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No hay vagones ni liderazgos

El país presenta dificultades para debatir sobre política exterior
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07 de julio de 2017 a las 05:00

Por Ignacio Bartesaghi

En la nota publicada el 22 de junio de 2017 por el diario El Observador, se indica que el “Gobierno admite que el tren del TLC con China está pasando de largo” y se detalla en qué se basa para decidir no suscribirlo.

El artículo hace referencia a la negativa de varios ministerios de avanzar en la firma de un acuerdo comercial con China, iniciativa que cabe recordar impulsó la cancillería con el apoyo del presidente, lo que incluso se formalizó nada menos que en el marco de una visita de Estado.

De acuerdo al Ministerio de Industria, cerca de 35 mil empleos se perderían de suscribirse un TLC con China, entendiendo que en varios sectores industriales el 100% del personal ocupado se vería afectado (vestimenta, calzado, plásticos, entre otros). Esta aseveración, no solo es cuestionable desde el punto de vista metodológico, sino que además omite los problemas estructurales que enfrentan algunos de esos sectores, los que ya no tienen que ver con China. De hecho, el país asiático muestra cambios profundos en su estructura productiva hacia bienes de medio y alto contenido tecnológico, deslocalizando gran parte de las industrias mencionadas hacia otros países asiáticos.

Por otro lado, el Ministerio de Economía somete su decisión a la anuencia de Brasil. Sobre este punto, en la mencionada nota se hace referencia a la opinión de una empresa uruguaya que exporta a Brasil, la que habría pedido “cautela en las negociaciones, ante la posibilidad de que la gestión dañe la relación con el mercado brasileño”. Este comentario no hace más que evidenciar el bajo nivel de discusión que se mantuvo respecto a la posibilidad de avanzar en un TLC con China.

Pero lo más llamativo aun, es que el propio Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca plantea dudas sobre los beneficios derivados del acuerdo. Es difícil creer que se esté frente a la opinión técnica del ministerio, ya que es muy sencillo demostrar los elevados aranceles y otras restricciones que los productos alimenticios nacionales enfrentan en China o el papel que juegan los TLC en mejorar los requisitos sanitarios y fitosanitarios para dar mayores certezas a las corrientes de exportación.

A esta altura es necesario reconocer las dificultades que enfrenta el país a la hora de debatir sobre la política exterior, las que por cierto volvieron a quedar en evidencia con la reciente posibilidad de que Uruguay se incorpore como Estado asociado de la Alianza del Pacífico y en donde se llega al absurdo de exigirle al canciller que consulte previamente las acciones de política exterior con su fuerza política.

Las diferentes dependencias del gobierno no pueden seguir analizando el comercio internacional con un lente del siglo XX. Es necesario incorporar al debate los impactos más allá de los derivados por la baja de los aranceles nacionales, calibrando adecuadamente la potencialidad en las exportaciones de alimentos y servicios. Además, los TLC del siglo XXI deben ser entendidos como plataformas que buscan la armonización de normas en disciplinas como las inversiones, el comercio electrónico, la propiedad intelectual, la facilitación del comercio, el medio ambiente, las normas laborales, entre otras.

Por otra parte, ¿puede el Mercosur seguir negando a Uruguay la posibilidad de negociar con terceros países de forma bilateral? El incumplimiento de sus objetivos originarios (nunca terminó de conformar una unión aduanera ni mucho menos un mercado común), los magros resultados de su agenda externa y la profunda crisis institucional y política que atraviesa el bloque reflejan que ningún Estado miembro cuenta con argumentos sólidos para defender dicha posición. Además, ¿es creíble pensar que el Mercosur cerrará un acuerdo con China de forma conjunta?

En definitiva, desde el momento en que se parte de supuestos técnicos equivocados o en muchos casos parciales, los posicionamientos de algunos ministerios sobre el TLC con China le otorgaron mayor énfasis a los componentes políticos que a los técnicos y desconocieron lo más importante, el interés de China de avanzar con Uruguay.

Un TLC entre cualquier país con una de las principales economías necesita de firmes compromisos al más alto nivel, los que están ausentes hoy como en 2006, cuando se abrió la posibilidad de negociar un TLC con Estados Unidos. Mientras tanto, en Uruguay seguimos sin vagones ni liderazgos.

Director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Universidad Católica del Uruguay. Doctor en Relaciones Internacionales e Integrante del Sistema Nacional de Investigadores. Twitter: @i_bartesaghi

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