Los candidatos y la "política de focus group"

Los candidatos disputan cada baldosa con una “política de focus group”

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03 de agosto de 2019 a las 05:03

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La semana política pareció hacer una breve pausa el miércoles, por la muerte de María Auxiliadora Delgado, esposa del presidente de la República, Tabaré Vázquez. 

Las primeras encuestas posteriores a las elecciones internas del 30 de junio confirman varias cosas: la debilidad del Frente Amplio, o al menos el escepticismo de una parte de sus antiguos votantes; la relativa estabilidad de blancos y colorados; la popularidad de Ernesto Talvi; y la vigorosa irrupción del general Guido Manini Ríos con su nuevo partido, Cabildo Abierto.

Según Ignacio Zuasnábar, de Equipos, si bien el Frente Amplio marca apenas 30% de las intenciones electorales, sólo ha perdido efectivamente 5 puntos porcentuales del 48% que obtuvo en la primera vuelta de 2014.

Parece entonces que quienes no responden o se dicen indecisos, que son muchos, podrían representar un voto “situcionista”, o silente conservador, más afín al oficialismo que a la oposición.

Otras encuestas confirman un escenario parecido. En suma, la próxima elección nacional será resuelta en segunda vuelta o balotaje, por no más de 100.000 o 150.000 ciudadanos, ubicados en el centro ideológico, o en la centroizquierda. Es un segmento más bien independiente, que comenzó a desplazarse hacia el Frente Amplio en 1994, le dio mayoría relativa en 1999 y la mayoría absoluta desde 2004.

Ahora el desgaste, la desilusión y algunos notorios fracasos de la izquierda en el gobierno, y su escasa modestia y autocrítica, han vuelto escéptico a ese núcleo crucial de votantes, que recruzó las líneas de regreso hacia blancos o colorados, o bien se apartó un poco para decidir con mejor perspectiva. 

En ese escenario tan competitivo, que puede resolverse por cualquier acierto o error, los partidos y candidatos comienzan a desplegarse para disputar cada pulgada de terreno. 

El Frente Amplio parece haber derivado muy a la izquierda y no sabe bien cómo salir del rincón. El símbolo de esa vía muerta —y de ciertos rasgos esquizofrénicos que menudean en la izquierda— fue el discurso de Graciela Villar, candidata a la Vicepresidencia de la República, en el que afirmó que la opción sería entre “oligarquía y pueblo”, cuando ella y los suyos representan el estatus quo, el poder y el puesto público.

Esa clase de discurso rancio y maniqueo, propio de cierto microclima, sirve para la tribuna adicta, pero espanta a los más independientes.
Otros líderes de la izquierda ya comenzaron a trabajar en dirección inversa. De golpe y porrazo José Mujica, Danilo Astori y Daniel Martínez, el candidato presidencial, entendieron que en Venezuela hay una dictadura. Fue una mano tendida a los liberales de centroizquierda, aunque les valiera la reconvención de los comunistas y de líderes menores, como Carolina Cosse. 

Esas rápidas correcciones del rumbo, cuyo oportunismo a veces sonroja a sus mismos protagonistas, responden a lo que Cosse definió con acierto como “política de focus group”: una técnica de investigación sobre las tendencias políticas o comerciales de cierto tipo muy específico de personas.

Daniel Martínez, mientras tanto, sacó a luz un acuerdo preexistente con el diputado Fernando Amado, ex colorado, para “acumular” fuerzas con un sub-lema común. Es una tentativa similar, aunque en pequeñísima escala, al “Encuentro Progresista” que Tabaré Vázquez creó en agosto de 1994, junto al blanco Rodolfo Nin Novoa y el PDC, con objeto de suavizar algunas aristas cortantes de la izquierda y aumentar el electorado potencial. 

Por su parte Ernesto Talvi y Julio Sanguinetti, los dos líderes del Partido Colorado, le negaron la sal y el agua a Pedro Bordaberry. 
Talvi dijo que se debió a cuestiones de conveniencia y de justicia: Bordaberry no se arremangó en las internas. Pero parece también que el antiguo candidato presidencial luce demasiado a la derecha, cuando ellos (o al menos Talvi) intentan virar hacia el centro, el espacio que le dio el gobierno a los colorados durante la mayor parte de la historia uruguaya. 
No está muy claro que sea buen negocio negarle el concurso a Bordaberry, quien puede acotar la crecida de Manini; y tampoco queda claro cuánto hubo de inquinas personales. 

El Partido Nacional, el favorito por el momento, aunque esto deba tomarse con pinzas, trata de no hacer olas. “La competencia entre blancos y colorados por entrar al balotaje será mucho más cerrada de lo imaginado”, sostuvo el politólogo Adolfo Garcé. 
Los líderes del Partido Nacional calculan cómo seducir a los frenteamplistas desencantados y, a la vez, cómo mantener la ventaja lograda sobre el Partido Colorado a partir de 2004, con un promedio de 31,7% en las últimas tres elecciones.

 

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