Unos niños sonrientes se deslizan por un tobogán. Otros —un poco menos sonrientes— escriben sobre una cuadernola. Todos lucen unos uniformes inmaculados, como recién estrenados. Las imágenes se repiten en televisión y en las redes sociales cada setiembre, octubre y noviembre, como un mantra que recuerda que es época de inscripciones en los colegios privados. Pero este año —caída de alumnado mediante— la reproducción de estas mismas imágenes —o similares y sus respectivos anuncios de descuentos— alcanzan niveles sin precedentes.
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