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Madres solteras de Paysandú crearon una cooperativa para tener una casa sin pagar alquiler

La mayoría de ellas deben hacerse cargo en exclusiva de los hijos, a la vez que deben ganarse la vida, en algunos casos, con más de un trabajo
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10 de mayo de 2018 a las 05:00

Existen varios modos de llegar a ser dueño de una vivienda en Uruguay. Un préstamo bancario es lo más habitual si no se tiene el dinero suficiente, aunque la exigencia del capital inicial desmoraliza a la mayoría. Al igual que las eternas cuotas. Otro mecanismo son las cooperativas de vivienda, una práctica bastante extendida, en especial en Paysandú, puntal del cooperativismo a nivel nacional. Y dentro de ese movimiento hay una diversidad de propuestas, entre ellas, la de estas mujeres, en su gran mayoría madres solteras, que se unieron para concretar ese sueño, el del techo propio.

La Cooperativa 21 de Setiembre se trata de eso. Una movida que reúne a 40 socios —todos de Paysandú— y que nuclea a unas 160 personas (niños incluidos), con personería jurídica desde hace un año y a la espera del sorteo del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma) previsto para inicios de 2019, para así comenzar a construir. Para tomar parte del sorteo del Mvotma se necesita contar con un terreno, algo que el grupo ha acordado con el dueño del predio a través de un boleto de reserva.

Estas chicas, estas sacrificadas madres, ya se ven viviendo allí más temprano que tarde, imaginando salir de sus casas, recibiendo visitas, viendo corretear a sus pequeños por sus jardines y espacios verdes.

Viviana Flores tiene 42 años. Se levanta a las 4.30 de la madrugada para ir a trabajar a la panadería Zorrilla, en el centro de la capital sanducera. Tiene cuatro hijos: de 18, 13, 9 y 5 años. Cuando sale de ese empleo, suele dedicarse a vender ropa o comida, "ese tipo de cosas", dice. Y alquila. "No es fácil, ya no puedo seguir alquilando, no me da", recalca Viviana, la presidenta de la Cooperativa 21 de Setiembre.

Dice que la iniciativa, que se plasmó en contacto con otras mujeres que viven su misma realidad, viene desde más atrás en el tiempo, solo que ahora gozan de la personería jurídica que les permite encaminar el proyecto, cumpliendo con los plazos y trámites exigidos por el Mvotma. Suelen reunirse todas las semanas en la sede del Partido Nacional en la ciudad (es el lugar que consiguieron para los encuentros, no hay nada de partidario en esto), donde comentan cada paso que dan y disipan dudas de las socias.

Viviana se separó de su pareja cuando estaba embarazada de su hijo menor, en coincidencia con el cierre de la empresa Paylana, donde trabajaba. Por tanto, quedó sola con cuatro hijos y desempleada. Ese panorama descorazonador la movilizó hacia una idea en la que aportó su experiencia sindical y de cooperativismo aprendida, justamente, en esa industria textil, símbolo alguna vez del Paysandú industrial. "Me quedé sola estando embarazada del chiquito, sin trabajo, la pasé muy mal. Pero salí adelante, y hoy estoy de pie otra vez y con este proyecto".

Al cabo del tiempo, incluso, se sumaron algunos hombres, unos poquitos, a la cooperativa. "Pero las que empezamos a movernos éramos todas mujeres y madres solteras. Al principio, unas cinco o seis. Si analizás un poco, pese a la ayuda del gobierno, siempre está a la deriva la madre separada, la soltera. El 98% de las mujeres separadas se quedan con los hijos, tenés que trabajar, cuidarlos y mantenerlos como puedas. El sueldo no te da para pagar una niñera. En mi caso, sigo en esto (la cooperativa) porque necesito una casa, no puedo pagar más un alquiler", profundiza Viviana.

