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Ruben Paz: "Pude volver a Peñarol, pero a rendimiento y era una falta de respeto”

El exjugador habló de sus comienzos en el fútbol, su prestigio en el exterior, la celeste y las diferencias con Borrás y reveló que en el Mundial de México 86, no fue el técnico quien lo puso ante Argentina, sino sus compañeros
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02 de agosto de 2020 a las 05:01

"Éramos mis padres, cinco hermanos varones y después de unos cuántos años llegó una nena. El barrio era muy futbolero y se llamaba Piratas. Mi padre jugaba y la mayoría de la familia también. De 11, había ocho Paz en ese equipo en mi niñez. Jugábamos a la bolita y al trompo y apareció un señor buscando un jugador en el barrio y nos invitó por si teníamos un equipo para practicar con Peñarol de Artigas de baby que él dirigía. Fuimos varios y nos quedamos con mi hermano y mi primo, y nos fuimos vinculando al club. Teníamos potreros en cantidades y no había fecha de vencimiento: jugábamos contra los grandes aunque fuéramos niños. Siempre estábamos. Tirábamos la túnica de la escuela y nos metíamos a la cancha. En verano teníamos mucha natación: íbamos al río Cuareim, nadábamos un rato y volvíamos al fútbol. Hasta los 16 seguí en Peñarol de Artigas que jugamos el Nacional juvenil y fuimos campeones, y aparecieron Bentancor y Gesto que nos vieron jugar y nos citaron a la preselección juvenil que iba a jugar el Sudamericano de Caracas 1977. Fue una infancia muy buena y divertida. Pasamos dificultades, como todos", cuenta sobre su niñez en Artigas.

De Artigas trajo su magia con la que fue campeón sudamericano juvenil dos veces, referente y goleador de Peñarol, ídolo de Racing de Avellaneda, jugó dos Mundiales con la celeste mayor y ganó el Mundialito. Su casa está adornada de globos. Es que un día antes fue el cumpleaños de una de sus nietas. Tiene cuatro hijos (dos brasileños y dos argentinos) y cuatro nietos con uno en camino. Además, Le había preparado un video sorpresa a Ubaldo Fillol, el arquero campeón del mundo con Argentina en 1978 y compañero suyo en Racing de quien es gran amigo. Ruben Paz es sinónimo de fútbol.

¿Tuvo que dar una mano en la economía de la casa saliendo a trabajar de niño?

Mis viejos eran macanudos. Nunca nos impidieron nada con el fútbol. Nos tiraban de las orejas con la escuela porque había que cumplir. El paseo de familia de los domingos, era ir a la cancha del barrio y ver al equipo jugar en baby. Fui sereno en un molino de arroz con 15 años y a veces le pedía a mi viejo que me hiciera la gamba para poder salir algún sábado una noche con los gurises y él me cubría. Después trabajaba al mismo tiempo en una estación de servicio y limpiaba coches. Lo hacía con ganas porque aparte de querer ayudar, de conseguir un laburo, tampoco pensé que todo fuera tan rápido de un lado para otro estar en una preselección nacional. Yo de chico quería ser Alberto Spencer porque mi viejo escuchaba al Peñarol de la década del 60 y él era el que hacía los goles. Cuando jugábamos, yo era Spencer. Fue todo muy loco: fíjate que con 16 años estaba entre las bolsas de arroz y entre los autos, y un par de años después era campeón sudamericano juvenil con Uruguay y me contrató Peñarol para jugar en Primera. Salimos varios de esa camada de Artigas: el Vasco Aguirregaray, Venancio Ramos, Manuel Anzorena, Mario Saralegui y Eber Bueno, el padre de Carlos.

Ruben Paz y Venancio Ramos pidiendo pase para Peñarol
 
Cuando llegó a Montevideo tras la selección, ¿cómo fue que se vinculó a Nacional y no a Peñarol?

