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Telemedicina: un negocio que despertó con la pandemia

La tecnología necesaria para desarrollar la telemedicina está hace años en Uruguay. Su uso se intensificó con la pandemias, aunque advierten que todavía falta para que se masivo

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03 de mayo de 2021 a las 05:00

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La telemedicina como práctica en sí no es algo nuevo, pero la llegada de la pandemia —como en otros tantos rubros— aceleró su adopción. Según los desarrolladores de soluciones tecnológicas para el sector de la salud, la telemedicina vino para quedarse, pero como complemento a la atención tradicional y no como un sustituto.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la telemedicina como “la prestación de servicios de salud, donde la distancia es un factor crítico, por parte de cualquier profesional de la salud, usando las nuevas tecnologías de la comunicación para el intercambio válido de información en el diagnóstico, el tratamiento y la prevención de enfermedades o lesiones; la investigación y evaluación; y la educación continua de los proveedores de salud, todo con el interés de mejorar la salud de los individuos y sus comunidades”.

En resumen, la telemedicina es una herramienta que, mediante el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) busca mejorar el acceso de los usuarios a los servicios de salud. Pero implica más que sustituir las consultas médicas presenciales por una llamada telefónica o una videollamada, sino que cambia las formas de relacionamiento entre los involucrados (médicos, pacientes e instituciones) y los modelos de gestión, en busca de sistemas más eficientes, eficaces y democráticos de acceso a la salud.

Según informó Natalia Veloso, profesora agregada en Derecho Administrativo de la Universidad de Montevideo a la web del Sindicato Médico del Uruguay, dentro de la telemedicina se encuentran varias modalidades: consulta con especialistas a distancia; interpretación e informe de estudios (ej.: telerradiología); consulta médica telefónica; teleconsulta (diagnóstico e indicación de tratamientos); teleasistencia (orientación) e interconsulta (consulta entre dos médicos).

Algunos de los beneficios que ofrece la herramienta son ampliar la cantidad y calidad de servicios de los prestadores, acortar tiempos de espera y generar atención inmediata, posibilitar un seguimiento de los pacientes, acceder a recetas electrónicas, preservar la salud del personal, facilitar los pagos de las consultas, ahorrar costos en traslados y tiempos muertos, y brindar una contención rápida en casos de emergencia. Pero para su uso generalizado, los prestadores de salud deben pasar por un proceso de transformación digital, de adopción de nuevas plataformas y de cambio cultural.

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Según expertos, la telemedicina llegó para quedarse.

Álvaro Queijo dirige desde 2011 Apraful, empresa uruguaya que brinda soluciones tecnológicas y servicios de conocimiento para el sector de la salud desde hace 25 años. Entre sus servicios, ofrece sistemas de gestión integral, historia clínica electrónica, personalización de apps y sistemas de agenda. Basado en su experiencia, Queijo cree que en Uruguay la telemedicina aún no se ha consolidado “como una alternativa válida por completo”

“Si bien hay iniciativas de la industria que proveen herramientas para la salud e instituciones que van por ese camino, todavía no lo vemos como algo masivo en términos de adopción, tanto de los prestadores como de los pacientes. Sigue siendo un servicio diferencial, pero no debería serlo”, expresó a Café & Negocios.

Queijo explica que la tecnología está disponible “hace tiempo” y que, si bien con la pandemia se intensificó su uso aplicado a la medicina, aún queda mucho por hacer. “Requiere maduración de todos los actores. Los que empujan la cadena son los prestadores, pero también está la pata de la gobernanza, el cuerpo médico y, por último, los pacientes”.

Amílcar Perea, cofundador de la plataforma Doctari, concuerda: “En general no se está aprovechando lo que la tecnología permite. Hoy los prestadores de salud están en una primera etapa muy básica y no necesitarían pasar por muchas etapas para dar sistemas avanzados y de calidad. Rápidamente pueden adoptar soluciones. Es importante que terminen de dar esos pasos y con una visión integral que resuelva todas las necesidades”, señala.

Su empresa, Doctari, nació en 2016 como producto de un grupo de referentes médicos locales e internacionales, ingenieros y comunicadores, con el fin de conectar a pacientes con médicos, tanto de forma virtual como presencial. Durante este último año de pandemia, según Perea, triplicaron los clientes y las instituciones que trabajan con ellos cuadriplicaron la cantidad de consultas y de médicos (más de 2000) que atienden a través del sistema.

