AFP

Próximas elecciones colocan a Colombia en cúspide del cambio

Exguerrillero de izquierda lidera sondeos de opinión en la contienda presidencial

Tiempo de lectura: -'

12 de mayo de 2022 a las 14:38

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Michael Stott

El día que los guerrilleros del M-19 descendieron sobre la Universidad del Sur de Colombia, el campus parecía un carnaval. Los estudiantes salieron corriendo de las aulas para saludar a los visitantes vestidos de color caqui y los maestros se alinearon en los pasillos animándolos bajo el húmedo calor tropical.

El estado de ánimo se oscureció cuando el ejército llegó más tarde. Las tropas estaban persiguiendo a los “subversivos” que habían mostrado la audacia de desfilar por el campus de Neiva, una ciudad a seis horas al sur de Bogotá, a plena luz del día adoctrinando a los estudiantes.

Yo estaba allí, como parte de un programa de mi carrera que me había enviado a Colombia a enseñar inglés. Por eso, ese día yo estaba entre los miembros del personal docente que fueron arrinconados, registrados e interrogados. Esto ocurrió durante la década de 1980, cuando Colombia estaba desgarrada por conflictos entre el Estado, los narcotraficantes y los rebeldes marxistas. Manchado por el derramamiento de sangre, el futuro de la nación parecía irremediablemente sombrío.

Más de tres décadas después, regresé a una Neiva pacífica y próspera para presenciar la presentación ante un grupo de votantes de un exguerrillero del M-19, que busca ser elegido como presidente de Colombia.

El mitin electoral de Gustavo Petro en una cancha de baloncesto del barrio también tenía un aire carnavalesco. Los artistas sobre zancos, vestidos con los colores rojo, amarillo y azul de la bandera nacional, giraban al ritmo de la música folclórica. Bailarines ataviados con trajes típicos seguían los pasos cortesanos del bambuco. Los únicos uniformados eran los policías que custodiaban al candidato.

El camino tortuoso de Petro de rebelde clandestino a político de izquierda que en este momento encabeza las encuestas presidenciales es parte del éxito más improbable de los últimos tiempos en América Latina. Porque Colombia es una nación que encontró un camino hacia una paz y prosperidad relativas contra todos los pronósticos.

Hubo falsos amaneceres: un intento fallido del gobierno a principios de la década de 1990 para negociar la rendición del rey de la cocaína Pablo Escobar; una elección presidencial en 1994 contaminada por el dinero del narcotráfico; y avances de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el grupo rebelde más grande de Colombia.

Pero entre 2002 y 2010, Álvaro Uribe, un presidente conservador, libró una guerra despiadada contra las guerrillas, obligándolas a sentarse a la mesa de negociaciones. Hubo un costo terrible en abusos a los derechos humanos, pero Juan Manuel Santos, el sucesor de Uribe, firmó un acuerdo con las FARC en 2016. El acuerdo se ha mantenido y la seguridad mejorada de las últimas dos décadas ha dado nueva vida a la economía. A medida que Colombia se ha vuelto más próspera, se ha desarrollado política y socialmente. Grupos previamente marginados han encontrado su voz y han comenzado a ganar representación. Una nueva generación se ha beneficiado del acceso a la educación superior.

Los estudiantes de Neiva también habían cambiado. El mural gigante del Che Guevara que solía dominar el edificio de la entrada de la universidad ya no estaba allí cuando regresé el mes pasado. Los grafitis más recientes tenían como objetivo los feminicidios o el sexismo, en lugar de incitar a la revolución marxista.

Un anciano en el mitin de Petro habló elocuentemente de paz y justicia social. “Sí, yo era del M-19”, me dijo, cuando lo busqué después. Recordaba la visita de la guerrilla a la universidad porque él era uno de ellos; se desmovilizó junto con el resto del M-19 en 1990 en el primero de los acuerdos de paz de Colombia. Naturalmente, era un partidario de Petro. "Petro es un viejo compañero de lucha pero yo lo apoyo por lo que representa. Petro se convirtió en un emblema de la lucha contra la corrupción y las vejaciones de la guerra".

No todas las heridas del pasado han sanado. El mitin del Petro en Neiva sólo fue comunicado a la prensa con unas horas de anticipación por razones de seguridad, y posteriormente se cambió la sede sin previo aviso. El candidato estaba rodeado de guardaespaldas.

La sociedad colombiana sigue siendo una de las más desiguales del mundo y las comunidades indígenas, afrocolombianas y de minorías sexuales recientemente empoderadas quieren ser escuchadas.

Muchos colombianos tienen hambre de cambio y esta elección — que se celebrará el 29 de mayo — se siente como un punto de inflexión. Una victoria de Petro significaría el primer gobierno de izquierda de Colombia. Sus partidarios creen que sellaría la transformación de Colombia de un feudo estrecho y dirigido por una élite a un Estado socialdemócrata moderno.

Sus oponentes temen que las políticas radicales de Petro pueden destruir la paz y el progreso de los últimos años, desencadenar un nuevo conflicto y poner al país en riesgo de una calamidad económica y política similar a la de la vecina Venezuela. Ambos no pueden tener razón.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.