Maryna Anández

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Una ucraniana en Uruguay: “Mi país resiste de una manera impresionante; defiende la libertad, algo que Rusia no tiene”

Maryna Anández vive en Montevideo y resalta la lucha ucraniana: "En Mariúpol la gente se junta, hay 2.000 personas que enfrentan a un tanque. En Nikolaev lo mismo"
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17 de marzo de 2022 a las 05:01

Tiene 27 años, nació en Rusia, en Múrsmank, una ciudad de las más cercanas al Polo Norte. A los dos años sus padres se mudaron a Crimea. Y desde allí comenzó un periplo que la llevó  hacia el oeste de Ucrania, Estados Unidos y Montevideo, primero a Casavalle y luego a otro barrio donde ahora vive.

En su casa actual, Maryna Anández abre la puerta para dar su opinión sobre la invasión rusa en Ucrania. Tiene puesta una remera amarilla y un jean azul, para dejar clara su postura. Más allá de haber nacido en Rusia, es ucraniana.

En el living, en una de las paredes hay una televisión prendida que transmite una señal ucraniana. “Los canales de Ucrania se juntaron todos, en cadena nacional. Transmiten la misma información las 24 horas y los siete días de la semana. No hay shows, nada, solo noticias”, comenta.

Siendo niña llegó a Sebastopol, en Crimea, cuando la península formaba parte de Ucrania. En 2014, Crimea fue anexionada por Rusia tras una invasión militar. Pero esa anexión no es reconocida por los ucranianos; de hecho la consideran ilegal. “Crimea es Ucrania”, dice Maryna mirando fijo a los ojos.

En 2011 conoció a Martín de manera remota. Ella vivía en Sebastopol y estudiaba periodismo en el oeste ucraniano. Martín estaba en Montevideo, junto a sus padres en Casavalle. Un año después, a través de distintas organizaciones los dos ganaron una beca para estudiar inglés en Estados Unidos. Allí se conocieron personalmente y decidieron afianzar su vínculo. La beca culminó y tomaron la decisión. Se casaron en Lviv, Ucrania, en 2014, antes de la invasión. Meses después y luego de barajar varias opciones, Maryna recaló en Montevideo para vivir con Martín en la casa de sus padres. Ahora viven solos.

Maryna y Martín, en su casa en Montevideo

“Conocí algo de Uruguay porque él me había contado. Cuando llegué estuve tratando de insertarme para tratar de entender el idioma, no hablaba español. Miraba muchas novelas para agarrar algunas palabras y frases”, recuerda.

Comenzó a estudiar en la Facultad de Información y Comunicación de la Udelar, para terminar la carrera que había comenzado en Ucrania. “Me venía de Casavalle sola, es un trayecto largo, tenía el problema del idioma, tener que sacar buenas notas en la facultad. Lo sufrí en el momento, pero me ayudó”, indica. En 2018 terminó con todas las materias. Ahora trabaja en publicidad.

La televisión sigue con la información, con distintos presentadores de noticias.

Mi país está resistiendo de una forma impresionante. Hay mucho de espíritu, de valor, de defender lo propio, la tierra. Defiende la libertad, la libertad de expresión. Algo que Rusia no tiene. Eso a veces tiene más fuerza que las armas”, afirma.

Contó que en los primeros días de la invasión rusa mucha gente en su país quiso alistarse como combatiente, tanto en el ejército o como voluntarios. Y eso lo compara con ciudadanos de Moscú que lo que buscaron fue retirar plata de cajeros automáticos ante la incertidumbre por las sanciones económicas anunciadas. “Mientras ellos quieren sacar la plata, en Ucrania hay gente que se está alistando. No esperaba ver esa resistencia”, añade. “Decían (por Rusia) que eran el ejército número 1 del mundo. No lo estoy viendo. Ahora vamos a ver qué tal”, dice.

Maryna entiende que la información sobre lo que pasa en su país es de suma importancia y por eso trató de difundir su mensaje a través de distintas vías. También tiene amigas en Kiev y en otras zonas de Ucrania haciendo lo mismo y con las que mantiene contacto a diario. “Mis amigas tratan de contribuir en el área digital, en redes sociales. Realizan y traducen videos para difundir”, comenta.

Sostiene que la diferencia entre los ciudadanos ucranianos y rusos se marcan en la postura que han tomado frente a la guerra. Y resalta a los suyos. “En Mariúpol la gente se junta, hay 2.000 personas que enfrentan a un tanque. En Nikolaev lo mismo. Veo 2.000 personas poniéndose frente a un tanque para no dejarlo pasar. O a una persona, con un amigo, que van en un auto y tiran un cóctel molotov a otro tanque. Eso es valor”, afirma.

“Esa es la diferencia. Hay gente joven en su casa en Moscú tranquila y que te dice `tengo miedo de salir a la calle´, en vez de convocar para juntarse en la Plaza Roja”, indica.

“Dicen que hay mucha policía en Rusia, pero hay mucha más gente. Si la gente se pusiera de acuerdo, que deberían hacerlo para poder vivir de una manera libre y no tener miedo, se podría lograr. Pero lamentablemente se logra a sangre”, sentencia.

Ese miedo que cuenta Maryna se vio reflejado en un artículo publicado en El Observador días atrás sobre la comunidad rusa que vive en San Javier. Algunos no quisieron hacer declaraciones por temor a represalias.

Maryna salió en algunos móviles de televisión días atrás para difundir una colecta que estaba haciendo para su país “Yo pensé antes de salir en televisión. Tengo a mi familia en Crimea, tenés que entrar por Rusia. Yo no sé si voy a poder entrar. Pero después dije: uno tiene que tener las cosas claras. Para defender la libertad hay que tener opinión. No podés ser tibio”, dice.

“No sé que va a pasar mañana. Pero hay que hablar porque es una atrocidad lo que están haciendo. Y solamente por el hecho del tener miedo no me voy a callar. Si fuéramos así (los ucranianos) viviríamos en Rusia”, añade.

Cada tanto piensa en visitar a su familia. “Íbamos a ir hace un par de años, pero empezó el coronavirus. No pudimos  ver a mis padres, a mis abuelos. Hace cuatro años que no los veo. Mi abuelo casi muere el año pasado de coronavirus, esto en CTI”, relata. “Pero sobrevivió. Ahora me dice: no me mientas, decime cuándo vas a venir. ¿Y qué le digo? No sé, si no sé qué va a pasar. Trato de no pensarlo porque me duele muchísimo”, concluye.

En ocasiones, Martín la ayuda con algún término y Maryna pide perdón. “Disculpame, tengo cuatro idiomas en la cabeza”, se excusa. Y allí lanza un comentario con un tono por demás criollo. “A veces me preguntaban: ¿ En Ucrania en qué idioma hablan? En ucraniano hablan. ¿Qué querés que hablen? ¡En ucraniano!”, expresa moviendo las manos.

La postura criolla

Martín no puede mantenerse al margen de la situación que se vive en Ucrania. “Por un lado, trato de pensarlo como uruguayo. Nosotros siempre defendimos las libertades, la democracia. Creo que a cualquier ciudadano, uruguayo o de otra parte, le pega fuerte. Da impotencia”, señala.

“Por otro lado, al igual que ella, me preocupa toda la gente que conozco de allá; su familia, que para mí es es como la mía”, añade.

 

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