La conversión de un evento dramático en un recuerdo amable, o al menos inofensivo, suele ser una buena noticia. Aquello que nos dolió ya no nos duele y comprendemos, a la distancia, que se trató de una minucia que no merece más tiempo del que ya le dedicamos.
No es esto precisamente lo que ocurre con el asesinato del peón rural Pascasio Báez, ocurrido hace casi cincuenta años, ejecutado a manos de un comando tupamaro el 21 de diciembre de 1971 luego de que descubriera accidentalmente una "tatucera" (escondite guerrillero) en una zona rural del departamento de Maldonado.
A fuerza de referencias desubicadas y de comparaciones forzadas, aquel homicidio perpetrado a través de una sobredosis de pentotal ha pasado a formar parte de una especie de comedia que, cada dos por tres, tiñe los debates parlamentarios.
El peón rural es ya un fantasma al que se lo obliga a vagar por los escenarios menos propicios y es fama que, aquellos que se aburren con los intercambios dialécticos entre legisladores, suelen jugar apuestas imaginarias acerca del momento en el cual el nombre de Pascasio Bárez sonará entre los mármoles del Palacio Legislativo.
Báez aparece por generación espontánea en debates que lo mismo tratan sobre derechos humanos, inflación anual o importaciones chinas, o usado como un talismán para contrarrestar otros viajes en el tiempo que nos llevan hasta el "neoliberalismo de los 90" o a los años en los que "había niños que comían pasto".
Los argumentos son del orden de "pero usted que me viene a hablar de la defensa de las exportaciones, bien que Pascasio Báez no se pudo defender cuando...". Parece una exageración, pero no lo es.
Se podrá decir que la presencia en el Parlamento de exguerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) se ofrece como una tentación demasiado grande cuando se trata de saldar antiguas deudas. Se argumentará que la infamia del asesinato de un pobre trabajador a manos de quienes decían defenderlo es suficiente como para repetir la historia hasta el hartazgo medio siglo después de ocurrida.
Pero ese argumento es pobrísimo y abre las puertas del cementerio para que salgan en tropel otros muertos y otras infamias.
"Y sepan que olvidar lo malo también es tener memoria", dice el Martín Fierro. Si esto es verdad, la amnesia de algunos políticos uruguayos se empeña en conducirnos una y otra vez hacia aquella tatucera con la que convendría no volver a tropezar.
(Este artículo fue publicado en febrero de 2017. Desde entonces, Pascasio Báez no ha dejado de aparecer en debates, declaraciones y publicaciones de todo tipo)
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