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No hay plata

No hay plata: escribe Ricardo Peirano
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16 de diciembre de 2023 a las 05:00

Es muy pronto para tener certezas sobre la efectividad de las políticas que lleva adelante el gobierno de Javier Milei para enderezas un país en estado calamitoso. Lo que sí se sabe es que agarró una papa bien caliente y la hizo patente en su discurso de asunción del mando el pasado 10 de diciembre.

Nadie puede llamarse a engaño: la situación económica, financiera y social de Argentina es catastrófica herencia del desgobierno de la saliente administración kirchnerista y no del COVID 19, la sequía y la guerra de Ucrania. Los tres “culpables” de siempre han afectado también a todos los países sudamericanos y ninguno, salvo la Venezuela de Maduro, se encuentra en una situación medianamente parecida a la de Argentina. Incluso Ucrania, que sufrió la pandemia como todo el mundo y la propia invasión rusa, está mejor que Argentina. Como dijo el presidente ucraniano Zelensky al llegar a Buenos Aires, aunque Ucrania sufre la guerra en su territorio, tiene apenas un 5% de inflación anual.

Milei fue drástico en su diagnóstico: es preciso sacar al país de la hiperinflación y no hay tiempo para medias tintas ni medidas gradualistas. O se opera de urgencia, o el paciente muere.

La definición más clara y perfectamente entendible por todos fue su frase: “No hay plata”. Frase dura de escuchar para un país acostumbrado a que siempre “hay plata”, aunque ella provenga de los billetes espurios de la máquina de imprimir dinero. Es todo lo contrario al “plan platita” que instrumentó Sergio Massa en los últimos dos meses de la campaña electoral para ganarse los votos de los ciudadanos más desfavorecidos. Un plan que incrementó el déficit fiscal en dos puntos porcentuales del PIB (y que ahora forma parte de la herencia catastrófica que recibe Milei) y que por suerte no cumplió su efecto de seducir voluntades electorales. El “plan platita”, que era poner dinero en efectivo en manos de jubilados, trabajadores y beneficiarios de planes sociales, no consiguió el efecto buscado. Pero sí es una de las causas por las que ahora “no haya plata”. Los argentinos olfatearon muy bien que la plata no cae de las ramas de los árboles y que el plan platita tenía patas cortas y no llevaba a otro lado que no fuera al precipicio hiperinflacionario.

El verdadero plan de Milei para poner a Argentina nuevamente de pie aún no ha sido esbozado. Lo que anunció el ministro de Economía, Luis Caputo, es apenas un plan de rápido reordenamiento fiscal para evitar la catástrofe. Luego será preciso realizar las reformas estructurales necesarias para que Argentina recupere el lugar que nunca debió perder en el concierto de las naciones más desarrolladas.

Pero es un comienzo importante por lo que el concepto “no hay plata” lleva consigo. No es producto del amarretismo o de alguna ideología perversa. Es el fruto de la realidad. No se puede gastar más de lo que se ingresa. No se puede extender el brazo más que la manga. En un país acostumbrado a patear los problemas para adelante, en escurrir el bulto de la cruda realidad, este principio -que hasta los más pequeños pueden entender- será la piedra angular de la nueva política. Es fácil comprender la situación cuando no hay acceso a créditos, ya sea internos o externos, y la máquina de imprimir billetes está fuera de servicio debido a un uso excesivo y a marchas forzadas.

El gran milagro que necesita Argentina (y muchos otros países del mundo, aunque quizá en menor grado) no es otro que reconocer los límites del gasto y de las formas de financiarlo vía emisión monetaria y/o endeudamiento. La plata -los recursos fiscales disponibles- no cae de del cielo como el maná del desierto. El estado no genera riqueza, tan solo la transfiere de unos a otros y muchas veces, en ese proceso, la destruye con su accionar inadecuado.

A pesar de décadas de populismo muchos siguen pensando que el estado tiene recursos infinitos. Como si solo bastara ir al final del arcoíris a buscar las monedas de oro supuestamente depositadas en un cofre inacabable y traerlas a circulación.

Si Milei tiene éxito en su ordenamiento fiscal y cambiario, podrá llevar adelante las “ideas de la libertad”, también conocidas como “las ideas de Alberdi”, para poner en pie el aparato productivo del país y volver a comerciar con todos los países del mundo, sin cepos ni controles ni licencias de exportación o importación aprobadas por el gobierno de turno (muchas veces para favorecer a los empresarios amigos).

Por ello es importante que estas ideas y este plan tengan éxito. De este modo, el sufrimiento inútil que están padeciendo los argentinos -estancamiento con inflación sin perspectivas de mejora- como consecuencia de la gran estafa populista pasará, por un tiempo, a ser un sacrificio útil -reajuste de los precios trastocados y baja paulatina de la inflación- para restablecer la capacidad productiva de la república y la mejora constante y real del bienestar de sus habitantes.

Nada más, pero nada menos. Algo que requerirá esfuerzo, por supuesto, porque la riqueza de las naciones solo viene del trabajo y la capacidad de innovación de sus habitantes.

Milei, al igual que Churchill a comienzos de la II Guerra Mundial, prometió “sangre, sudor y lágrimas”. Pero tras del esfuerzo llega la recompensa.

El “no hay plata” de hoy no implica una condena al fracaso. Implica un llamado a generarla genuinamente. Implica, como dijo John F. Kennedy en su discurso inaugural de 1961, a cambiar la mirada: “no pienses qué puede hacer tu país por ti, piensa qué puedes hacer tú por tú país”.

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