La puerta se abre y los integrantes del Cuarteto de Nos empiezan a salir de a uno. La banda acaba de terminar un nuevo ensayo y los músicos bromean con lo “poco rock” que es hacerlo al mediodía.
También hay chistes sobre cómo las giras ayudan a cuidar el estado físico en la mediana edad, y cómo a los 50 años tienen un ritmo de vida más intenso que a los 20: el grupo llegó a Montevideo luego de 15 días tocando en México, Colombia y República Dominicana, con shows agotados para miles de personas en cada ciudad por la que pasaron, y ahora ya están preparando otra quincena de gira por Argentina y Uruguay, que tendrá en el Antel Arena del 12 de noviembre uno de sus puntos altos.
La gira está presentando el nuevo disco del Cuarteto, Lámina once, el álbum número 17 de la banda, y el séptimo desde esa suerte de refundación que marcó el disco Raro. Se tome en cuenta la discografía completa o solo ese segmento que compone con muy pocas excepciones el repertorio actual del grupo en vivo, las canciones se van acumulando.
“Jorobamos entre nosotros que somos como un técnico conservador”, dice el vocalista y guitarrista Roberto Musso sobre “la ingeniería” de armar la lista de canciones para los espectáculos. “El cuadro está bien, vamos ganando 2 a 0, y si sacamos a un jugador ponemos a otro que haga más o menos lo mismo. Si sacamos a un 5, ponemos a otro 5, nada de andar arriesgando ni inventando en el armado del equipo”, compara con una carcajada.
Sobre algunas de esas canciones nuevas —y también sobre algunas de las viejas—, sobre su proceso creativo y sobre la conformación de algunos de esos personajes que pueblan el repertorio del Cuarteto, Musso conversó con El Observador.
¿Hablan entre ustedes sobre haber tenido su despegue de grandes? ¿La madurez del momento los ayudó a que eso no se les subiera a la cabeza?
Lo hablamos, pero creo que fue muy natural también. Y no soy de cuestionarme, de preguntarme "qué hubiera pasado si", o por qué demoró tanto. La verdad es que no lo veo como demora, porque tampoco había una ansiedad por nada. Estoy convencido de que las cosas se dan cuando se tienen que dar, y que las decisiones que vas tomando en la vida te van llevando a ese punto. Por algo se dieron ahora. Capaz que en otro momento nos agarraba con una cabeza distinta, sin una infraestructura y una logística que ahora tenemos, ni con la convicción.
¿Y se siente a nivel físico la intensidad de las giras con 59 años
Es una exigencia física muy grande. Todos tenemos familias, muchos tenemos hijos chicos, que es una carga más para estar separados tanto tiempo, pero es una de las cosas que nos da energía para seguir. Además de que cada año llegamos a ciudades nuevas, a un público nuevo y que va creciendo. Ahora tenemos los meet and greet (encuentros con fans tras el escenario), que para nosotros es algo nuevo, y ahí dicen cosas que nos movilizan tremendamente: que tal canción los sacó de una depresión o los alejó del suicidio, o que a un amigo lo sacó de un mal momento, gente que se viene lookeada por determinada canción, o con una frase tatuada; es tremendo, y sobre todo estando lejos de casa. Nos dan cartitas, que todavía estamos leyendo, es tremendo como se llega por un canal emotivo muy, muy fuerte. Quizá acá en Uruguay no estamos tan acostumbrados, pero en México encontramos gente que fue desde Honduras y dicen "sé que no van a ir nunca allá por la realidad social del país, hace seis meses que tengo la entrada y que estoy planificando el viaje”. Es increíble. A veces lo pienso hasta cuando me pongo a componer en casa. Me digo “esta canción ¿cómo va a llegar?”. Como esa magia que tiene la música, como el perfume, que no sabés para dónde va.
Lámina once está atravesado por el test de Rorschach. ¿Alguna vez lo hizo?
Sí, cuando buscaba trabajo. Generalmente no hago canciones de cosas que me son ajenas o que no viví. Me gusta conectarme con algo que me pasó. Siempre me dio curiosidad cómo se hace, y me quedó siempre ahí en la cabeza. Y con la pandemia, no me preguntes cómo, volví a verlo visualmente, y me gustó para relacionarlo con las canciones que estaba escribiendo en ese contexto, y esa cuestión visual tan fuerte que tiene. Lo enganché bastante con algo que creo que la pandemia nos hizo explotar en la cara como sociedad, como humanidad y como personas, que es esa hiperestimulación de información continua, y esa exigencia de estar siempre teniendo que posicionarse de un lado. “Definite, ¿qué sos: team verano o team invierno?”. Y yo decía, “¿por qué?”. Y ahí se me vino el test, que con muy poquitos datos, como en definitiva tenemos para muchos temas, con esa imagen tenés que decir qué ves y rotularla como algo. Creo que el personaje de la canción Rorschach es para mí el emblemático del disco, me encanta como personaje histórico del Cuarteto, ese medio loser, medio outsider, que reclama su derecho a ver solo manchas. Me parecía un personaje del Cuarteto histórico traído ahora, a lo contemporáneo.
¿Cómo crea esos personajes?