Gracias a Facebook

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Adriana Jesús, con su pequeño de dos años
Adriana Jesús, con su pequeño de dos años

Evelyn de 6 años y Byron de 2 juegan entre ellos. Su madre, Lucía Aguilar, de 23 años, se mantiene cerca y, vestida con una musculosa, deja ver unos tatuajes con los nombres de sus pequeños. Ella está "desde el principio" con la cooperativa, de la que se enteró a través de Facebook. "Tampoco quise conocer algo más, me gustó de entrada", aclara.

Asegura que no cuenta con la ayuda del padre de los niños y que los tres viven en la casa de su abuelo, donde "hay mucha gente". "Vivimos en una piecita de dos por dos", se lamenta en voz baja. Por eso, la necesidad imperiosa de lograr esa vivienda propia para ganar independencia y, por supuesto, en dignidad. Por el momento cumple una suplencia como limpiadora en la pizzería Pan Z, en pleno 18 de Julio, la arteria principal de Paysandú. "Hace dos meses que estoy. No sé cuándo termino, capaz quedo", se esperanza.

Adriana Jesús, de 21 años, es otra de las madres solteras que se han unido a la Cooperativa 21 de Setiembre. Con un hijo de 2 años, de nombre Sébastian —así, con tilde en la e—, está separada desde hace un tiempo de su pareja, al que no le reprocha nada respecto al apoyo que brinda. "Lo cuida en cualquier momento, pero de a ratos se complica", asevera.

También supo del movimiento por intermedio de Facebook y afirma que necesita una casa para su hijo, y así abandonar por fin la casa de su madre. No tiene trabajo, pero sí una perspectiva. "Estoy esperando a que me llamen del BPS para asistente personal. Hay que hacer una capacitación primero. Es algo seguro pero tengo que esperar la capacitación, que son tres meses, y ahí empiezo a trabajar", relata.

Ludmila Cardozo tiene 3 años, lleva el apellido de un padre que no colabora. Con eso ha tenido que cargar Vanesa Mena, su mamá de 27, una modista que trabaja en su casa y en un taller de carteras de cuero. Es la tesorera de la cooperativa y se enteró de su existencia hace unos ocho o nueve meses por una socia que ingresó antes que ella. "Vivo en la casa de mis padres y somos muchos, mi nena necesita su casa, me lo pide", cuenta en sintonía con el deseo de todas. "Me gusta el hecho de que somos muchas mujeres y que todas más o menos estamos en la misma, que nos entendemos. No se agarra para la joda, es algo serio, estamos todas en la misma situación, buscando un techo para nuestros hijos", resume respecto al propósito de la Cooperativa 21 de Setiembre.

"Estoy sola. Es bastante complicado, aunque sí tengo el apoyo de mis padres y abuelos. Cuando pueden me cuidan a la nena, si no, voy con ella para todos lados", continúa. En el taller de carteras de cuero pasa seis horas, luego en su hogar confecciona uniformes para liceo y "cualquier trabajo que entre". Carece de horario, se levanta temprano y termina "tardísimo". "Ahora la nena empezó la escuela y tengo que ir a buscarla". Lo hace en ómnibus o caminando, mientras tanto, ahorra para comprarse una moto.
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Vanesa Mena con su hija Ludmila
Vanesa Mena con su hija Ludmila


Jeniffer Gentile, de 18 años y mamá de Eitan, de 2, también pasa sus días en casa de su madre. Según ella, el padre del chico "está presente" pero "no ayuda mucho" porque no tiene empleo. Está haciendo sola "esto" de la cooperativa, de la que se enteró gracias a una compañera que estaba involucrada, al tiempo que prepara su futuro: estudia cuarto año de bachillerato en la UTU además de peluquería en esa misma institución.

Helen Merelo, de 21 años y madre de Pía, de dos primaveras, también convive con sus progenitores. Está "desde que empezó la cooperativa", dice con orgullo. "Por ahora, lo que más quiero es la casa, sobre todo para mi hija, que tenga su techo y su espacio", continúa con énfasis. "Cuando Viviana (Flores, la presidenta de la cooperativa) hizo un llamado, me interesé y en la primera reunión me quedé. No lo pensé dos veces. Vi que el ambiente estaba bueno", añade en relación con su vínculo con el proyecto.