Nacional me decía que pasaba un año sin jugar y yo quedaba libre, pero como Peñarol de Artigas no me daba el pase, tenía que pasar dos años sin jugar. No tenía mucha preocupación porque estaba enchufado en la selección juvenil. No estaba apresurado para firmar por uno u otro. La gente de Peñarol se movió mejor. Peñarol de Artigas necesitaba hacer un paquete con los cuatro que vinimos (además de él, Anzorena, Ramos y Saralegui), estaban en la sede, me explicaron bien cómo era el tema y firmé tranquilo con Peñarol. Yo con Nacional no me acuerdo, pero si bien estaba entrenando, estoy casi seguro de que no firmé. Fui al Parque Central con Amaro Nadal que era compañero mío en la selección juvenil y estábamos mateando. Y el intendente vino y me dijo: “Paz, teléfono”. Fui al corredor y estaban aquellos teléfonos de Antel colgados en las paredes. Era Mario Saralegui y me dijo: “Estoy con tu padre, el presidente Cataldi de Peñarol y el de Peñarol de Artigas. Solo contestame sí o no. Tomate un taxi y venite”. Llegué allá y firmé por ese paquete que era muy importante para el club de Artigas.

Cuando llegó a Peñarol estaba Dino Sani.

Después del Mundial de Túnez vine para Peñarol y estaba Dino Sani. Jugué un cuadrangular en el Franzini y me tiró a la cancha. Le gustó lo que había hecho y me llevó a una gira por Centroamérica. Estaba feliz de la vida porque estaba conviviendo con las figuras de Peñarol. Cuando llegamos al aeropuerto, hubo un par de jugadores que sus familias debían haber recibido el sueldo y no lo recibieron. Debutábamos con River por el Uruguayo 1977 y Pizzani y Morena se fueron del aeropuerto a la casa porque no les habían pagado y Dino Sani pidió que llamaran a Venancio que estaba en la casa, para que concentrara. Entré en el segundo tiempo con River en mi debut oficial. El Chicharra anduvo impresionante. Empecé como puntero izquierdo, estaba Ildo (Maneiro) como 10 y Morena, cuando volvió, era insustituible.

"El Flaco Rodolfo (Rodríguez) y Mario (Saralegui) fueron las voces cantantes para que entrara en el partido contra Argentina en México 86; me pusieron ellos, no Borrás"

Usted iba a cumplir 18 años y era recién llegado. ¿Qué significó jugar con ese plantel de futbolistas y con Morena al lado?

Todo el entorno era especial. El que era un tipazo era Lorenzo Unanue que era mi compañero de “habitación” para lo que eran en aquel entonces las de Los Aromos. Un tipo formidable para convivir y gran jugador. Julio Giménez era de Artigas, Daniel Quevedo era un tipazo también. Ni que hablar de Fernando (Morena), del Indio (Olivera), encontrar a Mazurkiewicz, Mario Zoryez, el Bombón Mario González. Eran tipos con un recorrido enorme, cracks como personas además, y aparte nos enseñaron que eso era una profesión, un laburo.

Ruben Paz con Peñarol ante Huracán Buceo

Pero seguro que algo de inconsciente tenía usted por jugar sin problemas al lado de ellos.

¡No me daba cuenta! Fue todo muy veloz. En 1976 fui campeón nacional juvenil con Artigas, en 1977 campeón sudamericano juvenil con Uruguay, cuartos en el Mundial de Túnez y firmé para jugar (y jugaba) en la Primera de Peñarol. Yo juntaba las figuritas en el Mundial de 1970 y ahí estaban Mazurkiewicz, Maneiro, de rival tenía al Mudo Montero Castillo marcándote. Todo se dio rapidísimo.

Era un Peñarol distinto porque a veces entrenaban en Las Acacias también.

¡Sí! Nada que ver con lo que es hoy. Nos bañábamos en Las Acacias con agua helada. No fría. Helada. Cuando el tiempo estaba feo, íbamos a Las Acacias. El ayudante técnico de Dino Sani era Juan Joya.

