Silvio Berlusconi había nacido el 29 de septiembre de 1936, hijo de un empleado de banco. En su juventud, mientras estudiaba Derecho u hasta que se graduó como abogado, se ganaba la vida animando fiestas en cruceros. Por supuesto, ninguna de las dos actividades fueron el origen de su enorme fortuna. Y si bien fue uno de los hombres más ricos de Italia y ocupó el puesto 118 en el año 2011 de la lista de personas más adineradas del mundo, el principio estuvo y estará por siempre en el terreno de las suposiciones. Varios periodistas mencionaron la posibilidad de que el origen del dinero provino de préstamos hechos por la mafia siciliana. Pero el motivo sigue en suspenso.
Con el tiempo, muchos billetes le llegaron de sus canales privados de televisión, en el cual nunca faltaron los programas en los cuales hacía saber al mundo su misogonia, salpicándolos de bellas mujeres casi desnudas.
Era el dueño del holding Fininvest (tres canales de televisión, varios periódicos y la prestigiosa editorial Mondadori, entre otras empresas) y su poder se extendió a nivel internacional. También incursionó en los sectores inmobiliario y financiero, y su fortuna seguía aumentando. Tanto que, en determinado momento, pensó en entrar a la política.
A inicio de los ’90, cuando Italia se convulsionó con la cruzada contra la corrupción de los jueces de la operación Manos Limpias, el magnate comprendió que su momento había llegado. Siempre en su estilo altisonante, sin evitar ningún exceso, y hasta haciendo gala de ellos, sedujo al público y lanzado a las elecciones de 1994, convirtió la fama en votos y obtuvo un éxito arrasador.
Su método consistía en publicidades, mensajes, cartas y regalos a los electores, mechado con feroces ataques a sus rivales y comentarios despectivos y ofensivos tanto contra comunistas como contra jueces. Su mayor promesa, siempre incumplida, fue modernizar Italia.
Así, fue primer ministro de Italia tres veces entre 1994 y 2011, pero nunca pudo cumplir su mayor sueño: el de llegar a ser presidente de la República.
Auge y caída
El magnate estuvo varios años enredado en las demandas que generaban sus descarados festines eróticos durante sus mandatos como primer ministro. En ellos participaba una marroquí menor de edad llamada “Ruby Robacorazones”, a la cual el siempre sonriente Berlusconi solía presentar como la sobrina del presidente egipcio Hosni Mubarak.
El escándalo con la menor estalló y se lo conoció como “Rubygate”. Los tres juicios que generó, paradójicamente, le dieron más notoriedad política, dentro y fuera de Italia. Berlusconi fue absuelto por el delito de prostitución de menor, pero el proceso en su contra siguió por sobornos a los testigos de ese caso, la mayoría modelos y prostitutas. Su aura, nutrida de una personalidad expansiva y una vida disipada, parecía que siempre iba a ser intacta, pero los infinitos juicios y sus citas recurrentes al banquillo de los acusados fueron minando su ascedencia. Los cargos se acumulaban: corrupción, compra de testigos, fraude fiscal.
Su vulgaridad dejó de ser atractiva para transformarse en lo que siempre fue: una agresión descarada, como cuando comentó el físico de la entonces canciller alemana Angela Merkel.
Paralelamente a su historia personal, el partido que fundó, Forza Italia, fue registrando un lento descenso, pasando del 29,43% de los votos en las elecciones legislativas de 2001 a un 8% en 2022.
Con el paso de los años, Berlusconi se sometió a numerosas cirugías en el rostro para rejuvenecerse, usaba maquillaje para cubrir las arrugas y solía estar acompañado por una novia notablemente joven.
En noviembre de 2011 tuvo que ceder bajo los abucheos las riendas de una Italia sumida en una grave crisis financiera.
Condecorado como “Caballero del Trabajo” a los 41 años, perdió el título tras la condena definitiva en 2013 a cuatro años de cárcel por fraude fiscal en su empresa Mediaset y por ello fue expulsado del Senado después de veinte años de presencia continua en el parlamento.
Padecía una leucemia crónica, según revelaron sus médicos, por lo cual pasó sus últimos años de vida saliendo y entrando del hospital San Raffaele de Milán, su ciudad natal, por su frágil salud.
Había sido ingresado el pasado viernes al hospital por una severa descompensación. Murió este lunes, padre de cinco hijos de dos matrimonios y varias veces abuelo, sin dejar herederos políticos, pero sí muchos económicos, tras el reparto de su inmenso patrimonio.
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