transporte, sino porque además, hubo un aumento de los precios internacionales de algunos rubros primarios con alta ponderación en el gasto de los consumidores. 

Ante esta realidad, y una práctica generalizada de indexación de los salarios frente a la suba de precios, los bancos centrales no tienen el mismo margen de espera que en los países desarrollados, por lo que están reaccionando con medidas de orden restrictivo, en especial a través de un aumento de la tasa de interés. Ello aun cuando pueda restarle dinamismo a la recuperación económica que está en marcha.    
 

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