¿Dónde vivía?

Nosotros estábamos en la pensión de Ejido y Durazno, íbamos a almorzar a la sede que había un restorán. Nos daban milanesa con huevo y papas fritas y otro día eran ravioles pasados de aceite. El menú no era muy profesional (se ríe). De allí nos mudamos a una casa a media cuadra del club Layva. En la escuela de Julio César y Rivera nos tomábamos el ómnibus con Venancio, nos bajábamos en Bulevar Artigas y nos pasaba a buscar el ómnibus del club que nos llevaba a los del plantel a la práctica. Otros tiempos. A veces nos pasaba a buscar Ildo (Maneiro) en su auto. Él nos brindó mucho cariño también y nos ayudó un montón.

La boca llena del grito de gol: fue su primer tanto en un clásico y aquí supera la marca de Raúl Möller y la estirada de Rodolfo Rodríguez

¿Recuerda algún clásico con mayor trascendencia?

¡El primero! (se apresura a contestar). Hice el gol en la Liguilla 1977 que se jugó en enero de 1978. Fue de noche en el arco de la Ámsterdam y ganamos 1-0 con un gol mío. Inolvidable. Y después, el de la despedida, cuando me fui a Inter de Porto Alegre. Les ganamos de atrás 2-1. Hice un gol y terminando el partido le di el pase de gol a Fernando (Morena) para el segundo. Son dos lindos y espectaculares recuerdos que en Artigas, jamás hubiera pensado en lograr eso.

"La década de 1960 de Peñarol fue una época inolvidable y vos preguntás y se olvidaron mucho de esa generación. No les dimos la importancia que tenían, como tampoco a los campeones del mundo de 1950 con Uruguay"

¿Cómo conoció a Diego Maradona?

Con la selección juvenil en el Sudamericano de Venezuela 1977, estábamos alojados en un convento de monjas en la ciudad de Valencia. Era enorme y estaban las selecciones de Paraguay y Argentina. Los argentinos iban siempre a un lugar verde a esperar el ómnibus que nos llevaba a nosotros. Siempre había un personaje que sobresalía que era él, que dominaba la pelota. Los dirigía Menotti. En nuestra selección sobresalía el cocinero que era Morrongo Olivera, un crack. Lo habían llevado Bentancor y Gesto y nos cocinaba a nosotros cosas riquísimas. Los argentinos y los paraguayos nos miraban asombrados porque ellos comían lo que les daban ahí. Lo mismo se hizo en el Mundial de Túnez de ese año. Totalmente diferente a la selección mayor cuando fuimos a jugar a México el Mundial 86 y fuimos sin cocinero. Allí ya éramos profesionales, pero mirá la diferencia que había de organización que tenían Gesto y Bentancor.

Era una dupla tremenda.

Ellos nos inculcaron estar siempre representando al país con convivencia y educación, y nos enseñaron a ganar. Siempre queríamos ganar.

Diego Maradona y Ruben Paz en enero de 1979 cuando se enfrentaron en el Sudamericano juvenil de Montevideo que ganó Uruguay

En 1979 lograron el título juvenil otra vez con la celeste jugando en Montevideo.

Los únicos dos que sobrevivimos de 1977 fuimos Fernando y yo por edad. Estábamos jugando en la Primera de Peñarol y nos llamaron para jugar ahí para juveniles y como que estaba ahí, medio dubitativo. Cumplí en el Sudamericano siendo campeón y en el Mundial de Japón fuimos terceros. Estaba Maradona en Argentina, y Romerito y Cabañas en Paraguay. Las lesiones de Luzardo y Roberto Roo nos complicaron porque no pudieron jugar el Mundial. Eran el “5” y el “8” titulares, dos jugadores fundamentales. Con esos dos, el resultado podía haber sido otro. Argentina tenía un gran equipo y nos ganó con dos contragolpes con goles de Maradona y Ramón Díaz.

