Recuerda que eres mortal

La enfermedad del presidente también advierte sobre el fin del largo ciclo de los líderes que sostuvieron a la izquierda en el poder

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24 de agosto de 2019 a las 05:03

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Pocos días antes de morir el 31 de julio de 2004 por cáncer de páncreas, el general Líber Seregni, líder histórico del Frente Amplio, recibió en su casa a Tabaré Vázquez y Danilo Astori. Les hizo saber de su emoción porque ambos hubieran recompuestos relaciones, que habían sido malas desde principios de la década de 1990. Días antes, el 13 de julio, Vázquez había anunciado en Washington que, si ganaba las elecciones nacionales de octubre, su ministro de Economía sería Astori. 

Esa sociedad fue una de las piedras angulares sobre las que se asentó el ciclo político más exitoso de la izquierda uruguaya.

Quince años después, el martes pasado, el presidente Tabaré Vázquez anunció en una breve conferencia de prensa que probablemente padecía cáncer de pulmón. Su auditorio de ministros y periodistas quedó helado.

Es probable que lo haya anunciado rápidamente para evitar filtraciones y especulaciones equívocas.

El colorado Tomás Berreta murió en 1947 de cáncer de próstata después de haber ejercido la Presidencia de la República durante apenas cinco meses –y abrió la puerta al prolongado liderazgo de Luis Batlle Berres.

El cáncer también acabó en 1988 con el líder blanco Wilson Ferreira Aldunate, un sólido aspirante al gobierno; y en 2002 con el exvicepresidente colorado Enrique Tarigo, hombre clave en la apertura democrática y fumador pertinaz.

Hecho de polvo y tiempo, el hombre dura menos que la liviana melodía de un tango, al decir de Jorge Luis Borges.

Pero es una sorprendente paradoja que Tabaré Vázquez, el médico oncólogo que a partir de 2005 declaró la guerra al tabaco en Uruguay y puso un cerco en torno a los fumadores, enfermara de cáncer de pulmón.

Vázquez, de 79 años, había recibido otro grave golpe 20 días antes, con la muerte de su esposa, María Auxiliadora Delgado.

En la antigua Roma, cuando un jefe militar era paseado en triunfo por las calles ante la multitud, un sirviente detrás suyo le recitaba cual letanía: “Recuerda que eres un hombre”, o bien: “Recuerda que eres mortal”. Era una advertencia sobre los estrechos límites de la ley, y sobre la fugacidad de la gloria y de la vida. Los católicos usaron un principio similar cuando recordaban a sus jefes: Sic transit gloria mundi.

Los hechos le han recordado al presidente su condición de mortal dos veces en tres semanas, y de una forma más bien feroz.

La lucha de Vázquez contra el cáncer de ahora en más será la de un héroe, o la de un santón, ante la más amplia comprensión ciudadana.

La situación seguramente atenuará las críticas opositoras a la cabeza del actual gobierno. De hecho, el presidente recibió de inmediato la solidaridad más explícita de todos los líderes políticos. A partir de ahora, el punto de mira de la artillería opositora probablemente se concentrará más en las gestiones del ministro del Interior, Eduardo Bonomi, de Economía y Finanzas, Danilo Astori, o de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro, flancos menos protegidos de la armada oficialista.

Incluso con el ominoso diagnóstico confirmado, Vázquez podría terminar su mandato presidencial el 1º de marzo, y aspirar a una considerable sobrevida posterior. Pero su anuncio del martes fue otro recordatorio del inminente fin del larguísimo ciclo de los tres grandes líderes –José Mujica, Astori y Vázquez– que sostuvieron por 30 años a la izquierda en el poder, empezando por la Intendencia de Montevideo.

Las identificaciones partidarias en Uruguay son antiguas y profundas. Dos de cada tres ciudadanos tienen el voto resuelto antes de que se plantee cualquier competencia electoral. Pero los líderes son decisivos: en la conducción cotidiana, como Vázquez y Astori, o cual hechiceros que hacen la diferencia, como José Mujica, quien por sí solo reúne muchos más votos que su sector, el MPP. 

Ahora el Frente Amplio sufre para sustituir a “los viejos”. 

El magma permanece incandescente bajo una superficie relativamente tranquila. La izquierda se alistó disciplinadamente detrás de Daniel Martínez para esta competencia electoral. Él pondrá su bonhomía en la balanza. Podrá reunir muchos amigos, recibir buenos consejos y hasta beber del Santo Grial. Pero ni por asomo puede heredar mágicamente, en el corto plazo, el peso de cualquiera de sus antecesores desde 1971. Su incipiente liderazgo deberá ser refrendado por una victoria, so pena de ser revisado y cuestionado, muerto sin haber nacido.  

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