Entre cipreses

El predio elegido para levantar esta cooperativa de vivienda de ayuda mutua comprende más de 10 mil metros cuadrados y está ubicado en la zona sur de Paysandú, pasando el puente del arroyo Sacra por calle Montevideo, en un lugar rodeado de eucaliptos y de altos cipreses. También se ubica contiguo a una casa con un gran terreno y es vecino de otra cooperativa en construcción. A su vez, se encuentra muy cerca del antiguo zoológico de la ciudad.

Al principio se habían anotado 48 socios pero más tarde pasaron a ser 40, pues esa es la cantidad máxima de viviendas a levantar en ese sitio, por la extensión del lugar, el tipo de casas a construir —dependiendo del núcleo pueden ser de hasta cuatro o cinco dormitorios, todas de material y de ladrillo a la vista—, por los espacios verdes y juegos que están previstos para los niños, y por el salón comunal.

"Es precioso el terreno, acogedor. Del otro lado están levantando viviendas. Es viable, tiene todo medio cerca y ya cuenta con saneamiento", expresa Viviana, la titular de la cooperativa. "Esto es una historia real, de personas reales que no tienen otra posibilidad para comprar una casa. Es así", remarca.

¿Por qué la cooperativa se llama 21 de Setiembre? Viviana responde que al principio quisieron llamarla Cooperativa de Viviendas Un Sueño, pero no fue aceptado porque había otra con un nombre parecido. Y como el Mvotma les aprobó el proyecto en setiembre, entre el 19 y 21 de ese mes, se decidieron por esa denominación. "Lo propusimos en asamblea, se aceptó y así quedó".

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Jeniffer Gentile, Lucía Aguilar, Helen Merelo, Viviana Flores y Vanesa Mena, junto al predio donde construirán la cooperativa.
Jeniffer Gentile, Lucía Aguilar, Helen Merelo, Viviana Flores y Vanesa Mena, junto al predio donde construirán la cooperativa.

Por el momento no se integraron a la órbita de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (Fucvam). Por nada en especial, más que el simple hecho de que todavía no pueden abordar los gastos que implica estar dentro de ese sistema. "Fuimos una vez a reunirnos con ellos para informarnos. Nos pedían casi 11 mil pesos para entrar y eso era difícil, hasta ahora lo es para nosotras. No pensábamos que teníamos que pagar tanto. Y además de ese dinero hay que abonar una cuota por mes. Capaz más adelante", explica Viviana.

Como requisitos de ingreso a la 21 de Setiembre se solicita el pago de 2 UR ($ 2.200) como capital y luego una mensualidad para el fondo de la cooperativa, para realizar trámites, por ejemplo, que asciende a $ 600. A la vez, hay talleres de la mano del Centro Cooperativista Uruguayo (CCU) que sirven para dar una cabal información sobre el movimiento cooperativista, sus beneficios y sus exigencias, además de la asesoría de abogados, escribanos, ingenieros civiles y arquitectos. "El terreno se paga con el préstamo. Después se amortiza, por eso el boleto de reserva", que ya tienen en poder, aclara la presidenta.

"Todo esto es a voluntad, nadie nos paga, lo hacemos porque queremos la casa, las ganas que tenés te llevan a estas cosas", prosigue Viviana, que en las reuniones semanales aprovecha para espolear a sus compañeras, a las más jóvenes, a las madres que no saben muchas veces para dónde agarrar. "Les cuento mi experiencia en cooperativas. Los jóvenes quieren las cosas para ya. Y acá se necesita paciencia. A mí me pasó, pasaron los años y no tengo casa", reconoce esta mujer que ha aprendido "mucho" y de "todo un poco" (con una amiga se formó en la parte legal) estando al frente de la cooperativa.

"Siempre les digo a ellas que son fuertes y capaces. Si no les mostrás esa fuerza, es como si se apagaran. La mayoría de las mujeres entran con miedo, sin saber bien qué hacer". Y allí está la Cooperativa 21 de Setiembre, la que, de la mano de un techo, quiere devolver la independencia y, con ella, la dignidad.

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