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Menchi Sábat, entre el desamparo y la irreverencia

Hermenegido "Menchi" Sábat fue un gran caricaturista uruguayo
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06 de octubre de 2018 a las 16:22

Una buena caricatura, que exagera las situaciones y los rasgos y los hace ridículos o tiernos, puede decir más de lo que expresan las palabras; o, en todo caso, complementarlas con eficacia demoledora. 

La muerte en la noche del lunes al martes de Hermenegildo “Menchi” Sábat, el gran caricaturista político del diario porteño Clarín, es un golpe helado para el oficio: vendrán otros en su lugar, por supuesto, pero habrá que tejer de nuevo la trama única de complicidad con el lector.

Hermenegildo Sábat nació en Montevideo en 1933 y se abrió paso como dibujante, ilustrador y fotógrafo en un medio exasperante por lo pequeño. Se inició en el periodismo muy joven, en 1949, primero en el diario El País y luego en el semanario Marcha. Entre 1956 y 1957 trabajó en el diario Acción, que dirigía Luis Batlle Berres, antes de regresar a El País, ya convertido en uno de los mejores ilustradores de su tiempo. Se fue a Argentina con 33 años, cuando se desempeñaba como secretario de redacción de El País, un cargo inhabitual para un dibujante, aunque para nada ilógico. “Trabajaba en la imprenta, diagramaba, sacaba fotos, hacía notas, titulaba y terminé de secretario general”, contó muchos años más tarde.

En Buenos Aires trabajó para algunos medios que hicieron historia por su calidad, como la revista Primera Plana y el diario La Opinión, ambos impulsados por Jacobo Timerman.

Comenzó a dibujar para Clarín, el mayor diario de Hispanoamérica, en 1973, y concurrió a la oficina que tenía en la redacción hasta el último día de su vida, con 85 años.

También fue colaborador, entre otras publicaciones internacionales, de L’Express, Liberation, The New York Times, The New Yorker y la revista Fortune. 

Desde esas trincheras forjó su leyenda de gran caricaturista, más sutil que agresivo, lo que le permitió sugerir y cuestionar incluso durante la dictadura que gobernó Argentina entre 1976 y 1983, una de las más vesánicas de la historia. También fue duramente cuestionado durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, que se extendió entre 2007 y 2015, pues dibujó a la presidenta y a su séquito con mordacidad.

No solo hizo caricatura política: retrató a todas las grandes personalidades de la cultura argentina, y también accedió a un lugar destacado en el mundo de las artes plásticas.

El ensayista y crítico literario Wilfredo Penco (y además vicepresidente de la Corte Electoral) reseñó que, sin abandonar el lenguaje del dibujo, en la década de 1960 Sábat comenzó a pintar retratos de filiación expresionista, concretó una serie, de gran impacto, dedicada a los detenidos-desaparecidos durante las dictaduras latinoamericanas del último cuarto del siglo XX y, más tarde, continuó trabajando orientado hacia la abstracción y el informalismo. En sus obras, como ha señalado Marta Traba, se observa “un humor mezclado con desamparo e irreverencia”.

Publicó entre otros libros: Al troesma con cariño (1971, reeditado en 1977), Yo Bix, tú Bix, él Bix (1972), Monsieur Lautrec (con textos de Julio Cortázar) (1980), Tango mío (1981), Carta a Torres García (1996), La casa sigue en orden. Cuatro décadas de historia en dibujos (con textos de Carlos Eichelbaum y prólogo de Félix Luna) (1999), Imágenes latentes (fotografías) (2001), Abstemios abstenerse (2004), Siguen las firmas: inventario apócrifo de falsedades, mentiras y algunas certidumbres (2006), El pájaro murió de risa (sobre Charly Parker, 2007), Anónimo transparente (sobre Fernando Pessoa, 2007), Que no se entere Piazzolla (sobre Ástor Piazzolla, 2008) y Pesimista militante (sobre Juan Carlos Onetti, 2009). Entre sus exposiciones se cuentan Obra gráfica (2001), Minas: un proyecto postergado (2001) y Héroes de la dependencia (2011).

“El trabajo en el diario lo entendí siempre como un medio de vida con el que he podido educar a mis hijos y llevar una vida medianamente digna”, dijo en 2001 al semanario Búsqueda. “Pero gracias a ese trabajo puedo pintar lo que se me da la gana (…). Este trabajo no es ni para hacer la revolución ni para asumir el poder. Yo no estoy infiltrado en el periodismo para hacer otras cosas”, sino para hacer periodismo. 

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