MANJUNATH KIRAN / AFP

Invasión a Ucrania: Putin cambió para siempre el mapa geopolítico

Una guerra de elección contra los hijos de una democracia pacífica no es una acción que podamos permitirnos olvidar

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03 de marzo de 2022 a las 14:44

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Martin Wolf

 

Nadie sabe cómo acabará esto. Pero sí sabemos cómo empezó. Vladimir Putin ha organizado un ataque no provocado contra un país inocente. Él ha cometido el peor acto de agresión en suelo europeo desde 1945, y ha justificado este vil acto con inauditas mentiras. Y, por el momento, él también ha unido al Occidente en su contra. Putin no es el primer tirano que confunde el deseo de paz con la cobardía. Más bien, él ha despertado la ira de los pueblos occidentales. El resultado ha sido una serie de sanciones a Rusia tan impresionantes como justificadas.

Putin puede que sea el hombre más peligroso que jamás haya existido. Él está dedicado a restaurar el imperio perdido de Rusia, es indiferente al destino de su propio pueblo y, sobre todo, es dueño de una vasta fuerza nuclear. Sin embargo, la resistencia, por muy arriesgada que sea, es imperativa. Algunos insistirán en que las acciones de Putin son culpa del Occidente y, sobre todo, resultado de su decisión de ampliar la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Lo contrario es el caso. Putin nos ha recordado por qué los países que mejor conocían el dominio ruso estaban desesperados por la expansión de la OTAN. También ha demostrado por qué era necesaria. Europa necesitaba una frontera defendida entre Rusia y sus antiguas posesiones. La tragedia de Ucrania es estar en el lado equivocado de esa línea. Ucrania no representaba una amenaza para Rusia, más que por querer ser libre; Rusia representaba una amenaza para Ucrania.

Las sanciones suelen ser ineficaces. Las impuestas esta vez no lo serán. EEUU impuso sanciones al mercado secundario de deuda soberana el 22 de febrero. Ese mismo día, Alemania suspendió la certificación del polémico gasoducto Nord Stream 2. El 24 de febrero, EEUU, la Unión Europea (UE) y otros miembros del G7 limitaron la capacidad de Rusia para realizar transacciones en divisas. Y, dos días después, varios bancos rusos fueron retirados de la red de pagos Swift; se impuso una congelación de los activos del Banco de Rusia; y se prohibieron las transacciones con el banco central.

Un exhaustivo análisis del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) ha resumido todo esto: "Esperamos que las sanciones impuestas en los últimos días tengan un dramático efecto en el sistema financiero de Rusia, así como en el país en su conjunto". Una gran parte de los US$ 630 mil millones en reservas líquidas del país quedarán inutilizados. El banco central ya ha tenido que duplicar las tasas de interés. Hay una corrida bancaria. Con la excepción de la energía, la economía quedará sustancialmente aislada.

No todo el dolor recaerá sobre Rusia. Los costos del petróleo y del gas permanecerán elevados durante más tiempo, lo cual agravará la presión inflacionaria mundial. Los precios de los alimentos también aumentarán. Si Rusia cortara sus exportaciones de energía (con un gran costo para sí misma), la disrupción sería aún más grave. El gas natural ruso genera el 9 por ciento de la energía bruta disponible en la eurozona y la UE en su conjunto. Pero el invierno, la estación de mayor necesidad, al menos está pasando.

Más allá de estos efectos relativamente concretos, la combinación de guerra, amenazas nucleares y sanciones económicas aumenta enormemente la incertidumbre. A los bancos centrales les resultará aún más difícil decidir cómo endurecer la política monetaria. Lo mismo ocurrirá con los gobiernos que intenten amortiguar el golpe de las crisis energéticas.

A largo plazo, los efectos económicos seguirán a la geopolítica. Si el resultado es una profunda y prolongada división entre el Occidente y un bloque centrado en China y Rusia, las divisiones económicas vendrán a continuación. Todo el mundo intentará reducir su dependencia de socios conflictivos y poco fiables. La política triunfa sobre la economía en un mundo como ese. A nivel global, la economía se reconfiguraría. Pero, en tiempos de guerra, la política siempre triunfa sobre la economía. Todavía no sabemos cómo.

Sin duda, Europa es la que más va a cambiar. Alemania ha dado un gran paso al reconocer que su postura tras la Guerra Fría ahora es insostenible. Tiene que convertirse en el corazón de una poderosa estructura de seguridad europea capaz de protegerse contra una Rusia revanchista. Esto debe incluir un enorme esfuerzo para reducir la dependencia energética. Trágicamente, Europa tiene que reconocer que EEUU no será un aliado fiable mientras Donald Trump, quien ve a Putin como un "genio", esté al mando del Partido Republicano. El Reino Unido, por su parte, tiene que reconocer que siempre será una potencia europea. Debe comprometerse más profundamente en la defensa del continente, sobre todo de sus aliados de Europa del Este. Todo esto necesitará determinación y costará dinero.

En este nuevo mundo, la posición de China será una preocupación central. Sus dirigentes deben comprender que el apoyo a Rusia es ahora incompatible con las relaciones amistosas con los países occidentales. Por el contrario, estos últimos tendrán que hacer de la seguridad estratégica un imperativo primordial de su política económica. Si China decide depender de un nuevo eje de líderes autoritarios irredentistas en contra del Occidente, una división económica mundial debe seguir. Las empresas tienen que tomar esto en cuenta.

Una guerra de elección contra los hijos de una democracia pacífica no es una acción que nosotros en el Occidente podamos permitirnos olvidar. Tampoco podemos perdonar a los que la iniciaron ni a los que la apoyan. Los recuerdos de nuestro propio pasado deben prohibirlo. Estamos en medio de un nuevo conflicto ideológico, no entre comunistas y capitalistas, sino entre la tiranía irredentista y la democracia liberal. En muchos sentidos, esto será más peligroso que la Guerra Fría. Putin tiene un incontrolado y arbitrario poder. Mientras que él esté en el Kremlin, el mundo será peligroso. No está claro si lo mismo es cierto en relación con el líder chino Xi Jinping. Pero es posible que descubramos que sí lo es.

Este no es un conflicto con el pueblo ruso. Todavía deberíamos desearle un régimen político digno de su contribución a nuestra civilización. Es un conflicto con su régimen. Rusia se ha convertido en un paria gobernado por un gánster. No podemos vivir en paz y seguridad con un vecino así. Esta invasión no debe tolerarse, ya que su éxito nos amenazaría a todos. Nos encontramos en un nuevo mundo. Debemos entenderlo y actuar en consecuencia.

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