EFE

Los próximos cien días

Emular un plan estratégico tan virtuoso como el de la celulosa, esta vez para el desarrollo de neuronas y silicio, debería ser un objetivo clave del desarrollo nacional

Tiempo de lectura: -'

06 de julio de 2020 a las 05:02

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Resulta muy difícil evaluar la gestión de un nuevo gobierno en ese ciclo clave que suelen ser los primeros cien días de su gestión, cuando el contexto en el que asumió el mando es el de una crisis mundial sin precedentes desde 1945, tras el final de la Segunda Guerra. Y habría que remontarse a ese periodo yen el que se inició esta conflagración, la década de 1930. En 1933, un líder “capaz, valiente y humano” como así lo definen Allan Nevins y Harry Steele Commager a Franklin Delano Roosevelt, asumió la presidencia de los Estados Unidos. El mundo se encontraba en plena Gran Depresión, provocada por el “crack” bursátil de 1929 e iba rumbo al estallido de la Segunda Guerra Mundial, mientras transcurría una era en la que los totalitarismos nazi y fascista iban ganando espacio entre las sociedades europeas. También fue Winston Churchill quien asumiera en plena guerra como primer ministro británico y se alzara como un indiscutido líder mundial. Salvando distancias temporales y circunstanciales, el gobierno uruguayo enfrenta algo muy similar a la combinación de una guerra y una eventual depresión económica.

El impacto de una pandemia de las características que trajo el coronavirus, es de escala global, y actúa como un agente que exacerba y acelera un conjunto de procesos que ya estaban en curso antes del brote del Covid 19. La guerra tarifaria entre Estados Unidos y China, ha ido escalando hacia nuevas dimensiones críticas de conflicto. A la rivalidad tecnológica –el Pentágono acaba de incluir a Huawei, el buque insignia de la tecnología china, dentro de una lista de empresas consideradas como “militares” del régimen de Xi Jinping-  se agregó el foco de tensiones y enfrentamientos que se instaló en Hong Kong, con la implementación de una nueva ley de China. Esta no es otra cosa que una carta blanca para la represión sin límite alguno en contra de los habitantes de esa ciudad. Las ambiciones chinas de ejercer una actitud hostil y provocadora en lo que considera sus zonas de influencia marítima en contra de Japón, un enemigo histórico y contra Taiwán, su “provincia rebelde” y la agresividad creciente para con Australia, país que sufrió un ataque cibernético hace unos días, dan razones fundadas para asumir que el mundo asiste a una nueva Guerra Fría.

En materia económica, las cuarentenas masivas de países, regiones y ciudades completas, han intensificado el deterioro de la economía mundial y profundizado ya a la gran recesión existente desde 2008, y de la cual el mundo no había logrado zafar, para lograr un crecimiento sostenido y sin la asistencia de las políticas de salvataje y sustento de las principales autoridades monetarias del mundo.

Como consecuencia de la geopolítica actual, el riesgo de un desacople de empresas de Estados Unidos y sus aliados europeos y asiáticos amenaza a la globalización, a la cual ya se la considera en rápido repliegue y hasta en su declive. Es posible ver en los próximos meses, un significativo desplazamiento de cadenas de suministro hacia otros países, una fase en la que compiten países como Vietnam y la India, y en donde América Latina podría estar en relativas condiciones de postularse como región atractiva. Pero por el momento, esta posibilidad para el continente es una mera elucubración optimista.

Si bien el gobierno debió arrojar una buena parte de su agenda de planes a la papelera, exceptuando lo que quizás sea parte de su columna vertebral, la “Ley de urgente consideración”, su gestión frente a esta tormenta perfecta, de la cual por ahora apenas escuchamos sus primeros truenos, ha sido relativamente exitosa en relación al resto de América Latina. Sigue siendo intrigante el comportamiento del virus en el país, en donde sigue presentando una baja tasa de contagios y letalidad. Sólo desde la epidemiología se podría comenzar a establecer ciertas explicaciones de las que hoy se carece, dado que estamos ante un organismo muy inestable e incierto en sus capacidades de contagio. Paralelamente a la contención posible del virus, emerge el gradual efecto de la crisis económica mundial, la cual se manifestará con la misma complejidad e imprevisibilidad que la enfermedad.

Tal vez aquí yace el principal desafío a enfrentar, ya que sus inevitables consecuencias e impacto serán muy difíciles de contener. La pandemia ha abierto varios umbrales que habrá que cruzar, ya que detrás de la ola de efectos de corto plazo, viene un tsunami disruptivo y transformador. Para el Uruguay, éste representa una curiosa dualidad de grandes dificultades, pero también de determinadas oportunidades.

El posible desacople industrial podría implicar que muchas empresas decidan explorar opciones en donde instalar parte de las cadenas de suministro, especialmente aquellas que exigen una mano de obra altamente calificada. Es difícil, en tan poco tiempo, poder comprimir la larga curva de aprendizaje que recorrió China a partir de la década de 1980, con las grandes reformas encaradas por el régimen, y las capacidades de adaptación y asimilación de innovaciones que se fueron acelerando durante las dos décadas siguientes.

Pero si la propia tecnología manufacturera permite hoy agilizar los desplazamientos e instalaciones de plantas industriales, el principal obstáculo es generar capacidades de producción a una mano de obra que requiere de conocimientos, hoy ausentes en buena parte de la oferta de recursos humanos del país. La oportunidad de un nicho de especialización dentro de esa cadena, podría significar al menos un punto o hasta dos de aumento del PBI nacional. Emular un plan estratégico tan virtuoso como el de la celulosa, esta vez para el desarrollo de neuronas y silicio, debería ser un objetivo clave del desarrollo nacional.

Pero si la propia tecnología manufacturera permite hoy agilizar los desplazamientos e instalaciones de plantas industriales, el principal obstáculo es generar capacidades de producción a una mano de obra que requiere de conocimientos, hoy ausentes en buena parte de la oferta de recursos humanos del país.

Es un secreto a voces, y una peligrosa y engañosa complacencia, el pensar que dependiendo de dos o tres commodities agropecuarios, el Uruguay estará en buen pie para dar un salto fundamental en su desarrollo económico y social. En una región que tiende a pauperizarse en liderazgos y visiones de desarrollo inteligente y realista, nuestro país deber ahora aprovechar una crisis para ponerse a la altura de lo que probablemente sea el mundo post-pandemia: volátil, inestable y complejo, en síntesis, implacable contra la mediocridad y la cobardía.

Más importante que estos primeros cien días, los próximos cien que siguen, tal vez marquen la forma de ese mundo que viene, y el destino de un país como el Uruguay. Saber identificar las oportunidades dentro de una crisis es una clave para realizar los cambios que tanto urgen ahora. La opción de la parálisis y la medianía ha sido aplastada por un virus. La única que sigue es la de avanzar, “teniéndole sólo miedo al miedo en sí mismo”.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.