Raúl Martínez / EFE

Sobre la educación en el mundo poscovid (1)

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20 de agosto de 2020 a las 05:00

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La pandemia planetaria pone en el tapete la necesidad de fortalecer la confianza y la colaboración entre regiones y países como un factor clave para buscar respuestas colectivas a desafíos comunes a escala planetaria. Asimismo, resulta cada vez más claro que no hay respuestas sostenibles que fortalezcan el bienestar de las personas y las sociedades desde posicionamientos aislacionistas que reniegan del intercambio de experticia entre comunidades científicas que no conocen de fronteras ni de muros.

En aras de fortalecer la colaboración entre países, la revitalización del multilateralismo puede cumplir un rol clave en la medida en que sea proactivo y propositivo sustentado en una clara voluntad de mover el pienso y las ideas para efectivamente apoyar la ideación de una nueva generación de políticas públicas. Un signo alentador de estos tiempos radica en que países y organismos internacionales parecen estar más dispuestos a explorar opciones de política pública que otrora pudieron ser descartadas y hasta estigmatizadas como inconcebibles y fuera de “orden”. Felizmente se constata menos dogmatismo doctrinario, mayor apertura intelectual y más apego a entender la complejidad de los problemas y los desafíos en las discusiones, elaboraciones y concreciones de política pública.

En esta línea de repienso, la UNESCO acaba de publicar el documento “La educación en un mundo tras la COVID: Nueve ideas para la acción pública” que surge del trabajo realizado por la Comisión Internacional sobre los Futuros de la educación. Dicha comisión está integrada por destacadas personalidades con diversidad de perfiles profesionales y de actuación, así como procedentes de diferentes regiones del mundo.

Ciertamente el documento de la UNESCO va en la línea de provocar y disparar una serie de ideas fuerza que entendemos como claves para repensar la educación a la luz de un imaginario y de construcción de mundo que se avizora y proyecta como muy distinto al actual. El documento tiene la virtud de visualizar más el futuro y los escenarios que se abren para idear políticas asumiendo una perspectiva transformacional y progresista, que de compilar, recordar y describir acuerdos normativos internacionales presentados en un lenguaje “neutro”. En una serie de artículos analizaremos las nuevas ideas fuerza que plantea la UNESCO.

La primera de ellas refiere al “fortalecimiento del compromiso público en favor de la educación como un bien común”. Nos permitimos realizar cinco anotaciones al respecto. En primer lugar, ciertamente un compromiso de estas características, inspirados en los valores de inclusión, solidaridad, progreso individual y colectivo, como señala la UNESCO, implica el involucramiento de diversidad de actores de dentro y fuera del sistema educativo, en discutir, acordar y plasmar imaginarios de sociedad y desarrollo que sustancien el rol y las responsabilidades de la educación como política cultural, ciudadana, social, económica y comunitaria. Dicho compromiso no sólo implica el involucramiento del estado sino del crisol de afiliaciones y tradiciones que anidan en la sociedad y que, asimismo, se permita la libre expresión de la diversidad de capacidades y talentos en un marco de reafirmación y apego a valores universales. Si las sociedades reniegan de sus diversidades, difícilmente se puede lograr forjar la educación como bien común.  

En segundo lugar, tal como afirma la UNESCO, se tiene que avanzar en renovados marcos de relacionamiento y de sinergias entre la salud y la educación “profundizando la empatía humana, progresando en el ámbito científico y apreciando nuestra humanidad común”. Se trata de fortalecer una alianza estratégica entre salud y educación que es una base fundamental para plasmar una visión integral del bienestar humano y social superando el fraccionamiento de las personas en “objetivos y metas” de intervenciones sectoriales, así como de eventuales fricciones en torno a los recursos que asigna el estado y la sociedad a ambos sectores, así como a otros. No es cuestión de priorizar una u otra sino de afinar el entendimiento y el accionar conjunto de educación y salud de cara a asegurar el bienestar, la protección y el cuidado integral de las personas y de las comunidades.

En tercer lugar, UNESCO remarca que la pandemia ha hecho más visible “el papel central de la educación de adultos y el aprendizaje permanente, ya que ahora las personas de todas las edades deben aprender a crear nuevas formas de (re)organizar la vida social, económica y política”. Los sistemas educativos se enfrentan al desafío de idear formatos potentes y flexibles de educación y de aprendizaje a lo largo y ancho de toda la vida que engloben a la población en su conjunto concebidos desde cero a siempre. Esto implica lógicamente que los trabajadores puedan disponer de mejores y más oportunidades para abrirse a y/o afinar conocimientos y competencias que le permitan desempeñarse solventemente frente a una reconfiguración de profesiones, ocupaciones, modalidades de trabajo y tareas. Pero también supone que las personas, cualquiera sea su edad, reciban orientación y apoyo para tomar decisiones y manejarse fluidamente en un mundo de oportunidades y de sensibilidades complementarias entre la presencialidad y la virtualidad.

Como señala la UNESCO, un desafío fundamental yace en asumir conciencia que se están “educando públicos” en diversos espacios formales, no formales e informales. Ya no se puede concebir sólo la educación con foco en las generaciones jóvenes formándose en los espacios presenciales, sino que también se requiere ampliar la mirada sobre la base de incorporar una amplia gama de oportunidades y experiencias transversales a todas las edades.

En cuarto lugar, la UNESCO afirma que “se ha redescubierto el papel de la sociedad” lo cual implica una intensa movilización de energía, ideas y propuestas que se forjan desde un abajo ciudadano y comunitario inquieto. El pensador universal Edgar Morin, citado en el informe de la UNESCO, se refiere a un despertar de la solidaridad asociado a la pandemia y al confinamiento, y que se refleja más nítidamente en los barrios de contextos más desfavorables. Como dice la UNESCO, “para realmente estar a salvo, todos debemos estarlo: es decir, que avanzamos cuando todos lo hacen”. 

Referido en particular a la educación, parecería ser que el período de confinamiento ha fortalecido la cooperación y el entendimiento entre educadores, alumnos, familias y comunidades lo cual lleva a una mayor conciencia del valor de educar y del educador, y a una reconfiguración saludable de roles y responsabilidades.

En quinto lugar, la pandemia ha tornado aun más visible que las escuelas requieren de relaciones vitales y permanentes con sus entornos para poder ampliar las oportunidades, los espacios y las experiencias de aprendizaje. Que como dice la UNESCO, el cierre de museos públicos, bibliotecas y centros comunitarios deja a la escuela sin poder efectivizar a cabalidad su rol insoslayable como “el vehículo más valioso para asegurar el progreso individual y social”.

En resumidas cuentas, el informe de la UNESCO posiciona como primera idea fuerza la relevancia y vigencia de reafirmar y avanzar en la consideración de la educación como bien común global, así como del rol y las responsabilidades de los sistemas educativos en su concreción. Su visualización como bien común nos mete de lleno en la saludable y perentoria discusión sobre que tipo de educación queremos para qué persona, ciudadanía y sociedad.

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