Y poco tiempo después se jugó el Mundialito. Usted tenía 21 años, fue campeón y lo eligieron el mejor jugador. ¿Seguía soñando?

Venía de ser campeón uruguayo con Peñarol en 1978 y 1979, en ese año había sido elegido el jugador del año en Peñarol, había debutado en la selección mayor por Copa América. Me surgió una lesión en el hombro en el club. Quedé dos meses parado. Volví y se venía la preparación para el Mundialito y el que se la jugó conmigo fue Máspoli. Me tiró de “10” que fue cuando se prendió la lámpara en el Tróccoli contra Suiza y anoté tres goles. Desde ahí, la camiseta número 10 empezó a surgir, porque en Peñarol era imposible con Ildo (Maneiro) (se ríe). Jugamos un torneo con todas las fieras: Alemania, Holanda, Italia, Argentina y Brasil. Poder competir con esas fieras y ser campeón, fue espectacular.

Ruben Paz con la selección uruguaya en la Copa de Oro o Mundialito ante Holanda

Ese año 1981 también tuvo un sabor amargo cuando quedaron fuera del Mundial de España 82. Debe haber sido un golpe fuerte.

Sí, porque cuando no comenzás bien un trabajo, capaz que con la experiencia, la vida te dice: “¿Qué querés? Si no empezamos bien el trabajo, difícil que termine bien”. Los clubes grandes entregaron tarde a los jugadores que comenzaban a entrenar para las Eliminatorias en Nueva Helvecia. Ese bache que dejamos, nos pasó factura. Igualmente nos encontramos contra una gran selección de Perú. En el partido de acá, faltando poco yo empaté y cobraron un offside que nunca supimos si fue o no. Ellos jugaban muy bien, aunque allá les empatamos 0-0. Fue un golpe duro por todo lo lindo y fantástico que venía. Fue un mazazo, porque además desde que había llegado de Artigas, había ganado prácticamente todo con Peñarol, la selección juvenil y la mayor. Fui campeón y goleador con Peñarol con 17 goles ese mismo año, pero eso fue un mazazo.

¿De allí se fue a Inter de Porto Alegre?

No, primero se interesó el Cosmos de Pelé que había hecho una oferta importante a Peñarol y el club quería un negocio que lo favoreciera más. No quería hacerse cargo de los porcentajes de Venancio ni del mío. Y ahí se fueron Romerito y Cabañas a Cosmos. Nosotros lo supimos después… Luego surgió el tema de querer traer a Fernando (Morena) desde España y allí me vendieron porque se necesitaba plata. En el medio, apareció Jair que Inter había perdido la final de la Copa con Nacional. Cuando llegué allá, más de la mitad del equipo se había ido, porque Falcao se fue a Roma y también Batista.

"Te idolatran mucho más en Brasil y en Argentina que acá porque son muchos más"

¿Cómo fue su vida en Porto Alegre?

Después que se había ido medio plantel, yo era la figura. Pero estaban varios juveniles que estaban esperando como Dunga, Taffarel, Mauro Galvao, Mauro Pastor, Valdomiro, Milton Cruz que jugó luego en Nacional. Me costó seis meses adaptarme porque empezaron a traer a jugadores de varios lugares de Brasil. Después sí se formó un lindo plantel y ganamos tres veces seguidas el Torneo Gaúcho.

Ruben Paz junto a Fernando Morena el día que debutó con Internacional de Porto Alegre en el Estadio Centenario en febrero de 1982; Paz hizo allí su primer tanto con su nuevo equipo

¿Es cierto que Inter amenazó a Gremio con presentar una demanda por una supuesta confabulación para fracturarlo?

Sí, siempre existió ese comentario. El único que recuerdo que fue malintencionado fue Feijao que en el Beira Río me pegó en la pierna izquierda y me salvó la canillera, porque si no, me hubiera partido al medio. Él jugaba en Juventud de Caxías. Pero siempre se hablaba que Gremio podía estar atrás. El Campeonato Gaúcho, era salado. Hoy ha cambiado una enormidad.

