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Los políticos no se dan cuenta de que hay un solo enemigo en la pandemia

Mientras los que deberían guiar a un país en crisis intercambian reproches e insultos por las redes, el enemigo campea a sus anchas
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24 de marzo de 2021 a las 15:06

Resulta desolador ver a los políticos del gobierno y la oposición intercambiando munición gruesa, radicalizando a sus militancias, en un momento dramático de la vida del país en el cual lo único que se necesita es un mínimo de unión para enfrentar una enorme adversidad.

Acá hay un solo enemigo. Se trata de un sector bien organizado y articulado, que desde hace muchos meses viene llamando a boicotear todos los esfuerzos tendientes a superar la pandemia: llaman a no guardar distanciamiento social y promueven actos masivos, instan a no usar el tapabocas al cual llaman “bozal” y pregonan que llevarlo es un acto vergonzante de sometimiento; exhortan a no vacunarse y difunden el pánico respecto a lo que puede pasar si aceptamos hacerlo.

Mientras los que deberían guiar a un país en crisis intercambian reproches e insultos por las redes, el enemigo campea a sus anchas. Tienen sus espacios de prensa, hacen un uso inteligente y masivo de esas redes sociales donde gobierno y oposición se arrancan los ojos, se valen de aliados internacionales para envenenar el debate sanitario.

Hace poco los cabecillas de este movimiento negacionista organizaron una gira por todo el país, llamada con soberbia “Caravana por la verdad”. El eje central del discurso fue que la pandemia es una farsa. Buena parte de la prensa del interior, que generalmente tiene menos acceso a los políticos y científicos de primer nivel, se encandiló con la novedad y les otorgó una cobertura superlativa, como si los Rolling Stones hubieran llegado al pueblo. Muchos medios les dieron grandes espacios, se publicaron declaraciones, guías de horarios y recorridos para asistir a los actos. ¡En varios departamentos las conferencias de prensa de la “Caravana de la verdad” fueron transmitidas en vivo y en directo!

Los videos de estos actos fueron subidos a las redes, compartidos y reproducidos miles y miles de veces. Superaron incluso las fronteras del Uruguay y se viralizaron en el resto de América, a tal punto que la agencia de noticias francesa France Presse (AFP) publicó un artículo desmintiendo buena parte de las falsedades propaladas en esos videos.

Pero en Uruguay nadie tuvo la visión de la AFP. Los políticos no tomaron nota del fenómeno. Ni las autoridades ni los referentes científicos pensaron que fuera necesario ir a los pueblos y responder a la andanada negacionista difundida a los cuatro vientos: que todo es una farsa, que no hay por qué combatir el distanciamiento social, que no hay que usar mascarilla, que no hay que vacunarse.

La bola fue creciendo. El combo perfecto lo vimos hace unos días en Melo. Uno de los orgullosos seguidores de la “Caravana de la verdad”, de apenas 27 años, se enfermó, no se dejó hisopar, se agravó, cuando por fin aceptó ser asistido el CTI de su ciudad estaba lleno y murió en una ambulancia rumbo a Montevideo.

Ahí está el enemigo. No es que no se admita el disenso, como dicen. Pero lo que hacen ellos es mucho más que disentir. Es como si los que creen que se exageró con el alcohol cero en el tránsito llamaran a la gente a juntarse, beber y salir todos juntos a manejar borrachos, de prepo.

La pandemia ha puesto de rodillas a países mucho más poderosos que el Uruguay. Ya le ha costado la vida a más de 800 compatriotas. Miles han perdido sus empleos, han visto postergados sus sueños. Las secuelas sanitarias, económicas y sociales que dejará serán enormes. Ya lo están siendo.

No tomar nota de la gravedad de la situación y priorizar intereses sectoriales menores es irresponsable y frívolo.

Se me dirá que entre los políticos también hay excepciones y es cierto. Pero en líneas generales está siendo triste asistir a la guerra de guerrillas que se ha desatado –¡en el peor momento!– entre gobierno y oposición. Y no hablamos solo de líderes políticos. Otros se han sumado a la ruidosa trifulca –incluyendo algunos medios y periodistas– y parecen luchadores ciegos en el barro.

Cuando todo esto pase, algún día, habrá que recordar bien claro los nombres de todos los que buscaron dinamitar el esfuerzo colectivo para superar la pandemia. Y no tan grave, pero igualmente triste, el de aquellos que en medio de la tormenta se dedicaron a marcar perfil o ganar un voto, descuidando lo más importante: tenemos que salir de esta.

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