Diego Battiste

Otra víctima de Maduro

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03 de julio de 2020 a las 05:02

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Esta semana no fueron los muertos, hasta donde se sabe, lo que hubo que lamentar de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Tampoco fue la miseria ni las necesidades que pasan los venezolanos desperdigados por todo el continente lo que más hizo noticia.

Esta semana la víctima más conspicua del régimen de Caracas fue la coalición de gobierno en Uruguay, que perdió a su ministro estrella, el canciller Ernesto Talvi, por cuenta de una desavenencia con el presidente Lacalle Pou en torno a Venezuela.

Talvi quería intentar su propia versión de una película que ya hemos visto una y otra vez en la región, cada vez con un final más desastroso: un diálogo con el régimen de Maduro, uno más. En el entonces canciller uruguayo confiaban para ello los gobiernos de Canadá, España y México, que venían trabajando tras bastidores en esa posibilidad desde antes de la pandemia. El propio Talvi había dicho a mediados del mes pasado que adelantaba conversaciones en tal sentido con el canciller Arreaza.

De ahí que se negara a calificar a Venezuela de dictadura en aquella ya célebre entrevista con El Observador que sorprendió a propios y extraños, y que desencadenó todo el entredicho con el presidente que acabó en la renuncia, postergada primero y luego hecha efectiva el miércoles, del canciller.

La idea de mediar en la crisis venezolana no tenía mucho más sentido del hecho de que Talvi era una cara nueva en la región, hombre de gran empuje e impronta política propia, y que no venía de un gobierno de izquierda aliado de Caracas.

 El resto sonaba tan improbable como todos los diálogos que se habían intentado antes en Venezuela. Dialogar con Maduro es un imposible que a esta altura a nadie puede escapar; como los “castillos en el aire” de Alberto Cortez.  De todos modos, aquel intento murió antes de nacer.

 Pronto a los europeos se les acabó la paciencia, después de que Maduro los mandara al “carrizo” por haber condenado en bloque su nombramiento de un nuevo Consejo Nacional Electoral para amañar las elecciones y su intervención del partido de oposición Acción Democrática.

A ello le siguieron las sanciones de la Unión Europea contra los dirigentes opositores que se habían vendido al régimen encabezados por el diputado Luis Parra, impuesto en enero como falso presidente de la Asamblea Nacional, y la expulsión de la embajadora europea en Caracas por parte de Maduro.

 Hoy ese diálogo era un muerto imposible de levantar hasta para Talvi.

Aunque si bien la más importante, no era esa la única diferencia que el canciller renunciante sostenía con Presidencia. La otra fue su rechazo a la decisión del gobierno uruguayo de respaldar al candidato de Estados Unidos a la presidencia del BID. Pero hasta eso tiene que ver con Venezuela y con las políticas del actual gobierno de Washington hacia Caracas, ya que el candidato en cuestión es nadie menos que Mauricio Claver-Carone, cubano-americano de línea dura y hombre cercano al senador Marco Rubio que hasta hace muy poco fue asesor de la Casa Blanca para Venezuela, período en el que Washington más apretó al régimen de Maduro tras la asunción de Juan Guaidó al frente de la Asamblea Nacional y su juramentación como presidente interino de Venezuela.

Sin perjuicio de ello, para Talvi, el apoyo de Uruguay a un aspirante estadounidense a la presidencia del organismo es un error fundamental. Y le asiste razón al ex canciller. Desde la creación del BID en 1959, el acuerdo tácito era que su sede se ubicaría en Washington pero su presidente sería siempre un latinoamericano.

Por lo que esta candidatura es solo una muestra más de la aversión de Donald Trump y su gobierno al multilateralismo. Ni él ni sus adláteres parecen haber entendido nunca el mundo que se configuró tras los Acuerdos de Bretton Woods. Dificulto incluso que el propio presidente sepa de qué se tratan.

Como sea, los últimos días han sido un golpe tras otro para la dictadura de Maduro, a lo que se sumó el fin de semana el rechazo del Consejo Permanente de la OEA a su nuevo intento de golpe contra la Asamblea Nacional y la posibilidad de que su testaferro, Alex Saab, detenido en Cabo Verde, sea extraditado a los Estados Unidos.

Todo ello lo termina de aislar definitivamente, y podría empezar a cambiar la historia para el peor escollo que hoy enfrenta el continente después del coronavirus.

En cuanto a Uruguay, la disyuntiva parece haber estado bastante clara: por un lado, el presidente Lacalle Pou favorece una política exterior más cercana a Washington; mientras que Talvi, fiel a su estilo, buscaba un desmarque hacia una tercera vía más independiente en ese sentido, acaso también más creativa.

Por eso es una lástima su partida. Con independencia de lo que buscase o no en Venezuela y de lo descorazonador que de hecho resulta allí la mera pronunciación de la palabra “diálogo”, a un hombre de ideas y acción como Talvi era interesante tenerlo un buen tiempo en el Palacio Santos.

Tal vez hubiera sido un revulsivo auspicioso para nuestra alicaída política exterior y, más aun, para nuestro a menudo intrigante servicio diplomático. Pero ya nunca lo sabremos.  

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