¿Cómo llegó a Racing Matra de París?

Yo tenía un arreglo de tres años con Brescia de Italia a través de Juan Figer, pero después del Mundial de 1986, tuve una llamada de Paco (Casal). “No firmes nada que voy con un dirigente de Racing Matra”, y terminé firmando con ese club.

Allí jugó con Enzo Francescoli.

Yo fui como cuarto extranjero. Estaba el Pico Umpiérrez, Enzo y Migajita Littbarski. Lo que pasa es que a él lo había dirigido el técnico en Colonia de Alemania y se me complicó poder jugar. Me sirvió como experiencia y económicamente. Conocí el fútbol francés, su cultura. Nada que ver a como es hoy, pero ellos lo viven sin tanta pasión como se vive en Sudamérica.

"Con 16 años estaba entre las bolsas del molino de arroz en el que trabajaba y lavando autos, y un par de años después era campeón sudamericano juvenil con Uruguay. Es todo muy loco" 

El Mundial de 1986, ¿fue una frustración por no haber jugado prácticamente?

¡No, al contrario! Porque me preparé para eso, física y futbolísticamente. Estaba notable. En 1985 me habían elegido el mejor “10” de Brasil. En el Mundial tampoco me entregué. Cuando surgieron esos 30 minutos (contra Argentina), pasó lo que pasó. Porque nunca me caí en la parte mental. Al contrario, estaba fuerte. En lo futbolístico estaba pasando por un momento extraordinario. Porque te das cuenta lo que pasa en tu entorno y vos mismo lo que hacés.

Los argentinos, incluyendo a algunos jugadores, siempre dijeron que si usted hubiese entrado antes en ese partido, quizás el resultado habría sido otro.

Claro. O seguramente si Fernando (Álvez) no hubiese atajado lo que atajó en el primer tiempo, habría terminado 2 o 3 a 0 ganando ellos en ese lapso, porque Diego (Maradona) jugó de manera formidable. Tácticamente (el técnico Omar Borrás) se equivocó en poner al Chifle Barrios –que era un tipo de mucha resistencia– a marcar hombre a hombre a Diego que era un jugador de acción y velocidad y pata corta. Fue una tarde difícil para el Chifle, pero, ¿qué culpa tiene él si el entrenador lo eligió para que hiciera eso?

Borrás estaba suspendido y dirigía desde una cabina con walkie-talkie. ¿A usted lo puso el técnico en ese partido o sus propios compañeros?

(Se ríe). El Flaco Rodolfo (Rodríguez) y Mario (Saralegui) fueron las voces cantantes para que entrara. No es un verso. Cuando entré, aparecí justo en un lateral que manejaba el Tito (Eliseo) Rivero que teníamos esa jugada que nos había enseñado Bentancor de salir para un lado y recibir en el otro y fue la primera vez que la pelota pasó zumbando el palo.

¿Y Rodolfo y Mario también le dijeron por quién entrar?

(Se ríe). Ahí ya no me acuerdo mucho. ¡Fue hace tanto tiempo! (Ingresó por Eduardo Acevedo).

¿Fue complicado para usted?

Pero aparte, fíjate que en el primer partido le íbamos ganando a Alemania a los 4 minutos y en el banco estábamos Venancio y yo que podíamos ayudar, porque ellos no lograban el empate, y se fueron todos arriba, quedaron el arquero y uno más marcando. Nosotros siempre atrás-atrás. Donde se hubieran hecho un par de cambios con gente rápida en velocidad mental y física, era para liquidarlos y era tal vez otro camino que podíamos recorrer en la serie. Hubo fallas desde un principio.

¿Alguna vez habló con Borrás de esto?

¡No, no! No había mucho que hablar. Lo único que quedó fue la pena de que podíamos haber seguido otro camino si hubiésemos ganado a Alemania. En el partido con Argentina, no podía hacer otra cosa que lo que hice.

