E. van Herk, Wikipedia

¿Te comerías un cobayo? Nuestro sentido de lo exótico está cambiando

La globalización y el turismo están expandiendo los paladares occidentales

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04 de octubre de 2021 a las 11:00

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Gillian Tett

¿Podrías comerte al cobayo que tienes como mascota? Durante los últimos años, en las clases de antropología cultural esta pregunta engañosamente sencilla se ha convertido en un ejemplo clásico de la naturaleza subjetiva de nuestras actitudes hacia la comida.

Reflexiona al respecto. A un lado de la ‘Gran División del Cobayo’ se encuentran las culturas indígenas andinas que, durante mucho tiempo, han tratado a este mamífero peludo como un nutritivo alimento, el cual es mejor si se sirve asado a la parrilla. En el otro lado están las culturas europeas y estadounidense, donde el animal se considera una querida mascota que debe ser abrazada por los niños, y no algo cocinado en un asador.

Si bien los niños occidentales sin duda reaccionarían con horror ante la idea de comerse estas pequeñas criaturas, a las culturas indígenas de Ecuador y de Perú les parece igualmente extraño tenerlas como mascotas. En otras palabras, cómo tratamos a los cobayos es una de la miríada de pequeñas formas en que definimos nuestro sentido de lo "exótico".

Como cualquier clase de antropología te enseñará, etiquetar a otros de "exóticos" o "raros", por la comida o por cualquier otra razón, también facilita su demonización. Fíjate, por ejemplo, en cómo en los medios de comunicación occidentales el brote de Covid-19 en Wuhan se presentó a menudo junto a escandalizadoras historias sobre los “mercados mojados” de China.

El antropólogo Paul Farmer observó una demonización similar de los alimentos "exóticos" durante la epidemia de ébola de 2014 en África occidental, cuando los occidentales exageraron el papel desempeñado por el consumo de "carne de animales salvajes" en la propagación. "La obsesión durante la era de ébola con la carne de animales salvajes se refleja con bastante claridad en los comentarios sobre los mercados mojados de Wuhan, en los cuales (uno se imagina) las civetas enjauladas caminan incesantemente de un lado a otro; las anguilas y otros extraños peces se retuercen y se agitan; y los pangolines dejan caer escamas como lágrimas de oro", escribió Farmer en abril de 2020.

Sin embargo, existe otro lado en este tema. La cultura a menudo puede ser más maleable y fluida de lo que creemos, sobre todo en una era globalizada. Gideon Lasco, un antropólogo filipino, ha estado estudiando la cuestión de cómo y por qué las culturas andinas comen cobayos. Su investigación, recientemente presentada en el sitio web de ciencias sociales Sapiens, comienza señalando que este alimento es un divisor social no sólo entre las culturas andinas y el Occidente, sino también dentro de países como Perú.

Las culturas indígenas andinas han comido cobayos — también conocidos como cuyes, cuises y cobayas — durante siglos. Pero, en las últimas décadas, los peruanos urbanos, sobre todo los de ascendencia mestiza (es decir, con herencia mixta europea y andina), han dejado de hacerlo, sabiendo que los occidentales veían la práctica de forma negativa.

¿Te comerías un cobayo?

Más recientemente, sin embargo, ha señalado Lasco, han surgido dos sorprendentes tendencias. La primera es que algunos turistas occidentales han comenzado a considerar la degustación de platos de cobayos como algo de moda, relacionándolo con el "derecho a presumir de haber probado comidas extrañas". Aunque la globalización ya ha traído a los supermercados occidentales numerosos platillos étnicos de todo el mundo, el cobayo en trozos aún no está a la venta en Walmart o en Sainsbury's, de ahí su valor como una "experiencia".

La segunda es que algunos peruanos cultos también se han interesado más en definir y en defender lo que les hace únicos en un mundo globalizado, creando una nueva forma de alta cocina alrededor del cuy en Lima. "A medida que el consumo de productos locales se pone de moda a nivel mundial, las élites más adineradas han estado redescubriendo comidas y bebidas indígenas tradicionales", escribió Lasco.

La "gentrificación culinaria" — por usar una frase acuñada por el antropólogo peruano Raúl Matta — tiene un lado oscuro. En particular, la creciente demanda de carne de cuy está convirtiendo a la industria artesanal de la cría de cuyes (que en su mayoría consistía en que las familias criaran cobayos en casa) en una agroindustria (en la que a menudo se les mantiene en desagradables condiciones). La antropóloga peruana María Elena García comentó que se había horrorizado al ver que "los cobayos hembras están continuamente embarazadas hasta que son sacrificadas".

Pero este cambio también tiene un lado más positivo al crear una nueva fuente de ingresos y de proteínas para algunos granjeros. Y actualmente hay otro giro inesperado provocado por la globalización: los grupos de desarrollo están intentando importar estas ideas a África.

Según le declaró recientemente a la plataforma The Conversation Brigitte Maas, una profesora asociada de la Universidad Georg-August de Göttingen, en países como Benín, Ghana, Nigeria y Camerún ya existen tradiciones locales de comer cobayos (o roedores similares), pero de manera informal, casera y, a veces, furtiva.

Sin embargo, Maas ha afirmado que ahora se han puesto en marcha proyectos piloto para ver si la cría de cobayospuede ser una agroindustria viable para impulsar la nutrición en estas zonas de África. "Es importante que se desarrolle toda la cadena de valor", añadió ella, elogiando la creación de "plataformas de partes interesadas que conectan a productores, comerciantes y restauradores interesados en los cobayos".

Estas criaturas peludas, en otras palabras, ya no son sólo un signo de diferencias globales, sino de maleabilidad cultural. Puede que esto no haga que los niños occidentales se sientan mejor con la idea de que sus mascotas sean asadas a la parrilla. Pero el tema debería servir para ayudarles (y a los adultos) a reconocer cuán subjetivas son nuestras suposiciones, y que éstas no tienen por qué estar grabadas en piedra, o en jaulas.

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