Los intentos de autoeliminación son más recurrentes en jóvenes y mujeres.

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Menos de la mitad de los intentos de suicidio reciben la atención psiquiátrica que deberían

Ante tendencia histórica que no cede y más de 600 intentos de suicidio en los dos últimos meses, MSP establece la prevención y atención de los intentos de autoeliminación como máxima prioridad con un seguimiento cuerpo a cuerpo
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21 de diciembre de 2022 a las 05:04

No quedaban rastros. En Uruguay una persona podía intentar matarse una, dos o diez veces y, sin embargo, pocos se enteraban. Podía llamar una, dos o diez veces a la Línea Vida (0800 0767) y, sin embargo, ninguno de los psiquiatras de su prestador de salud se darían cuenta. Porque los intentos de suicidios quedaban escritos en un papel que, con suerte, a fin de año servía para rellenar una estadística nacional. Hace dos meses eso cambió.

“En un paso histórico, el Ministerio de Salud Pública está haciendo cumplir su rol de órgano rector: ahora se reciben en tiempo real y de manera online los intentos de autoeliminación que se registran en todo el país. Desde el 21 de octubre, sabemos cada día, antes de la medianoche, los datos personales, el sexo, la edad, el lugar y el mecanismo con que se intentó quitar la vida cada persona. Después se da aviso a su prestador de salud para que, como dice la normativa, se le haga un seguimiento por el equipo de salud mental antes del octavo día posterior al intento. Y si el prestador no cumple, se lo intimida y puede aplicarse una sanción”, explica Horacio Porciúncula, coordinador de Salud Mental del MSP y quien trabaja en la temática hace más de cuatro décadas.

La notificación online y en tiempo real le permite afirmar a Porciúncula que, en los dos primeros meses de funcionamiento del sistema, van más de 600 intentos de suicidios. El 70% son mujeres (cuando en los suicidios consumados la inmensa mayoría son hombres), la mayoría de los intentos son de jóvenes menores de 29 años (cuando en los suicidios concretados la mayoría son adultos mayores), la mayoría de las tentativas son con consumo excesivo de psicofármacos o cortes (cuando en la autoeliminación se suele ejecutar con la asfixia, el ahorcamiento o un arma de fuego). Pero, sobre todo, permite darse cuenta que quienes lo necesitaban no están accediendo al debido seguimiento psiquiátrico.

Los datos preliminares —Porciúncula insiste que son “preliminares”— revelan que “el seguimiento (de los equipos de salud mental de los prestadores) está por debajo del 50%”.

Hace cinco años, cuando la tendencia ya mostraba un claro aumento de los suicidios y que Uruguay se mantenía entre los países con mayores tasas de muertes por esta causa, el entonces ministro de Salud Jorge Basso ordenó que “una vez de alta (tras el intento de suicidio) o determinado que el usuario no requiere hospitalización, se derivará a atención ambulatoria con equipo de Salud Mental, fijando día y hora para la consulta en un plazo no mayor a siete días”.

El problema, insiste Porciúncula, es que el MSP no podía fiscalizar ese cumplimiento porque el reporte dependía de que el paciente o su familia exigieran esa prestación. “Ahora, en cambio, tenemos el sistema que permite saber si se cumple para cada caso sin que el usuario tenga que estar reclamando la atención”.

Según el sociólogo Pablo Hein, integrante del grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida de la Universidad de la República, “el seguimiento en tiempo real sirve para desplegar la atención inmediata que requiere la persona y su familia”, pero, advierte, “el intento de suicidio no siempre es un predictor directo del suicidio”.

En ese sentido, Hein explica que “un corte a veces es un llamado de atención —que debe ser atendido y no se debe minimizar—, pero que no necesariamente implica una intención de quitarse la vida”. Como ejemplo, dice, “un tercio de los jóvenes en Europa se han cortado a propósito alguna vez y, cuando se estudia las causas, muchas veces está vinculado a que les duele el pasaje a la adultez o les duele la vida, pero no es que quieran suicidarse como tal”.

Antes —en el viejo paradigma de la psiquiatría— existía la idea de que a (casi) todo suicidio lo anteceden unos diez intentos de autoeliminación que, a la vez, lo anteceden unas cuantas más ideaciones suicidas. Eso, según Hein, “no tiene fundamento científico, porque, si fuera así, se suicidarían más mujeres y más jóvenes”.

Niños y adolescentes

Cuando la pandemia del covid-19 obligó al cierre de las escuelas y al confinamiento de facto, el grupo de científicos que asesoraba al gobierno alertó de las consecuencias que podía tener ese aislamiento. En la cátedra de Psiquiatría Pediátrica venían advirtiendo desde antes un aumento de las consultas por intentos de autoeliminación y, sobre todo, de lesiones autoinflingidas que la emergencia sanitaria “disparó”, cuenta la profesora agregada Adriana Martínez.

“La verdad que asusta la enorme cantidad de consultas de menores de 15 años que se autolesionan para calmar un padecimiento psíquico”, reconoce la psiquiatra infantil. Eso sí: como “poco a poco se van mejorando los sistemas de registro, es difícil saber si el aumento en las estadísticas es un reflejo del incremento epidemiológico de los intentos de suicidio y las lesiones o es el resultado del ajuste del sistema”.

En el primer semestre de este año, por ejemplo, Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) registró 656 intentos de autoeliminación en niños y adolescentes (menores de 18 años). Es el triple de los observados previo a la pandemia y, de continuar la tendencia, se batirá el triste récord.

Para el sociólogo Hein, sin embargo, “ya no son necesarios estos números para tener una magnitud cabal de  los que nos está pasando como sociedad”. Los números, explica, “sirven para tomar acciones en tiempo real, de urgencia, y también para el registro… pero para actuar es necesario dejar de pensar todo desde la psiquiatría, para empezar a actuar como sociedad”.

La psiquiatra Martínez coincide: “el psiquiatra atiende el caso en la puerta de emergencia y en el seguimiento, es quien ve, para un caso concreto, cuál es la mejor terapia. Pero si queremos prevenir las situaciones y que no se dé y no se repita, todos tenemos que estar atentos y trabajarlo. Significa comprender el disfrute de la vida, el no medicalizar por medicalizar”.

En esta línea, el MSP está formando a los médicos del primer nivel de atención (los médicos generales) a los que asisten los adultos mayores que son los que más se suicidan. Porciúncula entiende que “es probable que un adulto mayor que se siente solo o está angustiado no consulte a un psicólogo o un psiquiatra. Incluso es probable que no se lo cuente a nadie. Pero como muchos de esos adultos sí consultan al médico general por una enfermedad crónica, por una diabetes o una hipertensión, sí es necesario que esos médicos estén atentos y sepan cómo advertir de un riesgo suicida”.

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