"Yo de chico quería ser Alberto Spencer porque mi viejo escuchaba al Peñarol de la década del 60 y él era el que hacía los goles".

Argentina despegó contra Uruguay en ese Mundial junto con Maradona. ¿Lo cree así?

No venía siendo el Diego del Mundial. El haber pasado por nosotros le dio al equipo y a él mismo un envión. Su primer tiempo fue brillante. Para la selección argentina, pasar a Uruguay fue una inyección brutal. Con lo que quería el Narigón (Bilardo), siempre estaba bien parado, protegido, mirando siempre la parte defensiva y sabía que tenía a Burruchaga, a Diego y a Valdano arriba.

Ahora que habla de Bilardo, en alguna oportunidad Menotti dijo que usted era el “Maradona uruguayo”. ¿Se inclina por alguno de esos estilos?

No. A mí me tocó un entrenador muy parecido a Bilardo en Genoa y el equipo peleaba normalmente el descenso cuando bajaban cuatro, y su laburo era marca hombre a hombre en muchos partidos y en otros, era muy táctico. Aprendés. Nunca me inculcó “vos dejá de jugar”. Me gustan los dos, Bilardo y Menotti. Trabajaban bien. Lo que sí es que debías tener los futbolistas inteligentes para jugar como Bilardo o como Menotti.

Ruben Paz con la camiseta de Racing de Avellaneda

En setiembre de 1987 llegó a Racing de Avellaneda. ¿Qué significó?

Encontré un montón de buenas personas y muy buenos jugadores. Venían golpeados porque estaban en la B y habían subido. El día que llegué los fui a ver y le ganaron 6-0 a Boca y a los 15 días debuté y empezamos a ganar y no parábamos de crecer. Teníamos un técnico como Coco Basile que era muy bueno en la motivación y en saber elegir a los 11. Él y el Panadero Díaz, campeones de América y del mundo con Racing, lo conocían muy bien. Económicamente estaba horrible y futbolísticamente notable. Había que ganar para cobrar un mes sí y otro no, o dos meses no. Estaba el Pato Fillol, campeón del mundo y con un recorrido bárbaro, y un montón de jugadores que querían dar un salto más importante y empezamos a agarrar el gusto de ganar. Todo eso generó como una bola de nieve de motivación. Hacía 16 años que no se le ganaba a Rosario Central en Arroyito y les ganamos. Ibas liquidando toda esa desgracia que había tenido el club. El problema es que económicamente casi se fue a la quiebra. A nivel local nos sacaron un campeonato en nuestra cancha porque dijeron que le habían tirado una pila a Navarro Montoya y nos quitaron un montón de puntos y perdimos el título. Después clasificamos a la Libertadores, fuimos campeones de la Supercopa y fuimos a la final de otra Supercopa, ganamos la Supercopa Interamericana…

"Quedar fuera del Mundial de España 82 fue un mazazo"

Una vez leí a Basile que dijo que usted y el Pato Fillol se pusieron a bailar samba en la noche previa a enfrentar a Cruzeiro en la final de la Supercopa y que eso descomprimió al plantel.

(Se ríe). Sí. El Pato había jugado en Flamengo y siempre jorobábamos. Tiene carisma y más en un vestuario. Descomprimía mucho, tenía mucha personalidad, le gustaba prepararse para ganar, teníamos la misma idea porque a mí me gustaba prepararme para ser el mejor. Nos empezamos a conocer, nos hicimos muy amigos y teníamos esa buena onda en el grupo para alegrarlo. En las concentraciones, también. Después de almorzar ellos se ponían a jugar al chinchón (la conga para los uruguayos), y armaban un mate dulce. “No puede ser loco, recién terminaste de comer y estás tomando mate y todavía dulce”, les decía yo. Esa noche, nació natural ese baile y nos divertimos un rato.

¿Es más ídolo de Racing que de Peñarol?

