Ximena Pardiñas - Directora de Academia y líder de práctica de Xn.
Vivimos en un mundo de cambios constantes que afectan a absolutamente todas las personas. Por eso, solo quienes estén dispuestos a adaptarse rápidamente, o mejor aún, a liderar los cambios, son quienes tendrán posibilidad de no quedar obsoletos. Si, además, vemos los cambios como oportunidades, podremos disfrutar de este contexto de transformación acelerada
Decimos que alguien tiene actitud de mejora cuando son capaces de cuestionar todo de forma positiva, de preguntarse permanentemente ¿cómo podría hacerlo mejor?, de impulsar el cambio, empezando por ellos mismos. “Porque nada cambia si yo no cambio”.
Tampoco se trata de transformar por transformar, sino elegir lo qué transformar. Evaluar qué es lo mejor, poner toda la energía en ello y ser consciente de que la perfección no existe.
“Buscaremos la perfección y la buscaremos de forma incansable, sabiendo que nunca la alcanzaremos. Pero si la buscamos, encontraremos la excelencia” – (V. Lombardi).
Y ser conscientes también, de que no se puede hacer todo a la vez y de que el tiempo es finito. Quienes viven la actitud de mejora aprenden a “soltar” la tarea en el momento justo porque saben que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.
A los 12 años iba a participar en mi primera competencia internacional de nado sincronizado. Mi entrenadora había trabajado en desarrollar muchas cosas conmigo. Yo tenía fortalezas y talentos naturales: dominio corporal, flotabilidad y fuerza. Logré desarrollar muy bien la técnica pero cuando lo llevaba a la rutina lo hacía pensando y no sintiendo. Lo artístico me costaba horrible, no me sacaban una sonrisa o una gracia ni por decreto. Y además era “dura como una roca” y tenía que mejorar mucho mi flexibilidad. Pero en aquella competencia en Argentina sonreí y me esforcé en mi expresión artística. También había mejorado mucho mi flexibilidad. Y al final de la competencia me posicioné como la mejor nadadora de mi categoría.
Así que le dije a mi entrenadora: listo, ya les gané a todas.
Y ella me respondió: Listo nada. Ahora vas a ir a preguntarle a cada entrenadora de los demás países ¿en qué más podés mejorar?
Y yo pensé: ¡Qué pesada! ¡Nunca le alcanza! Ahora tengo que ir a preguntar una por una y llevarme más deberes.
Y así fue. Me llevé muchos consejos de cómo seguir mejorando. Y con el tiempo entendí el valor y el regalo que habían sido esas palabras. Y mucho después, en mi carrera profesional, también entendí que la única manera de poder ganarse un lugar en esta transformación es la formación continua. Cuanto más podamos adquirir nuevas habilidades, más valiosos y útiles somos. Y que la mejora es un camino sin fin. Siempre hay algo que podemos aprender, mejorar o cambiar.
Las personas con actitud de mejora saben que hacer las cosas bien, siempre de la misma forma, no es suficiente.
Para eso, es fundamental el valor de la humildad: “Si no eres humilde es muy difícil ser aconsejado. Y sino puedes recibir consejos, es muy difícil mejorar” (P. Drucker).
En nuestro trabajo, ser mejores cada día no es solo una cuestión de supervivencia es la gran oportunidad que tenemos para sentirnos mejor. Confirmar que uno se desarrolla, que contribuye cada vez más, se siente más útil, es muy reconfortante. Saber que podemos ser cada vez más valiosos, es un alimento vital para generar esa energía emocional que nos mueve.
1. Cuestiona todo de forma positiva: recuerda que los cambios ocurren cada vez más rápido y eso requiere transformación permanente. No aceptes el “acá siempre se hizo así”. Sé un crítico constructivo.
2. Pregúntate permanentemente: ¿cómo podría hacerlo mejor? Recuerda que tienes dos trabajos: tu Trabajo (T) y la Transformación de tu Trabajo (TT). Adopta la disciplina de TT. Busca continuamente una manera mejor de hacer las cosas. Innova.
3. Aprende del pasado, pero suéltalo: recuerda que la semilla del fracaso está sembrada en el éxito. Toma todo lo que sirve de lo que está hecho. Aplica lecciones aprendidas. Apóyate en lo que salió bien, pero no te conformes.
4. Busca desarrollarte en forma permanente: recuerda que “la caridad bien entendida empieza por casa”. Lo primero a cuestionar es a uno mismo. Sé humilde. Mejórate a ti mismo. Sé un eterno aprendiz.
5. Considera el impacto de la transformación en otros: recuerda que cuanto más sepas del sector de actividad en el que estás, puedes hacer más valiosa tu contribución al equipo y a la organización. Aprende el negocio, no solo tu rol.
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