Este último año ha sido de reafirmación del rol de la telemedicina, estamos trabajando con varios prestadores en Uruguay y Argentina, y abriendo mercados en Colombia y Ecuador”, cuenta Perea. Desde la empresa, observaron un “quiebre” de barreras culturales producto de la pandemia, que permitió que se masificara más el uso de las herramientas de la telemedicina, que abarcan desde las teleconsultas (médico-paciente) y las interconsultas (médico-médico), hasta las coordinaciones de traslados, seguimiento de pacientes crónicos, manejo de agendas, entre otras.

“Hemos tenido un crecimiento importante y una diversidad de realidades en los tipos de cliente: algunos son emergencias médicas, otras instituciones especializadas, prestadores de salud, laboratorios. Constatamos que la gama de empresas a las que les sirve una herramienta como Doctari es mucho mayor que la que pensábamos inicialmente”.

En junio de 2020 Doctari generó una alianza estratégica con la empresa tecnológica Isbel, con el objetivo de fortalecer la adopción de este tipo de herramientas en Uruguay y en Latinoamérica. Una de las principales soluciones que desarrollaron en conjunto es la ampliación de los canales de comunicación con los pacientes (como Whatsapp y Messenger) y la integración de sensores que ayuden en el monitorio de pacientes con internación domiciliaria.

Hay que tratar de emular las mismas condiciones que en un consultorio y eso está regulado por la ley”, dice Mauricio Pargman, gerente comercial de Isbel. Pargman se refiere a la ley 19,869, aprobada en abril de 2020 sobre la implementación y desarrollo de la telemedicina como prestación de los servicios de salud. En su artículo 3, literal F, establece que “el ejercicio clínico de la medicina requiere el vínculo directo con el paciente. La telemedicina es un complemento a la asistencia brindada por el médico tratante (artículo 24 de la ley 19.286, de 25 de setiembre de 2014)”.

Y esa noción de “complemento” está presente en todos los entrevistados, que concuerdan en que las visitas presenciales no desaparecerán en su totalidad, sobre todo en casos complejos que no se pueden resolver por una llamada.

En esa línea, instituciones como el Centro de Telemedicina de la Fundación Peluffo Giguens, abogan por su desarrollo y consideran que beneficia la calidad de vida de los profesionales de la salud y de los pacientes, además de beneficiar a los centros de salud, gracias a la reducción de gastos de desplazamiento, el ahorro del tiempo y aumento en la eficiencia en la toma de decisiones, entre otros. “La mayor y mejor comunicación permite ver casos clínicos y pacientes rápidamente, capacitación en el lugar de trabajo y aumentar la eficiencia en la toma de decisiones”, señalan desde la institución.

Transformación inevitable

Para los especialistas, la telemedicina llegó para quedarse y la lentitud en el proceso de su adopción por parte de las instituciones tiene más que ver con temas de gestión y de otras prioridades que les plantea la pandemia, que por un tema de presupuesto o necesidad de una gran inversión.

Álvaro Queijo de Apraful sostiene que todavía no hay un convencimiento de los prestadores de que este sea “un canal válido y eficiente”. En ese sentido, cuesta que entiendan que la consulta a través de la llamada telefónica no es un sustituto a un servicio integral de telemedicina ni a la presencialidad, aunque pueda ser complementaria. “También ha habido reparos por parte de los médicos, no por la herramienta en sí, sino desde el punto de vista del concepto. Hay médicos que no se sienten cómodos”, agrega Queijo.

Diego Estol es director médico del Hospital Británico, especializado en Gestión Hospitalaria, y cuenta que cuando recién se topó con la telemedicina hace varios años, también se sintió reacio e incrédulo por su uso. “Con el tiempo uno se da cuenta de que son paradigmas de otra época, porque en los hechos el contacto puede ser bueno, empático y se pueden resolver muchos de los problemas de la medicina clásica, sin descuidar que haya casos en los que sea necesario el contacto presencial”, dice Estol, quien a fines de 2015 se sumó al equipo que ideó Doctari. “El cambio más grande era adaptar el ejercicio profesional a una forma distinta y no clásica”.

Para el profesional, esta forma de atención permite centralizar en un solo lugar a los especialistas y a su vez, descentralizar las consultas, llegando de forma más rápida y sencilla a lugares donde quizás antes era difícil acceder. “Es una herramienta de gestión que permite usar mejor los recursos”, señala y agrega que en un futuro servirá como una forma de “acompañar a la gente más en el proceso de una mejor vida y no solo para atender a los pacientes cuando están enfermos”.