El argentino es más expresivo. Eso no lo sé. La década de 1960 de Peñarol fue una época inolvidable y vos preguntás y se olvidaron mucho de esa generación. No les dimos la importancia que tenían, como tampoco a los campeones del mundo de 1950 con Uruguay.

¿Quién no le dio importancia?

Todos. Cuando fuimos entrenadores con Mario (Saralegui) en Peñarol, los invitábamos a comer un asado para que el plantel los viera y había jugadores que a veces preguntaban quiénes eran. Pablo Forlán, Omar Caetano, Juan Joya, Tito Goncalves. Te idolatran mucho más en Brasil y en Argentina porque son muchos más. Tal vez porque caí y agradé y pude convivir con grandes jugadores en un lindo plantel y generamos algo demasiado fuerte para el momento porque venían muy mal y empezó a aparecer lo bueno.

Las dos copas internacionales que ganó Ruben Paz con Racing de Avellaneda: la Supercopa y la Supercopa Interamericana

¿Le dolió no despedirse en Peñarol?

Tuve la oportunidad de venir y hubo una complicación cuando estaba todo arreglado. En la segunda oportunidad que tuve, me dijeron que venía a rendimiento. Tal vez puede haber sido una equivocación mía. Si creés en vos y en tu trabajo, le decís que sí. Pero también capaz que pensás: “¡Pah! Esto es una falta de respeto”. Era como si hoy te dijera que el Cebolla en su plenitud viniera desde Atlético de Madrid y le dijeran en Peñarol que venía a rendimiento.

¿Fue el técnico o el presidente el que pidió eso?

(Piensa). Dejémoslo ahí.

En su segundo Mundial, en 1990, con Tabárez jugó los tres partidos del grupo, pero no lo hizo ante Italia.

No, no lo jugué. Venía de jugar que nos costó una enormidad, el del triunfo ante Corea para pasar de fase. Ahí el Maestro tomó la decisión de jugar sin enganche y bueno. Todavía apareció el chiquito Schillaci y nos hizo aquel golazo. Si le hubiésemos ganado a España, tal vez no nos cruzábamos con Italia que era el dueño de casa. Pero nos equivocamos en otro partido. No fue ahí, ni por el penal que erró Ruben (Sosa). La equivocación fue contra Bélgica. Como habíamos jugado un gran partido contra España, fuimos contra ellos y no digo que pensamos que eran pan comido, pero pensábamos que era más fácil que los españoles. Ellos nos sorprendieron. Hicimos 15 minutos muy buenos, nos dormimos en un par de contragolpes y chau, fuimos boleta.

Saralegui tuvo chances de ser otra vez técnico de Peñarol.

Sí, dos veces. Cuando todavía estaba el Memo (López) y a principio de año cuando eligieron a Forlán. Las dos veces estuvo en la puerta. Mario es uno de los ídolos. Ahí está lo que te decía hoy, a veces nos olvidamos de los ídolos. No es que tenga que estar permanentemente trabajando. Decir falta de respeto, capaz que queda muy… Hay que buscar una palabra que sea más útil para ese momento. Pero no le damos la importancia a esa cantidad de ídolos que pasaron por Peñarol.

¿Quién tendría que ser presidente?

El que haga mejor las cosas, que la tenga clara, que sepa llevar al club que es un gigante. Después de Cataldi, Juan Pedro Damiani fue quien estuvo más tiempo en el club con nueve años. Tendría que aparecer una sorpresa muy importante más que Juan Pedro. Si no, más allá de Juan Pedro no hay otro. Aparte, tenés que conocer el club, como lo conoce Juan Pedro. Sabe de la actualidad, del pasado y todo lo del club. Para manejar un club de las dimensiones de Peñarol que exige, pide, quiere, y necesita a nivel internacional conseguir algo, debés tener un buen plantel, estar el club saneado porque la parte económica es muy importante. Ahora, si viene una sorpresa con todos esos requisitos, bienvenido sea para Peñarol. Pero lo veo muy lejano.

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