Podemos evitar un cambio climático irreversible

Actuar es esencial y asequible, pero requiere la cooperación de los líderes internacionales

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05 de noviembre de 2020 a las 17:02

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Por Martin Wolf

Es probable que una renovada presidencia de Donald Trump tenga las consecuencias más significativas sobre el cambio climático. Las próximas décadas determinarán si se evita o no la amenaza de un cambio dañino e irreversible. Sin una participación activa por parte de EEUU, el éxito parece inconcebible. Incluso con él, sería poco probable. Pero, sobre todo, sería concebible. Sabemos qué hacer y también sabemos que es asequible. Lo que es inasequible es no hacer lo que tenemos que hacer. Pero ¿lo haremos? Esa es la pregunta.

Es indicativo del cambio en la perspectiva de la clase dirigente de políticas mundiales que un capítulo del informe Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) del Fondo Monetario Internacional (FMI) de octubre se centre en “mitigar el cambio climático” — es decir, prevenirlo — mediante “estrategias favorables al crecimiento y a la distribución”. En resumen, el FMI insiste en que la humanidad puede tener lo mejor de dos mundos: tanto ingresos más altos como un clima seguro.

Como resultado del aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, las temperaturas medias globales ya están alrededor de 1 grado centígrado por encima de los niveles preindustriales. Con las tendencias actuales, esto pudiera alcanzar alrededor de 1.5 grados centígrados en una década y 2 grados centígrados cinco años después. En ese momento, han advertido los científicos del clima, es probable que se pasen peligrosos e irreversibles puntos de inflexión en el clima. La mayoría de los gobiernos al menos fingen estar de acuerdo. Por lo tanto, en los acuerdos de París de diciembre de 2015, se comprometieron a mantener las temperaturas por debajo de estos niveles, aunque sus promesas no cumplieran con lo que se necesitaba para lograrlo.

Tal como lo ha señalado el FMI: “Se necesitan reducciones considerables y rápidas de las emisiones de carbono para alcanzar este objetivo; específicamente, las emisiones netas de carbono deben reducirse a cero para mediados de siglo”. Si esto ha de suceder, las emisiones deben disminuir drásticamente durante esta década y seguir disminuyendo subsecuentemente. Eso representaría un enorme cambio con respecto a las tendencias anteriores.

¿Qué tipo de programa pudiera producir este resultado? La respuesta, ha sugerido el fondo, es una combinación de inversiones verdes concentradas al inicio, una agresiva financiación de la investigación y el desarrollo, y un compromiso creíble a largo plazo con el aumento de los precios del carbono. Esto está en línea con otros estudios, en particular Misión Posible: Produciendo una Economía Neutra en Carbono, un informe de septiembre de 2020 de la coalición global Comisión de Transiciones Energéticas (ETC, por sus siglas en inglés). Éste último también enfatiza la regulación complementaria para acelerar los cambios de comportamiento. También será necesario compensar a los más pobres por el aumento de los precios del combustible.

¿Es asequible un cambio hacia cero emisiones netas para 2050? La respuesta es: sorprendentemente sí, en particular dado el punto de partida pos-Covid económicamente deprimido. El FMI ha estimado que el logro de este objetivo pudiera reducir la producción mundial en un 1 por ciento, en relación con su “línea base” bajo políticas sin cambios, una vez que se agregan los beneficios de los daños evitados. Aun así, esto debe situarse en el contexto del crecimiento global acumulado anticipado del 120 por ciento durante los próximos 30 años. Esto también ignora los beneficios de una contaminación local mucho menor.

Algunas estimaciones sugieren que los aumentos de temperatura de hasta 5 grados centígrados para 2100, en ausencia de medidas de mitigación, pudieran reducir la producción mundial en un 25 por ciento. Esto no toma en cuenta las masivas disrupciones no económicas de la humanidad, de hecho, de todas las formas de vida, que cabe esperar de una alteración climática de una rapidez sin precedentes.

Dadas estas estimaciones del modesto costo a corto plazo de la mitigación frente a los costos mucho mayores a largo plazo de no implementarla, el argumento a favor de actuar es abrumador. Lo es aún más cuando se tiene en cuenta la magnitud de la incertidumbre creada por el cambio climático no mitigado, así como por su irreversibilidad.

Actuar pudiera tener sentido incluso si los costos fueran mucho mayores de los que ya se anticipan actualmente. Entonces, ¿por qué no está sucediendo? Una explicación es que implica cambios en el estilo de vida, lo cual nos desagrada. Otra es que requiere pensar en décadas, lo cual no es natural. Pero la explicación más importante es que requiere una cooperación a largo plazo, lo cual generalmente encontramos imposible.

La cooperación entre cinco actores — China, EEUU, la Unión Europea (UE), India y Japón — produciría una gran parte de lo que se necesita. Desafortunadamente, esto no parece probable en este momento. Un cambio en la presidencia estadounidense hacia alguien cuerdo sería de gran ayuda. Sin eso, pudieran necesitarse sanciones en contra de EEUU. Pero también será esencial un cambio más agresivo del planeado por parte de China.

Si los necesarios cambios de política han de producirse lo suficientemente pronto, de hecho se requerirá una verdadera habilidad política. A nivel nacional, los programas deben compensar a los ‘perdedores’ más vulnerables, lo cual es una buena razón para utilizar un impuesto al carbono. A nivel internacional, los líderes deben cooperar de manera mucho más efectiva de lo que lo hicieron incluso en el Acuerdo de París. Si han de hacer lo que se necesita, los líderes deben superar otros dos obstáculos para actuar inteligentemente: los detractores que están a favor del uso de los combustibles fósiles por siempre; y los fanáticos ecológicos, quienes argumentan a favor de un derrocamiento revolucionario del capitalismo y el fin del crecimiento…y que sea mañana, por favor.

Las únicas esperanzas realistas son la resolución de problemas tecnocráticos y las políticas cooperativas. Estas deben estar guiadas por un propósito moral, pero no infundidas por fantasías de transformaciones revolucionarias. Los gritos de “arrepiéntete, porque el fin del mundo está cerca” no resolverán esta emergencia. La humanidad obtiene los mejores resultados cuando usa su cabeza. El clima es, en el fondo, una crisis de tecnología y de comportamiento; sólo se puede abordar cambiando los incentivos en todo el sistema.

Tal como lo he argumentado antes, actualmente esto es extremadamente urgente. Si queremos evitar un peligroso cambio en el clima del planeta, debemos actuar mucho más decisivamente que hasta ahora. Estamos bebiendo combustibles fósiles en el bar de última oportunidad de la Tierra. Ha llegado el momento de que la humanidad recupere la sobriedad.

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