Para Queijo, una vez que los pacientes se sientan más cómodos en el uso, comiencen a adoptar la herramienta de forma masiva, hayan más experiencias exitosas y empiecen a exigir a sus prestadores de salud nuevos servicios asociados, las instituciones acelerarán la incorporación de herramientas de telemedicina. “Se hablaba de que cuando una organización no tiene el 20% de sus servicios en telemedicina está subutilizando recursos. Eso es muy difícil de lograr, pero es a lo que debemos aspirar”, concluye Queijo.

Para el empresario, la gran interrogante es si luego de la urgencia de la pandemia por utilizar canales alternativos de comunicación y consulta, las prestadoras apostarán por un camino “consciente” de este tipo de modalidad. “Hay expectativas de crecimiento, pero me cuesta imaginarlo más a largo plazo”, dice.

A nivel regional, la situación es similar, con empresas que se están animando a invertir en la materia y otras un poco más rezagadas.

Microsoft es otro de los jugadores que está impulsando el desarrollo de la industria de la salud de diversas formas en Latinoamérica, más allá del servicio de teleconsultas. Un ejemplo de ello es el evento llamado “Cirugía holográfica de 24 horas”, que realizaron para demostrar cómo la realidad aumentada a través de sus Microsoft HoloLens 2 les permitía a cirujanos de diversas partes del mundo colaborar y compartir conocimiento, mientras desarrollaban las operaciones. En Uruguay, la empresa colaboró durante el último año con la Asociación de Diabéticos de Uruguay (ADU), que frente a la pandemia se enfrentó al desafío de trasladar sus actividades y servicios en temas como educación, nutrición y psicología a la virtualidad.

A la hora de implementar este tipo de tecnologías, la empresa se encontró con dos obstáculos a nivel general: “Primero, el aspecto técnico, que pasa por la digitalización de un proceso de atención médica, donde muchas veces hay que integrar sistemas de legado que tienen años a la nube. El otro aspecto es el social, o lo que llamamos ‘la transformación cultural’, donde básicamente vemos cómo el ecosistema de personas que están involucradas en este proceso se adaptan al uso de la tecnología. Esto conlleva un proceso de desarrollo de habilidades y comprender los beneficios de la herramienta, y es algo paulatino”, señalan desde Microsoft y agregan que “un punto que está implícito en todo esto es la privacidad de datos, donde los sistemas del ecosistema de salud deben cumplir con los requisitos de seguridad necesarios para evitar ataques o posibles filtraciones de datos privados de los pacientes, así como el compromiso de evitar hacer uso indebido de la información personal”.

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La pandemia aceleró su adopción y rompió con ciertas barreras culturales que impedían su implementación.

Para Queijo, las instituciones que ya venían trabajando previamente con un vínculo más fluido con sus pacientes (ya sea a través de una aplicación, páginas webs o redes sociales fuertes) tienen el camino más allanado a la hora de generar el cambio hacia la telemedicina y depende de estas y de cómo gestionen ese vínculo, que se produzca una verdadera adopción por parte de los pacientes de las funcionalidades que les ofrezcan.

Algo que tienen claro todos los especialistas consultados es que, si una persona tiene una buena experiencia digital, “no hay vuelta atrás”, volverá a usarla y la recomendará.

Salud mental a distancia
“La salud mental es una pandemia oculta que está coexistiendo con el covid y que va a seguir”, dice Amílcar Perea de Doctari. Por eso, junto a Isbel decidieron extender por seis meses más la donación que habían realizado a ASSE del uso de la plataforma Doctari, para que un grupo de más de 200 psicólogos de la institución pueda atender en línea a la población, como forma de contención psicológica y emocional. Al momento, la plataforma recibe unas 2.000 consultas mensuales.
Además de esa iniciativa, dejarán abierta de forma gratuita la herramienta para los psicólogos y psiquiatras que trabajan de forma independiente y quieran facilitar el acceso a las consultas a más personas.
Este tipo de herramientas, que incluye el uso de agenda y canales de comunicación —sin tener que usar las cuentas personales del profesional—, será gratuito para psicólogos y psiquiatras, dada la necesidad actual de la ciudadanía, pero en un futuro se extenderá a otros profesionales de la salud y tendrá un costo.
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