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Mapa político argentino se reordena y ahora la grieta atraviesa a los partidos

La reacción a la jugada de nombrar un vice peronista fue positiva, tanto a nivel de opinión pública como en el mercado financiero. Se percibe que tendrá mejores chances de aplicar una agenda de reformas
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13 de junio de 2019 a las 05:03

Por Fernando Gutiérrez (desde Buenos Aires).

Tras febriles negociaciones contrareloj, terminaron de definirse las grandes alianzas políticas con vistas a las elecciones presidenciales en Argentina. Y si bien se mantiene la polarización que caracterizó a los últimos años, se nota un cambio importante: ahora la grieta ya no separa partidos, sino que hay un reordenamiento sobre un nuevo eje.

Para algunos, la nueva dicotomía es “república versus autoritarismo”, otros la ven como “modernización económica o proteccionismo estatizante”. O, desde un sesgo más ideológico, podría ser “neoliberalismo contra economía popular”.

Lo cierto es que de ambos lados hay peronistas y militantes de la Unión Cívica Radical. Más aún, de ambos lados hay ex integrantes del gobierno de Cristina Kirchner.

Por caso, Miguel Pichetto –principal espada legislativa del kirchnerismo durante 12 años- hoy quedó enfrentado a dos ex compañeros de ruta: Alberto Fernández y Sergio Massa, ambos ex jefes de gabinete de la gestión de Cristina.

Ese reordenamiento tiene el efecto de adelantar para agosto el escenario dual que originalmente se preveía para noviembre, cuando se celebrará el eventual balotaje.

Fue un efecto buscado ya cuando Cristina Kirchner cedió el liderazgo a Alberto Fernández: entendió que tenía un “techo” electoral que sólo se podría romper con alianzas. Por eso, dio el paso al costado y facilitó el acercamiento de Massa, que finalmente se anunció formalmente.

La esperanza del kirchnerismo es que este dirigente, que en 2015 había logrado un 21 por ciento de los votos, pueda hacer un aporte electoral como para que la fórmula Fernández-Fernández llegue al 45 por ciento de los votos en octubre, el nivel requerido por la constitución para proclamarse ganador ya en primera vuelta.

Por eso se confirmó oficialmente la formación de un frente llamado “Todos”, en la cual se aspira a recrear una mayoría peronista con un fuerte tono opositor. Tras una compleja negociación, se produjo el famoso café entre Massa y Alberto Fernández, que terminará como todos preveían: con Fernández como candidato del espacio.

Del otro lado, la jugada de Macri al nombrar a un peronista como compañero de fórmula va en el mismo sentido. Y, de hecho, es una estrategia “en espejo” con la de Cristina. Así como la ex mandataria buscó ampliar su base electoral, Macri hizo lo mismo hacia un sector que le puede aportar no sólo votos, sino algo que en el gobierno se valora mucho: la sensación de gobernabilidad.

Pichetto, el complemento ideal de Macri

Algunos lo llaman “el Frank Underwood argentino”, en alusión al célebre personaje de la serie “House of Cards”. Y la verdad es que Miguel Ángel Pichetto, de quien ahora está hablando toda la Argentina, comparte algunas de las cualidades del cerebral y maquiavélico –pero también admirado- personaje de ficción.

Para empezar, como él mismo dijo en su primera conferencia de prensa luego de haber aceptado la nominación como vicepresidente de Mauricio Macri, nunca se deja llevar por la emoción sino que todas sus decisiones obedecen a la más pura racionalidad. 

Segundo, tiene una particular concepción sobre la lealtad política. Ha demostrado cierta maleabilidad en cuanto a las políticas a defender, de manera que en los años 90, bajo el gobierno de Carlos Menem, fue un entusiasta partidario de las privatizaciones y luego, ya con Cristina Kirchner en el poder, aplaudió las reestatizaciones.

Sin embargo, en cierto sentido ha mantenido una coherencia: comparte la idea de que el gobierno debe tener una sólida autoridad política y que debe atender a las demandas sociales de cada momento. Por eso, condujo al bloque legislativo peronista con igual convicción bajo los gobiernos de Menem, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y ahora, con Mauricio Macri.

Igual que Frank Underwood, el flamante candidato a vicepresidente es un hombre de diálogo que gusta de tejer acuerdos con todos los bloques. Y que, llegado el momento, puede ser duro para lograr que los demás se avengan a sus posturas.

Tiene una llegada privilegiada a los gobernadores provinciales –algo que en la política argentina es muy importante, sobre todo para un gobierno que tiene minoría parlamentaria- y también a las dirigencias sindical y empresarial.