Van madurando. Sin ninguna técnica ni fórmula. A veces me pongo a escribir la canción sabiendo el concepto, y voy puliendo el personaje. A veces, determinada frase o determinada palabra lo puede llevar para un lugar que no quiero, entonces lo voy corrigiendo y me gusta mantenerlo en ese carril de personajes o situaciones que no den consejos o que no se paren en una posición, sino que más bien pongan incertidumbre o conflicto, contradicción y ambigüedad, como todos nosotros tenemos. (Ver final de la nota)
¿Nunca se planteó tomar a esos personajes y usarlos, por ejemplo, para cuentos?
Sí, siempre está la sensación de que se podría armar algo, lo hemos hablado, hacer como una historia, aunque nunca nos cuadró en qué lugar transcurriría. Esa parte de surrealismo mágico que creo que tienen muchas canciones del Cuarteto me tienta para hacerlo. Pero, claro, como me gusta hacer canciones y son lo que están ganando, sumado al poco tiempo que tengo, las saco por ahí. Pero la idea está, te digo más, La ciudad sin alma, de este último disco, puede ser el contenedor de todo lo que pasa en Lámina once, ese lugar que no sabés si es real o virtual. Y creo que ese mundo del Cuarteto se puede ampliar a un universo más grande donde convivan el que va yendo a la casa de Damián, y todos. A veces la gente asocia todo, hacen como un hiperrelato, "el que va a lo de Damián es el hijo de Hernández, porque tal cosa". Es impresionante.
Un comentario en YouTube a su entrevista en el ciclo argentino Caja negra decía que los fans del Cuarteto eran considerados “retardados mentales" y ahora son "eruditos de la música”. ¿Nota que cambió la percepción sobre la banda?
Mucho no lo pienso. Siempre fui bastante pragmático y el Cuarteto también. Veo la respuesta de la gente en un show y eso ya es suficiente, me dice que estamos en el camino correcto. Y si no fuera el correcto tampoco tendría otro para agarrar (risas). Creo que siempre hicimos lo que queríamos hacer, en cada momento, y nos ha salido bien, pero indefectiblemente vemos una evolución, tanto a nivel del relacionamiento con el público como con la prensa, con la industria, y nos gusta el lugar en el que estamos ahora, que creo que fue un lugar construido por nosotros mismos.
¿Hay canciones que no cantaría más?
Sí, hay varias. De hecho, el repertorio que tocamos va de Raro en adelante, a veces acá hacemos alguna de las anteriores, como Bo, cartero. Cuando salió Raro, hace ya 15 años, que también era otro mundo diferente al de ahora, para hacer un show de una duración adecuada teníamos que hacer también las anteriores, y ahí ya veíamos en el público una diferencia, y por otro lado una caída nuestra a nivel artístico. Decíamos “esto ya está sonando medio viejito, en letra y en música”. Hoy no cantaría esas canciones, porque la verdad pienso que ahora tenemos un repertorio que lo supera muchísimo, y que conecta más con lo contemporáneo. Pero no reniego de lo que está grabado, que me parece brillante para ese momento. La única excepción fue Me amo, que es un tema de aquella época que sobrevivió. Salió en 1999 y la gente me decía “fulano es igual”, “mi cuñado es así”. Ahora es “yo soy el de Me amo”. Esa relectura que le dio el paso del tiempo hizo que siga siendo un punto alto del show y que haya cruzado generaciones.
¿Al momento de escribir qué tanto se cuida? Pensando en el uso de la ironía y del humor negro que el Cuarteto tuvo siempre y que hoy puede malinterpretarse.
Fue un proceso que, como banda y yo como compositor, fuimos atravesando de forma paulatina. Raro no salió por casualidad. En ese momento ya sentía que estaba contra la pared como compositor, compitiendo conmigo mismo y en riesgo de empezar a repetirme, que era algo que no quería. Y creo que toda esa parte del discurso del Cuarteto de los 90 ya me tenía medio cansado. Quería darle una vuelta diferente, y Raro fue un quiebre en cuanto a eso. Se mantenía la ironía y todo, pero no era el humor bizarro de los 90. Creo que transitamos ese camino en los últimos años, la descarga fue paulatina, no fue eso de “Uh, ahora ya no puedo hablar de tal cosa”. Fue muy natural. Ahora no me lo cuestiono, porque también tengo ganas de escribir de lo que hablan estas canciones, y me parece que no les falta nada.
¿Y qué tanto piensa las canciones para evitar hablar de un tema y quedar mal parado?
Eso lo hice siempre. Tener el tema y el concepto de qué hablar es lo primero, después en qué persona lo cantás, y después siempre busco la forma de no caer en el cliché o en una bobada, o en algo que destruya al personaje. Me imagino que le debe pasar algo parecido a los directores de cine, a los libretistas de teatro. Hay que tener mucho cuidado y me pasa con todas las canciones. Chivo expiatorio, una de las canciones del disco nuevo, habla de la eterna búsqueda de culpables, que en la pandemia estaba muy presente, siempre buscando a esa Pandora, yendo a la mitología griega, o a Judas en la Biblia. El laboratorio chino pasó a ocupar ese lugar. Si lo escribía de otra manera capaz que caía en un lugar bobo, hay que buscar el punto de vista. No es fácil (risas).
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