Polideportivo > COMENTARIO

Obama necesita nueva perspectiva sobre impuestos

Con una mano los novotratistas dieron y con la otra mano quitaron. El presidente electo de EEUU está usando el “New Deal” como modelo sobre cómo lidiar con la crisis económica
Tiempo de lectura: -'
11 de abril de 2011 a las 19:05

El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, está usando el Nuevo Trato (conocido en inglés como “New Deal”) como modelo sobre cómo lidiar con la crisis económica. Tal vez le convenga distinguir entre lo que surtió efecto y lo que no.

Una de las razones por las que la Depresión duró hasta la Segunda Guerra Mundial, como Paul Krugman argumentó la semana pasada en el New York Times, es que los novotratistas sabotearon su propio plan.

Con una mano los novotratistas dieron, gastando para estimular la economía. De hecho, hicieron aprobar los mismos tipos de proyectos de obras públicas que Obama y los congresistas demócratas estudian disponer en la actualidad.

Con la otra mano los novotratistas quitaron, al subir los tipos impositivos, tal y como el nuevo presidente y el nuevo Congreso probablemente hagan en el 2009.

Lo que más atrasó la recuperación fueron los pesados gravámenes del segundo quinquenio de los años treinta, los cuales, como Krugman destaca, tuvieron un papel decisivo en “precipitar una recaída económica que hizo que el desempleo volviera a cifras de dos dígitos”. El presidente Franklin Delano Roosevelt se especializó en perseguir a los ricos mediante los impuestos, diciendo a la clase alta, descarnadamente, que se habían “topado con su amo”.

Para entender mejor el nexo entre los impuestos y la recuperación, es útil recurrir al libro recién publicado “The End of Prosperity: How Higher Taxes Will Doom the Economy -- If We Let It Happen” (El fin de la prosperidad: cómo los altos impuestos destruirán la economía, si lo permitimos), Threshold Editions, 352 páginas, $27, escrito por tres orgullosos seguidores de Ronald Reagan: Art Laffer, Stephen Moore y Peter Tanous. El texto muestra en detalle cómo los impuestos contribuyeron a calibrar los altibajos de la economía de los años veinte en adelante.

Si bien los autores se refieren a los aumentos de impuestos de Rooselvet y los de su predecesor Herber Hoover, lo más valioso del libro son sus interpretaciones de otras áreas.

Línea deprimente

Los autores dedican algún tiempo a la línea deprimente que constituye el Índice Dow Jones de Valores Industriales de 1960 a 1982.

Una subida esperanzadora en el primer quinquenio de los años sesenta acompañó las reducciones de impuestos sobre la renta personal promulgadas por los presidentes John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson. Entonces, como al año del anuncio por Johnson de su conjunto de programas para los pobres y las minorías conocido como la Gran Sociedad, el Dow detuvo su ascenso y empezó a caer. Hubo una caída pronunciada cuando LBJ dispuso su recargo de 1968 sobre el impuesto sobre la renta personal.

La caída nominal de como un 20 por ciento entre mediados de los años sesenta y principios de los ochenta -desde 995 unidades en febrero de 1966 y 816 en agosto de 1982- fue mala de por sí. Pero los autores destacan que el bajón verdadero de las acciones fue más bien del 70 por ciento, si se lo calcula en dólares de 1999.

Los años de Clinton también ofrecen una lección en materia de impuestos. El presidente Bill Clinton subió los impuestos, claro está, pero no de vuelta a los niveles anteriores a Ronald Reagan. Su reducción del impuesto sobre las plusvalías a fines de los noventa, aprobada con la ayuda del Congreso de mayoría republicana, contribuyó a dar ímpetu a la década.

Otros países

También lo hizo la victoria republicana en las elecciones intermedias de 1994. Tras oscilar entre los 3.000 y los 4.000 puntos por un año, el Dow despegó después de las elecciones y llegó a 8.000 para 1997.

Laffer, Moore y Tanous trazan los nexos entre las reducciones de impuestos y el crecimiento económico en otros países también. En Irlanda, por ejemplo, el desempleo empezó a disminuir tras bajarse el impuesto sobre la renta personal. Subió de nuevo antes de caer espectacularmente cuando el Gobierno irlandés bajó el impuesto sobre las plusvalías y luego el impuesto de sociedades.

Es importante anotar que Irlanda padecía unos índices de desempleo propios de la Depresión -de un 16 a un 17 por ciento- al principio de este experimento tributario y que logró bajarlos al nivel del cinco por ciento al tiempo que acumulaba un superávit fiscal.

Luego, ¿cómo sería una reforma estadounidense ideal?

Incluiría un impuesto más bajo sobre las plusvalías, sin duda. Esto debe ser obvio, puesto que la renta de las plusvalías parece ser especialmente sensible a las reducciones de tipos. (También reacciona a la mera perspectiva de un aumento de tipos. ¿Cuánto están realizando los estadounidenses en plusvalías ahora para evitar un posible aumento el año que viene?). El bajón actual es un gran argumento para que Obama desista de su promesa electoral de subir el impuesto sobre las plusvalías hasta un 28 por ciento.

Otro sueño

Sigue soñando, dirá usted. Lo haré, y agregaré otra idea que los demócratas difícilmente aceptarán: es hora de empezar a cobrar impuestos -aun cuando sea solo unos pocos dólares- a los millones de ciudadanos que ganan poco dinero y no pagan impuesto alguno o reciben reembolsos del fisco. Esta medida mayormente simbólica haría posible que los ciudadanos restablecieran su vínculo con el Gobierno federal.

Obama tiene más probabilidades de salirse con esta de las que tendría ningún republicano. Podría empacar dicho tributo en un programa general de empleo en servicios a la comunidad.

Sería valioso a manera de seguro contra el abuso del poder gubernamental. En los años setenta y los ochenta -el tiempo de la última revolución tributaria- más ciudadanos pagaban impuestos, así que más personas apreciaron las reducciones de impuestos de Reagan.

Hora de escoger

Hoy, Estados Unidos se parece más a como era en los años treinta: un pequeño grupo de ricos paga una porción cada vez mayor de la factura en materia de impuestos. En el 2005, el 1 por ciento más acomodado de los contribuyentes pagaron cerca de un 40 por ciento de los impuestos. Estas personas son tan pocas que hay escaso peligro político en ir tras ellas. Pero el efecto negativo económico es enorme.

¿Y qué de la recuperación que algunos esperan que haya en el 2009? Los aumentos de impuestos que se planean disminuirían el efecto del gasto de miles de millones de dólares en obras públicas, al igual que los aumentos de impuestos socavaron la Public Works Administration o la Works Project Administration en los años treinta. Lo que Laffer, Moore y Tanous dicen es que ahora el Partido Demócrata tendrá que decidir qué es más importante: sus ansias de desechar el legado fiscal de Bush y Reagan, o sus ansias de que la economía se recupere.

Contemplando a los Sres. Paul Volcker, Robert Rubin, Tim Geithner, Austan Goolsbee y otros –-el talentoso equipo económico de Obama--, no puede descartarse la idea de que el nuevo Gobierno, a la postre, desista de algunos de sus destructivos aumentos de impuestos. Los demás tenemos sencillamente que ayudarlos a idear una manera elegante de hacerlo.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...