Lo cierto es que Macri le debe mucho. En un país conflictivo, complejo y con demandas urgentes como Argentina, la palabra clave es “gobernabilidad”. Y eso es exactamente lo que Pichetto le aportó en los últimos tres años y lo que, a partir de ahora, todos interpretan que intensificará.

Para ponerlo en palabras del propio Pichetto, lo que hizo Macri fue “una ampliación de su base de sustento político”.

Un festejo del mercado

Luego de conocida la noticia, muchos recordaron que hace dos meses Pichetto había viajado a Wall Street para reunirse con inversores y explicarles que no todos los peronistas comparten los modos y las ideas del kirchnerismo. En otras palabras, que había un bloque peronista que él conducía que no iba a permitir que se incurriera en un nuevo default ni que se rompiera el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

No por casualidad, la primera reacción del mundo empresarial fue de alivio y casi de festejo. El dólar cayó 80 centavos luego de conocida la noticia. En otras palabras, el peso argentino fue la moneda que más se valorizó entre las economías emergentes.

Además, subieron los bonos de deuda soberana argentina. El riesgo país bajó al nivel de 840 puntos, luego de haber tocado los 1.000 puntos hace apenas algunas semanas. Y las acciones de empresas argentinas que cotizan en Wall Street tuvieron impulsos de hasta 9 por ciento en una rueda.

¿Por qué ocurre esto? Porque el mercado, que tenía dudas de que Macri pudiera ganar la elección y que, si llegaba a ganar, que pudiera aplicar una agenda de reformas, ahora ve que existe una base política para lograr las dos cosas.

La jugada de Macri es un “espejo” con la que había hecho Cristina Kirchner al cederle la postulación presidencial a Alberto Fernández. Es decir, se lanza a captar a los votantes “del centro” y adelante para ahora el escenario de dos partidos que se preveía para un eventual balotaje en noviembre.

De esta manera, la coalición Cambiemos abre sus puertas para que los peronistas que no quieren a Cristina Kirchner –entre los que se cuentan gobernadores de provincias importantes, como Juan Schiaretti de Córdoba- puedan jugar electoralmente a favor del macrismo.

Un garante en el Congreso

A la hora de considerar a Pichetto como vicepresidente, tuvo un peso importante su antecedente como un facilitador de la gobernabilidad en los últimos años, a pesar de ser un dirigente opositor.

Fue gracias a ese “peronismo dialoguista” que el macrismo logró la aprobación de leyes clave, como la del acuerdo con los “fondos buitre” para salir del default, o la del blanqueo fiscal.

Una ocasión destacada fue cuando, a fines de 2017, en medio de las violentas manifestaciones en contra de la ley de nueva fórmula de reajustes jubilatorios, Pichetto le dio una salida al un macrismo que no encontraba la forma de impulsar su proyecto en el Congreso.

Y el reproche que Pichetto hacía a Macri en ese contexto de conmoción social era algo que hoy, a la luz de lo ocurrido, pasa a tener otra significación. El senador se quejaba de que Macri se replegara en su “mesa chica” sin compartir el poder con dirigentes de otros partidos con los cuales pudiera tener coincidencias programáticas y que, además, le podían ayudar en el diálogo con los gobiernos provinciales.

Evidentemente, Macri no se olvidó de aquel reclamo, ni de su implícita promesa de gobernabilidad.

Lavagna, en busca del votante “del medio”
El otro anuncio importante en la definición de alianzas políticas fue el de la fórmula Roberto Lavagna- Juan Manuel Urtubey, en una coalición bautizada “Consenso Federal 2030”.
El ex ministro de economía del período 2002-2005 y el actual gobernador de la provincia de Salta terminaron de conformar el “tercer espacio” que parecía que se disolvería luego de la fuerte polarización producida en las últimas horas.
El objetivo de esta dupla es retener los votos del electorado peronista que no quiere a Cristina Kirchner, así como el del votante de Macri que está desencantado por la crisis económica.
Lavagna fue denominado por politólogos como “el candidato de la crisis”, porque sus chances crecen en la medida en que se deterioran los indicadores económicos. Su principal argumento electoral es su experiencia de haber puesto a la Argentina en la senda del crecimiento del 9 por ciento anual después de la gran crisis del 2002.
Según trascendió, el objetivo de mínima de Lavagna es llegar a 12 por ciento de los votos. Eso no le alcanzaría para pelear la presidencia pero le daría el rol de árbitro en un eventual balotaje de noviembre.
La incógnita que a esta hora tratan de develar los analistas es si Lavagna le “robará” más votantes a Macri o a la fórmula Fernández-Fernández. En un principio, había cierta coincidencia sobre que ocurriría lo primero, pero ahora, con una mayor estabilidad de la economía y con el aporte peronista que Urtubey le aporta al nuevo espacio, ya no hay tanta certeza.

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