Semana laboral de cuatro días también podría beneficiar a los empleadores

Los experimentos han demostrado que se pueden reducir las horas laborales sin que disminuya la producción

En Gran Bretaña, en la década de 1840, una campaña para reducir la duración de la jornada laboral en las fábricas de 12 a 10 horas provocó que se predijeran desastres. Un parlamentario calificó la idea de "peligrosa", mientras que otro advirtió que esa "filantropía equivocada" les impediría a los trabajadores mantener a sus familias.

Pero en 1846, el parlamento conoció los resultados de un experimento realizado por un propietario de grandes fábricas en Manchester y Preston. Cuando redujo la jornada laboral a 11 horas, comprobó que los volúmenes de producción se mantenían y la calidad del trabajo mejoraba. "Creo que es un hecho incuestionable que se hace más trabajo mal hecho en las últimas una o dos horas, que en el conjunto de las primeras nueve o diez horas", dijo.

Del mismo modo, cuando Henry Ford redujo la semana laboral en sus fábricas de automóviles de seis a cinco días sin recortar los salarios en 1926, la decisión se tomó tras varios años de experimentos que le habían asegurado que no se afectaría la producción. "Podemos obtener al menos una producción tan grande en cinco días como en seis, y probablemente obtendremos una mayor producción, ya que la presión traerá mejores métodos", dijo.

Casi un siglo después, varias compañías quieren averiguar si pueden reducir aún más la semana laboral. Un gran experimento en Islandia redujo la semana laboral de miles de empleados de 40 horas semanales a 35 o 36 sin que se redujera la producción. En el Reino Unido, una treintena de empresas se han apuntado a una prueba de seis meses de una propuesta más audaz: una semana de cuatro días sin reducción salarial.

Dado que la semana laboral promedio de los trabajadores a tiempo completo en el Reino Unido es de sólo 36.3 horas, una campaña a favor de más tiempo libre probablemente sonaría decadente para la generación que vivió la Revolución Industrial. Pero la "filtración" del trabajo moderno hacia las tardes y los fines de semana, combinada con las exigencias de la crianza intensiva de los hijos, ha hecho que muchas personas sientan que les falta tiempo. En la década de 2010, el tiempo promedio que las personas dedicaron al ocio se redujo en ocho de los 13 países de los que se dispone de datos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

La mayoría de las objeciones a la idea de una semana laboral de cuatro días se enfocan en los aspectos prácticos. ¿Se vería afectada la empresa? ¿Qué pasaría con las personas que ya trabajan cuatro días por un 20% menos de sueldo? ¿Condensar cinco días de trabajo en cuatro supondría demasiada presión para la gente, o significaría que aún más trabajo se derramaría en nuestro supuesto "tiempo libre" sin ser contabilizado?

Los experimentos deberían dar algunas respuestas provisionales. Shaun Rutland, presidente ejecutivo de la compañía de videojuegos Hutch, que se ha apuntado a la prueba, afirma que el trabajo en las industrias creativas siempre se amplía para llenar el tiempo disponible. Espera que la semana laboral de cuatro días haga más feliz al personal y propicie nuevas eficiencias.

Algunos cambios serán sencillos: las reuniones serán por defecto de media hora en lugar de una hora, por ejemplo. Los funcionarios que ya trabajan cuatro días pasarán a cobrar la jornada completa. Pero dice que a algunos empleados les preocupa que el lugar empiece a ser menos acogedor si hay más presión de tiempo. Hutch medirá la frecuencia y la calidad de las actualizaciones de videojuegos, y utilizará encuestas periódicas para medir la felicidad del personal. Rutland está abierto a que el experimento acabe en éxito, en fracaso o en algo intermedio. "Si en seis meses nuestra calidad baja, indicará que están demasiado estresados por la jornada de cuatro días", dice.

La cuestión más importante es si la iniciativa en pos de la semana laboral de cuatro días puede resolver los problemas más urgentes del mundo laboral del siglo XXI. Para empezar, los centros de trabajo que sobrecargan seriamente a su personal no son los que participan en experimentos como éste. Goldman Sachs, por ejemplo, está en cierto modo operando en otro siglo: recientemente prometió imponerles los sábados libres a los banqueros junior que se quejan de las semanas de 95 horas.

Y lo que es más importante aún, en sectores mal pagados como el comercio minorista, la hostelería y los cuidados, el mayor problema es la imprevisibilidad de la semana laboral. Es común que los empleadores de estos sectores pongan a su personal con contratos de cero horas o a tiempo parcial, y que luego suban y bajen su horario casi sin previo aviso. El exceso de trabajo una semana puede convertirse en subempleo la siguiente. Una encuesta realizada en el Reino Unido el año pasado reveló que el 55% de los trabajadores poco remunerados a tiempo completo recibían menos de una semana de aviso con antelación sobre su horario, y el 15% recibía menos de 24 horas. Para abordar esta cuestión se necesitan políticas más específicas, como las leyes de programación de "semana laboral justa" aplicadas por algunas ciudades estadounidenses.

Aunque estas cuestiones necesitan soluciones diferentes, el hilo conductor es que tanto los oficinistas como los obreros quieren que los empleadores sean menos avariciosos con su tiempo. Si la historia sirve de guía, esto también podría resultar beneficioso para las compañías a largo plazo. Como concluyó Henry Ford: "Cuanto más presionamos a la empresa en términos de tiempo más eficiente se vuelve".